¿Por qué golpea tanto?

¿Por qué la tevé no pudo -desde anteayer- abandonar el titular “Murió Romina Yan”? ¿Por qué la cara de esa actriz, siempre sonriente, generó tanta conmoción dentro y fuera del mundo televisivo? La muerte de Romina Yan golpea en varias direcciones. Golpea no tanto por su carrera artística, más bien breve, sino y sobre todo porque tenía apenas 36 años. Porque deja tres hijos chiquitos. Y porque muchos la vieron crecer en ese medio que se supone que sólo fabrica alegrías, éxitos y fama. También golpea porque a esa edad, la muerte -así como le ocurrió a ella, sin explicaciones- es brutalmente absurda. Y sobre todo, temprana. En la muerte de Romina Yan, tema central de casi todos los noticieros, tema excluyente de los programas de chimentos y tema por ausencia de quienes decidieron levantar sus programas, hay algo que conmocionó a la industria mucho más que otras muertes. Y por esta vez, el show no pudo continuar. Tinelli suspendió su programa, Mirtha Legrand no hizo sus almuerzos. Y Telefe reprogramó todo. La verdad es que no había mucho material del que servirse para justificar tantas horas dedicadas a Romina Yan. De perfil bajísimo, la actriz e hija de una dinastía televisiva (bisnieta de Jaime y nieta de Samuel Yankelevich, hija de Gustavo y Cris Morena) dio poco material para los cazadores de basura. ¿Por qué entonces la muerte de Romina Yan se convierte casi en una cadena nacional? La explicación más sencilla sería que porque ella es conocida y su familia forma parte de la industria. Y también porque alimenta todas las bocas hambrientas que tiene la tevé: la de la conmoción, la de la fama, la del morbo, la de las repercusiones entre los demás famosos, consternados con la triste noticia. Pero, todas esas verdades no alcanzan para explicar tanto despliegue. Ayer, en el diario “El País”, en una nota firmada por Vicente Verdú y titulada “Una sola víctima nos conmueve más que miles”, hay quizás una respuesta mejor. Dice Verdú: “¿Cuántos héroes caben en un guión de cine? No muchos, acaso uno o dos. Pero también, ¿cuántos casos personales altamente desdichados o campeones caben en el corazón de los lectores? Acaso dos o tres. Cinco ya sería demasiado. Los 33 mineros chilenos que se encuentran sepultados a 700 metros de profundidad son, en consecuencia, una multitud inabarcable. El sensacionalismo requiere concentración, récord, primicia, contundencia y simplificación. Un espectador, un lector, un radioyente no tiene tiempo para estar recibiendo día a día noticias y más noticias del mismo suceso. Llegados a un punto se aburren o se desinteresan. Se trata del “punto muerto” y es lo que ocurre con las decenas de cadáveres que provocan a diario los terroristas suicidas en Irak o Afganistán o, el pasado agosto, las lluvias en Pakistán. La sensibilidad se embota”. En el caso de Romina Yan, la sensibilidad no alcanza a embotarse. Ni siquiera alcanza a reaccionar al golpe. La noticia es triste, por donde se la mire: tenía sólo 36 años. Y se murió.

Verónica Bonacchi


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