Análisis: Milei y otra impune acusación al periodismo

Dedicó un largo mensaje en la red social X a los periodistas porque considera que la quita de la publicidad oficial empuja a los medios a las críticas.

El presidente Javier Milei, con la impunidad que le dan las redes sociales y los medios de comunicación complacientes (dos amplificadores de un discurso sin repreguntas incómodas ni alternativas de respuesta), hizo una larga acusación contra lo que él llama «el periodismo» por haberse «corrompido, ensuciado y prostituido al calor de los sobres y la pauta oficial». Detrás de esa crítica, disfrazada de defensa de «una verdadera libertad de expresión», se esconde la impotencia que genera leer, oír y ver críticas sin control estatal.

El presidente cree que castiga a los medios de comunicación con el cierre de la pauta oficial y reivindica las redes sociales como fuente de comunicación de los actos de gobierno y de información. Justo él que viene del papelón de tomar como ciertos los datos de una cuenta de exTwitter sin ninguna relación con la realidad.

Qué escribió Milei sobre los periodistas


«Parte de nuestra visión es que creemos en una verdadera libertad de expresión. Pero para todos. No solamente para algunos. El periodismo se ha acostumbrado, a lo largo de las últimas décadas, a que deben ser tratados como profetas de la verdad única e incontrastable, a los que no se puede criticar ni desmentir ni corregir. Si alguien osa cometer esa imprudencia, es castigado al unísono por todos los miembros de la corporación y sus agrupaciones. Lo indignante de todo esto no es la pretendida superioridad de quienes ejercen un rol que, en esencia, es efectivamente noble. Sino que al igual que ha ocurrido con todo el resto de las cuestiones vinculadas a la política, el periodismo se ha corrompido, ensuciado y prostituido al calor de los sobres y la pauta oficial. La extorsión es moneda corriente. La mentira, la difamación, la calumnia son algo frecuente también. Primero te pegan, y después te pasan la factura. Cifras siderales», es uno de los pasajes del texto que subió a X.

«Como la mayoría de los políticos son los que pagan, quedan presos de su propia trampa, ya que nunca pueden contestar los ataques a riesgo de que expongan sus negocios. El problema de muchos periodistas con los que integramos La Libertad Avanza es que no le debemos nada a nadie. No tenemos negocios con nadie. Y no nos vamos a quedar callados frente a las operaciones, la mentira, la calumnia, la injuria o la difamación. Vamos a contestar. Vamos a decir nuestra verdad. Vamos a bajarlos de esa Torre de Marfil en la que creen que viven. Porque libertad de expresión significa que nadie puede evitar que hablemos. Ni siquiera los sagrados periodistas», añadió antes de cerrar con su clásico «viva la libertad, carajo».

A Milei le encantaba que los medios lo entrevistaran, lo hiciera participar de sus páginas, sus programas, aunque más no fuera para un sketch. Así construyó su imagen y así llegó a ser presidente de la Nación.

Si se tomara por cierto que Milei es una criatura creada por los medios, que encontraron en él un personaje disonante, esta reacción puede entenderse como una necesidad de castigar a los que hasta mediados del año pasado le daban aire a sus declaraciones estrafalarias, como la quema del Banco Central, y que ahora lo critican por sus políticas como presidente.

Con el periodista paraguayo Jorge Torres Romero tuvo una reacción inesperada porque sintió que se ofendía su investidura con simples preguntas. Con Alejandro Fantino, uno de los que más hicieron por difundir sus ideas, fue más pacífico, pero la sensación de que estaba al borde del estallido cada cinco minutos se compensó en varios pasajes de las tres horas de entrevista por la confianza que el exrelator tiene con él y por el tono cómplice con el que lo calmó.

Milei se irrita, insulta, demuestra alegría frente al eventual cierre de una editorial con 600 empleados y culpa a una periodista por una pregunta; no al funcionario por su respuesta, que fue en definitiva el problema.

Difícil de entender su defensa del periodismo porque por donde se lo mire, el mensaje está en las antípodas.


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