Milei está muy lejos de Borges
El escritor decía que un signo de inteligencia es la duda. No recuerdo ningún gobierno democrático que haya llevado adelante tal campaña constante de violencia institucional, de odio hacia los que piensan distinto.

El mes pasado la Cámara de Diputados y esta semana el Senado de la Nación han aprobado proyectos de ley (ya convertidos en leyes) que mejoran levemente los miserables haberes de los jubilados y la emergencia en discapacidad, que había dejado sin cobertura médica ni apoyo de ningún tipo a casi un millón de personas que sufren diversas discapacidades.
No solo el Senado terminó convirtiendo en leyes los proyectos que había iniciado Diputados, sino que la cantidad de votos fue apabullante, al punto de no encontrarse ni un solo voto en contra de ambas leyes (hubo unas pocas abstenciones). Es más, el Senado rechazó el veto del presidente de la Nación a la Ley de ayuda a la ciudad de Bahía Blanca que fue devastada por un temporal hace unas semanas. En este caso el rechazo del veto fue por unanimidad absoluta, sin votos en contra ni abstenciones. Es decir, el gobierno deberá enviar ya mismo a la dañada ciudad del sur bonaerense los fondos que se dispuso por ley.
Con su típico aire patotero, el presidente de la Nación se pasó toda la semana denunciando un complot institucional -complot que consistía en que el Congreso funcione normalmente y apruebe leyes tal como manda la Constitución-. Luego de comprobar que su campaña de amedrentamiento no surgía efecto (ya que la inmensa mayoría del Senado se hizo presente en la Cámara y dio quorum) amenazó desde la Bolsa de Comercio de Buenos Aires con vetar estas leyes y agregó que, si los legisladores le dieran vuelta los vetos (con el voto de las dos terceras partes de los legisladores presentes votando a favor de sostener la ley vetada), recurriría a la Justicia para invalidar las leyes del Congreso.
Ante esta nueva amenaza en diversos medios se consultó a varios constitucionalistas de distintas tendencias y todos, sin excepción, aclararon que es totalmente absurdo pedir que el Poder Judicial invalide lo que hace el Poder Legislativo cuando actúa según marca la Constitución. Hay tres poderes en el Estado y cada uno es independiente del otro.
Recuerdo que cuando yo cursé el Secundario (gobernaba el general Onganía,1967-1971) teníamos una materia que se titulaba Instrucción Cívica en la que se nos enseñaba sobre los tres poderes del Estado, leíamos la Constitución completa, la debatíamos. Y todo eso se hacía durante un gobierno dictatorial surgido de un Golpe de Estado. Hoy, aunque vivimos en democracia, el propio gobierno no conoce cómo funcionan los tres poderes del Estado o engaña a la ciudadanía al decir que el Congreso no tiene derecho a legislar.
Mientras todo esto sucedía en el Senado, en Twitter varios de los principales voceros del gobierno (las cuentas conocidas como “el Gordo Dan”, “Fran Fijap” y “El Trumpista” que son permanentemente difundidas por el Presidente de la Nación desde su propia cuenta de Twitter) comenzaron a pedir que se bombardee el Congreso “con los diputados y senadores adentro” (Fran Fijap dixit), que el gobierno saque los tanques a la calle y cierre el Congreso y otras amenazas similares.
Tengo 71 años y no recuerdo ningún gobierno democrático que haya llevado adelante tal campaña constante de violencia institucional, de odio hacia los que piensan distinto. Quizá porque justamente la democracia es la convivencia civilizada entre los que piensan distinto, como sabemos desde el ágora griega a la Constitución de los EEUU, que inauguró la Era de la Democracia Moderna.
Thomas Jefferson, que fue el principal autor de la Declaración de la Independencia de EEUU y cuyas idea de un gobierno mínimo y el respeto irrestricto de los derechos civiles es la base de las constituciones democráticas de todo el mundo, citado positivamente cada tanto por el propio presidente Milei, dice que la democracia no consiste en imponerle a los demás las ideas de una persona o partido, sino de permitir el debate entre diferentes puntos de vista en pos de la búsqueda conjunta del bien común. Para eso es necesario el respeto por todos los partidos y los distintos puntos de vista y no permitir la violencia hacia los adversarios.
Jefferson, como todos los Padres Fundadores de la democracia norteamericana, critica que se vea a los adversarios políticos -aquellos que no piensan como nosotros pero que están llamados a trabajar con nosotros para construir este país- como enemigos. Justamente es lo contrario de lo que dice y hace Milei: su discurso constantemente llama a destruir como enemigos irreconciliables a todos los que no están de acuerdo con él en algún tema.
Borges dice que un signo de inteligencia es la duda, ya que nos permite no afirmar tajantemente algo que quizá luego comprobemos que no era cierto. Agrega: un signo de civilización es pensar que el otro, el que piensa distinto, es el que tiene razón.
Milei, podríamos decir, es muy poco borgeano.
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