Plataformas digitales: vanguardia o precarización

Están entre nosotros y representan un enorme cambio en la forma de consumir, producir y trabajar. El marco legal para las aplicaciones, es el desafío inmediato.

“¿Es probable que la incorporación de nuevas tecnologías implique la expulsión de millones de personas del mercado de trabajo?”, fue hace un tiempo la consulta de este cronista a un especialista en legislación laboral y nuevas tendencias productivas. “Con ese criterio, el mundo jamás habría aceptado la creación de la rueda”, fue la respuesta del entrevistado. “Con la incorporación de la rueda y del carro tirado por animales, tres de cada cuatro personas se quedaron sin trabajo. Esas tres personas se re incorporaron al mercado laboral en empleos que antes no existían”, agregó.
En efecto, esa misma secuencia tuvo lugar a lo largo de la historia de la humanidad cada vez que una revolución tecnológica trastocó las relaciones de producción.
En nuestros días y a nivel global, existe consenso respecto a que el capitalismo atraviesa una etapa que muchos denominan como la ‘cuarta revolución industrial’. Se trata de una época en la que las características principales son la hiperconectividad y la información infinita, lo que a su vez implica una enorme flexibilidad en la disponibilidad de los factores de producción y genera instancias en que el costo marginal de producción se aproxima a cero.
En ese marco, la aparición de nuevas formas de trabajo, en especial las asociadas a lo que se conoce como ‘plataformas’ o ‘aplicaciones’, ya es una realidad en todo el mundo, y también en Argentina. ¿Se trata de una tendencia que llegó para quedarse definitivamente o es una forma solapada de precarización laboral? ¿Es necesario adecuar la legislación vigente para regular el funcionamiento de este tipo de empleos? ¿Pueden convivir los empleos ‘flexibles’ con el paradigma arraigado de ‘protección social del trabajo’?
Son los interrogantes con que la cuarta revolución industrial interpela al mundo, pero en especial a un país como Argentina, donde uno de cada tres trabajadores se desempeña de manera informal y en el que el desempleo juvenil roza el 50% en muchas de las provincias del interior.

Economía de plataformas
Un extenso informe recientemente publicado por el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), aborda el fenómeno emergente de la ‘economía de plataformas’ y su estrecha relación con el mercado laboral en Argentina.
El trabajo detalla la transformación que generan las aplicaciones como plataforma de producción y de consumo, y el profundo impacto en la economía de las empresas tradicionales, para las cuales la adaptación al nuevo escenario se convierte en todo un desafío. En este sentido, las plataformas digitales presentan cuatro características que permiten comprender el alcance de la transformación en ciernes.
La primera es la capacidad de las aplicaciones para llegar a millones de usuarios al instante y con relativa facilidad a través de los teléfonos móviles, lo que implica una enorme reducción en los costos marginales de transacción. La segunda, es que existen ciertos nichos de negocio que sería totalmente inviables en una escala habitual, pero que se convierten en posibles mediante las aplicaciones, de la mano de los menores costos y la conectividad. La tercera es que las plataformas rompen con la estructura tradicional de mercado, en la que se puede diferenciar con claridad entre oferta y demanda. El informe de Cippec resalta que en las plataformas, el ratio usuarios-proveedores/usuarios-consumidores suele ser mayor a 1, lo que revela el doble rol que juegan quienes participan en la economía de plataformas. La cuarta es tal vez la más sensible, en tanto las irrupción de las plataformas transforma por completo las relaciones laborales y la gestión de los recursos humanos, logrando una enorme recepción en la mano de obra jóven que no logra abrirse camino en el mercado de trabajo tradicional.
En este aspecto, vale clasificar las aplicaciones en relación a dos ejes trasversales que las caracterizan en relación al mundo laboral: el nivel de calificación y la componente física o virtual que caracteriza el tipo de trabajo en cuestión. Por tal motivo, surgen cuatro grupos bien diferenciados de plataformas.
Las primeras son aquellas que combinan servicios virtuales de alta calificación. Se asocian en general al intercambio de servicios profesionales o técnicos, y la negociación entre el cliente y el prestador gira en torno a proyectos específicos. Entre las plataformas de este tipo que operan en nuestro país, se pueden mencionar a Upwork, Freelancer o Workana.
Un segundo grupo (el menos frecuente), refiere a plataformas de servicios virtuales de baja calificación. Las mismas suelen utilizarse para distribuir entre muchos usuarios tareas sencillas y repetitivas, como por ejemplo etiquetar digitalmente fotos o productos.
Un tercer grupo, es el que agrupa los servicios físicos de alta calificación. Se trata de plataformas asociadas a los oficios tradicionales como el de un electricista, un gasista, un plomero o un carpintero. Iguanafix o Homesolutions son claros ejemplos.
Por último, encontramos las plataformas de servicios físicos de baja calificación. Se trata del tipo de aplicaciones más extendido en el país, y refiere a trabajos sencillos y repetitivos de baja calificación. El ejemplo más presente es el delivery de alimentos o paquetería, aunque también las hay para servicios de limpieza, mudanza o cuidado de mascotas. Entre las aplicaciones de este tipo se puede mencionar a Uber, Globo, Rappi, Instacar o Zolvers.

En Argentina
Allá por mediados del año 2017 este cronista tuvo oportunidad de participar del más importante congreso de desarrolladores inmobiliarios que se realiza de forma anual en el país. En uno de los paneles participaba uno de los históricos y más grandes operadores inmobiliarios de Argentina, junto a un grupo de jóvenes desarrolladores. En su primera intervención, uno de los jóvenes sentenció: “Debemos prepararnos para un mundo en el que la intermediación inmobiliaria dejará de existir, donde la gente la no requerirá los servicios del martillero, y las transacciones se realizarán mediante aplicaciones”. Inmediatamente el veterano operador inmobiliario tomó la palabra y notablemente ofuscado contestó: “Eso jamás va a ocurrir, ya que el contacto y el asesoramiento humano son irremplazables”. Notando la incomodidad, el joven retrucó: “Puede que las aplicaciones no asesoren como un operador humano, pero tampoco cobran el 1,5% de comisión”.
El breve diálogo, no hace más que describir la extraña convivencia que existe en la actualidad, entre un modelo de gestión y negocios tradicional, pero a la vez caro y vetusto, y otro dinámico, potente, y barato, que ya está presente, pero aun no alcanza la inserción necesaria para hegemonizar las transacciones.
El primer gráfico que acompaña esta nota, muestra cuatro cuadrantes, donde lo que está sobre el eje horizontal refiere a servicios virtuales y lo que está por debajo a trabajos físicos, y de la misma forma, lo que está a la izquierda del eje vertical refiere a servicios de alta calificación y a la derecha a trabajos de baja calificación. El tamaño de los círculos refiere a la cantidad de usuarios de cada una de las plataformas.


El segundo gráfico revela en la parte superior, que en la actualidad solo 16 plataformas operan en el país, de las cuales 12 se encuentran en el cuadrante de trabajo físico de baja calificación. Significa que el 75% de las plataformas que ya han arribado al país, difícilmente impliquen un salto de calidad en respecto al empleo, aunque si tal vez permitan incrementar el número de puestos disponibles.


En la parte inferior del segundo gráfico, se advierte que existen en el país 163.704 usuarios registrados en plataformas, de los cuales 133.687 utilizan servicios físicos de baja calificación. Es decir que sea para ofrecer o para consumir servicios, en la actualidad el 82% de los usuarios argentinos, elige las plataformas para tareas simples y de baja complejidad. Solo el 3% de los usuarios en el país, utiliza las plataformas para tareas de alta calificación.
Naturalmente, la economía es un segmento incipiente en Argentina, donde pese a ello, se estima que el 1% de los trabajadores ya se desempeña en empleos que se relacionan con este tipo de aplicaciones. En el mundo desarrollado en cambio, la tendencia ya está instalada hace años. Un reciente informe de la Organización Mundial del Trabajo estima que uno de cada tres jóvenes a nivel global, es usuario y obtiene ingresos de las plataformas digitales, ya sea como complemento de un trabajo principal o como fuente primaria de ingresos. El estudio revela que la posibilidad de tener flexibilidad horaria y no responder a una jefatura directa, son los motivos que esgrimen los jóvenes para elegir este tipo de empleos.
Negar el nuevo escenario es la peor de las alternativas. Permitir un desembarco irrestricto de nuevas formas de trabajo que habiliten una precarización laboral encubierta, tampoco parece buena opción. Sin embargo, reconociendo la potencia de las nuevas herramientas a nivel global, países como Argentina, que históricamente velan por la protección social y los derechos laborales, deben encontrar la forma de generar la legislación adecuada para que la tutela social alcance a los jóvenes que eligen ingresar al mundo laboral por esta vía. Tal es el desafío inmediato.

En números

66,2%
De los trabajadores de las plataformas dicen estar satisfechos con su empleo.
163.700
Los usuarios activos en las plataformas digitales en Argentina, lo cual revela su potencial futuro para crecer.

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