“Pendejas y chirusas”, sus enemigas

“Enferma de celos”, así describieron sus amigas a Susana Freydoz cuando declararon en la etapa de instrucción. Estaba “obsesionada”, dijeron. Aseguraron que montaba guardias para ver con quién salía Carlos Soria, que buscaba cómplices para investigar los movimientos de su marido, que temía que se fijara en “una pendeja” o “alguna chirusa”, que hasta había pensado en contratar un detective para seguirlo. “Tu madre me está volviendo loco”, le dijo varias veces Soria a su hijo Martín en plena campaña por la gobernación, cuando los celos de Freydoz parecieron potenciarse. “Estaba como obsesionada con el asunto de una amante”, admitió el hijo mayor al declarar en la causa. Tanto Martín Soria como sus otros tres hermanos habían abordado el tema de la infidelidad con su padre, a raíz de la insistencia de la mujer. A todos, Carlos Soria les negó la existencia de esa relación. El vínculo del matrimonio era complejo. “No podían estar juntos pero tampoco separados”, graficó María Emilia Soria en su primera testimonial. Tanto los hijos como el yerno y las amigas de Freydoz coincidieron en que la mujer estaba expectante a cualquier oportunidad para “revisarle el celular” a Soria en busca de indicios de una relación extramatrimonial. Según surge de la requisitoria de elevación a juicio, el más molesto de los hijos por la “persecución” que vivía Soria parece haber sido Carlitos, quien por entonces era su jefe de campaña. “Ella le hinchaba bastante más el último año y medio; lo perseguía, estaba totalmente obsesionada; sospechaba de engaños pero yo no noté nada raro… Se lo pregunté a mi viejo y él me dijo que no, que mi vieja estaba loca”, surge de la declaración que se leyó ayer. Como el hijo pasaba muchas horas cerca de su padre, Freydoz incluso sospechaba que él “lo cubría”. “En plena campaña me llamaba para ver si había otra mina”, sostuvo el joven. Él fue una de las tantas personas que le sugirió a Freydoz la separación, por las constantes peleas, pero recibió como respuesta de su madre una puñalada verbal: “Con 60 años no me voy a separar. Ustedes no se van a hacer cargo de mí y él se va a ir con una pendeja”. Según relató el hijo, cuando Soria abordaba el tema de la separación ella amenazaba “con que se iba a tirar de un sexto piso”. Ángel Pedroza, cuñado de Freydoz, declaró en la etapa de instrucción sobre algunos episodios de celos presenciados y recordó puntualmente una cena en la que la mujer sacó “en tono irónico” una conversación sobre “los hijos bastardos” que enfureció a Carlos Soria. Las amigas de la imputada aportaron a la investigación datos reveladores de la creciente obsesión. Elena Müller dijo que era “enfermiza de saber dónde estaba Carlos”. Relató que cuando lograba apoderarse del celular de Soria anotaba los números de las últimas llamadas registradas y luego llamaba desde otra línea “para ver si lo llamaba alguna chirusa”. Incluso acompañó a Freydoz en una suerte de persecución que hicieron al auto de Soria hasta Cervantes, con la sospecha de que iría a ver a una mujer, y al llegar descubrieron que iba a un encuentro político. “Mirá lo que estamos haciendo, parecemos adolescentes”, le reprochó en aquel momento la amiga, y le sugirió que busque ayuda profesional. Pero Freydoz no quería “que todo Roca se entere de sus cosas”. La testigo también confirmó que habitualmente Freydoz vigilaba la municipalidad y “hacía guardia” frente a la casa de la mujer a la que tenía identificada como la amante de su marido. “Si los veo juntos los reviento”, le dijo en una oportunidad. Las referencias al engaño eran permanentes. Según el testimonio de un íntimo amigo de Soria, Edgardo Peacock, ella lo llamaba “papi” en forma “punzante”, como haciendo alusión a un hombre mayor que sale con una mujer joven. Incluso recordó un episodio, durante una celebración de la fiesta de la Manzana, en el que Freydoz exigió “que bajen esos gatos del palco” donde estaba su marido, en referencia a algunas funcionarias municipales e invitadas al acto. Elsa Romagnoli, otra cercana amiga del matrimonio, precisó que el 22 de diciembre previo al asesinato Freydoz había encontrado un mensaje de texto sospechoso en el teléfono de Soria y desde ese día su ánimo empeoró. “Para ella el Gringo era su posesión”, valoró la mujer. “Yo no se lo voy a regalar a ninguna chirusa”, le respondió el día que le sugirió separarse. “Ella creía que había un complot para encubrir a Carlos, que lo cubrían en el municipio; hasta pensaba en contratar un detective”, sostuvo en la testimonial.


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