Jorge Aragón, el hombre que sembró una nueva ruralidad

Jorge Aragón es ingeniero agrónomo y uno de los creadores de Janus, un proyecto integrador que impulsa volver a la producción sustentable

Redacción

Por Redacción

Por Juan Pablo Iozzia

Hace quince años, junto a su compañera, decidieron cambiar el ruido de la ciudad por el canto de los teros y el olor a pasto recién regado. Desde entonces, en su chacra Janus, vienen tejiendo una manera distinta de vivir y producir en el Alto Valle: más humana, más comunitaria y más atenta a lo que la tierra pide. A Jorge Aragón se lo encuentra siempre entre plantas, huellas de tractor y algún mate tibio que quedó apoyado sobre una tabla de madera.

Cuando recuerda aquel salto, Jorge sonríe despacio, como quien mira hacia atrás sin apuro. “Nos definimos como ingenieros agrónomos que decidimos migrar de la ciudad al campo para implementar un modelo agroalimentario sostenible de abastecimiento local”, dice, apoyando los codos en la mesa rústica donde todavía queda tierra del último trasplante.

No fue un capricho ni un arrebato: fue una decisión de vida. Integrar al agricultor con la comunidad y el Estado municipal, generar arraigo, mejorar la calidad de vida y honrar el ambiente. Hoy, tras quince años de prueba, error y aprendizaje, lo asegura con voz firme: “Una nueva ruralidad es posible en el Alto Valle”.

Janus nació a orillas del río Neuquén, en pleno corazón de Contralmirante Cordero. Allí, entre álamos altos que silban con el viento y gallinas que se cruzan por el patio como si estuvieran a cargo de todo, se levantó esta granja educativa que mezcla producción agroecológica, formación y comunidad.

“Janus se creó a partir de la visión de dos ingenieros agrónomos que desde hace quince años impulsamos un modelo de impacto ambiental, social y económico, combinando un propósito genuino con una tierra promisoria”, explica Jorge mientras señala los surcos prolijos de la huerta. Con el tiempo, la relación con el pueblo creció como crecen las plantas en verano: “Se fue consolidando un intercambio fluido y duradero. Con el municipio afianzamos lazos para acompañar el desarrollo territorial de la localidad”.

El día a día en Janus es un entramado sencillo pero profundo: niños corriendo entre los frutales, animales que conocen el nombre de cada visitante frecuente, y una huerta donde cada planta tiene historia. “Si tenemos la constancia de estar presentes en los detalles, el aprendizaje es permanente”, reflexiona Jorge, acariciando la cabeza de uno de los perros que lo sigue a todos lados. Después agrega, casi como una enseñanza: “Vivir en un organismo agrícola integrado con el ambiente del Alto Valle es habitar una totalidad dinámica, donde cada elemento cumple una función para mantener el equilibrio”. Y ahí están también los chicos, que con su curiosidad iluminan todo. “Los niños y los animales nos enseñan la forma natural de relacionarse con lo que nos rodea; en esa conexión reconocemos lo que nosotros llamamos la Nueva Ruralidad”.

Hay momentos que Jorge guarda como tesoros. “La primera vez que pisamos la chacra, la primera vez que cultivamos el suelo, la primera vez que cosechamos, nos remitieron a nuestros abuelos chacareros”, recuerda con los ojos brillosos. Y entonces entiende que Janus no es solo un proyecto productivo: es un gesto de gratitud. “Todo Janus es un reconocimiento a aquellos pioneros del siglo XX”. En cada fruto que sale de la huerta, en cada taller, en cada vecino que pasa a saludar, hay un pedacito de esa memoria que ellos eligieron honrar.

Su mensaje hacia afuera es simple, directo, sin vueltas, como las cosas del campo: “Otra agricultura es posible si la sociedad lo pide”. En Contralmirante Cordero, donde el río marca los ritmos y la tierra todavía guarda historias largas, Janus se volvió un faro discreto pero firme. Un lugar donde el agricultor, el vecino y el Estado pueden encontrarse para imaginar un futuro sustentable sin olvidarse nunca de dónde venimos ni qué raíces queremos cuidar.


Por Juan Pablo Iozzia

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