La monótona rutina del Real Madrid
El equipo más poderoso hace lo que debe, ganar de nuevo. Como en pocas ligas, hoy la prepotencia de la billetera, es la que define la suerte de su campeón.
Ver ganar al Real Madrid, por decimoquinta vez la Champions League ya aburre. De tan preanunciado, los festejos de la entrega de premios se asemejan a una película trillada, repetida hasta el hartazgo.
No hay sorpresa alguna, ni una historia heroica. La icónica “We are the champions”, como pocas veces, suena a letanía.
El equipo más poderoso hace lo que debe, ganar de nuevo.
Como en pocas ligas, hoy la prepotencia de la billetera, es la que define la suerte de su campeón.
No en vano el equipo merengue es por tercer año consecutivo, el club de fútbol más valioso del mundo con un valor de 6.600 millones de dólares, según Forbes.
Es también el equipo que más ingresos ha generado (873 millones de dólares) y que gana una media de 205 millones de dólares al año por sus patrocinadores en la camiseta, la mayor cifra del fútbol según Football Benchmark.
Si bien ya no cuenta con Cristiano Ronaldo, Karim Benzema, Sergio Ramos o Marcelo, la casa Blanca sigue ganando.
Para ello cuenta con figuras destacadas como Courtois, Vini Jr., Carvajal, Bellingham, Camavinga, Nacho, Rodrygo, Valverde, Rudiger, Mendy y Tony Kroos en su último partido en la institución. Mientras en el banco suma a otra constelaciòn de estrellas que recién saltan a la cancha cuando suspira el juego, como Modric, Vázquez, Militao o Joselu.
Ello sin mencionar la próxima llegada al Santiago Bernabéu, de un tal Kylian Mbappe.
La única manera de poder superar al Madrid es que no pase una buena tarde y tener enfrente a un equipo que no perdone y que juegue en un nivel colectivo superlativo durante todo un partido.
Algo que excedió al Borussia Dortmund, que desperdició un mano a mano de Adeyemi y un disparo en el palo de Fullkrug durante el primer tiempo, dejando pasar luego 74 minutos en los cuales el Madrid no lastimó. Un momento -la mitad del segundo tiempo- en que Carvajal prende el despertador y el número puesto sale a noquear a su adversario.
Si además tras cartón el equipo germano regala una pelota dejando en superioridad numérica a Vini Jr., la dádiva a favor de quien no la necesita hace cosa juzgada.
Lo dicho no va en desmedro de la conducción de Carlo Ancellotti, quien a través de su liderazgo tranquilo debe armonizar egos complejos y ajustar clavijas tácticas.
Más el as de espadas siempre lo tendrá el Madrid. Algo que conspira contra uno de los nutrientes emocionales del deporte, su épica.
Que el conjunto español, ya lleve ocho copas europeas más que su inmediato perseguidor, el Milan, deja a las claras la ventaja del club presidido por Florentino Pérez, respecto de sus perseguidores.
Algo más semejante al ranking de capitalización bursátil de las empresas multinacionales, que a una tabla de equipos de fútbol.
No en vano días atrás Diego Simeone, señaló: “nosotros vamos a ganar lo que nos deje el Madrid”.
Una confesión de la disparidad con que el fútbol de clubes europeos se mueve – más parecido a un ballet donde el primer bailarín destella y los demás acompañan- y que vuelve más atractivas desde el resultado, a las copas de selecciones o de equipos de otros lugares del mundo.
La Cibeles se vestirá otra vez de blanco, dispuesta a festejar la monótona rutina del nuevo viejo campeón.
* Abogado. Prof. Nacional de Educación Física. Docente Universitario.
angrimanmarcelo@gmail.com
Ver ganar al Real Madrid, por decimoquinta vez la Champions League ya aburre. De tan preanunciado, los festejos de la entrega de premios se asemejan a una película trillada, repetida hasta el hartazgo.
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