La última gran mudanza: cómo el ASPO aceleró la era digital

La pandemia de coronavirus llegó en el momento justo para que la humanidad diera el gran salto al Entorno Digital. Pero al ser a las apuradas, no tuvimos tiempo de evaluar  riesgos ni de tomar precauciones.

A medida que las naciones se fueron industrializando, la gente de los pueblos fue dejando poco a poco sus lugares de origen atrás, junto con sus cosas y sus costumbres, para mudarse a las ciudades donde se instalaban las fábricas en busca de empleo y porvenir.

El entorno natural que rodeaba a aquellos pueblos donde muchos habían desarrollado sus oficios, sus modos de vivir y sus culturas sería cosa del pasado para quienes ahora habitaban el suelo urbano. Grandes barrios se fueron desarrollando aquí y allá, afectando el modo en que las personas se relacionaban entre ellos. La revolución industrial no llegó con la misma velocidad a todo el mundo, pero a su tiempo lo cambió todo.

Se suele decir que las personas que habitan un entorno natural tienen tiempos distintos a quienes viven en la ciudad, y algo de eso hay. Porque lo que cambió fue el modo de vivir, el modo de habitar en el mundo y de relacionarnos entre nosotros. Los avances tecnológicos cambiaron la manufactura por el trabajo en serie, el cincel por la máquina, la cooperación en comunidad por la relación jerárquica.

Cambio de hábitos


El progreso tecnológico hizo que cambiemos de lugar y de hábitos. La industrialización de las naciones nos obligó a una gran mudanza y ya nada fue como antes. A tal punto que estábamos convencidos de que de ahí ya no podríamos migrar a ninguna otra parte. Hasta que llegó el COVID-19.

Hubo muchas epidemias, hubo crisis humanitarias antes. Pero solo el coronavirus llegó en el momento justo para que pudiera suceder la última gran mudanza a la que se vio sometida la humanidad: el gran salto al Entorno Digital.

Cuando en marzo del 2020 se tomó la medida sanitaria que aquí se llamó Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), las personas vimos a través de los medios cómo abandonábamos las calles de las ciudades para recluirnos en nuestros domicilios, sin posibilidad de interactuar personalmente con los otros. No obedecer implicaba la posibilidad de contagiarse o de contagiar a otros, de contraer una enfermedad de la que mucho no se sabía y para la cual (en ese entonces) no había vacunas.

La cuarentena fue una medida sanitaria inédita que obligó al mundo entero al encierro. Por unas semanas no habría a dónde ir. Y, sin embargo, nos fuimos. Asustados y encerrados, abandonamos el mundo real para sumergirnos en el virtual, en las tecnologías de la información y la comunicación. Un entorno en el que sin saber muy bien cómo convivimos los nativos digitales y quienes somos híbridos.

Virtualidad en tiempo récord


Todos nos metimos de lleno y en tiempo récord en las redes sociales, en las aplicaciones y en las plataformas de contenido, sin saber muy bien los riesgos y los costos que pagaríamos por ello. Quien no tenía Face, pasó a tener uno. Quien no sabía hacer una videollamada, aprendió. Quien era más bien analógico, aprendió a ser más bien digital.

Vernos forzados al aislamiento nos forzó a escapar. Y la salida fue a través de internet, que ya estaba ahí desde antes. Esperándonos.

El ASPO precipitó esa mudanza, que igual sucedería tarde o temprano. Pero al ser a las apuradas, no tuvimos tiempo de evaluar los riesgos ni de tomar precauciones.

Y así como no es lo mismo vivir en un entorno natural que en uno urbano, el entorno digital tiene sus propias características que se imprimieron en nuestras conductas y que nos afectaron para bien y para mal. Al igual que una gran ciudad, nos deslumbra con sus posibilidades. La vida parece más fácil.

Pero la inseguridad también es mayor y los riesgos ya no son los conocidos. El pasado 20 de marzo se cumplieron cinco años desde el anuncio de la cuarentena en Argentina. Nada fue igual desde entonces.

Apenas conocemos el barrio al que nos hemos mudado. Habrá que andar con cuidado… ¿Seremos capaces de habitarlo sin perdernos en él?


A medida que las naciones se fueron industrializando, la gente de los pueblos fue dejando poco a poco sus lugares de origen atrás, junto con sus cosas y sus costumbres, para mudarse a las ciudades donde se instalaban las fábricas en busca de empleo y porvenir.

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