Será que la canción llegó del sur

El viedmense Lisandro Aristimuño editó su disco debut "Azules turquesas" a través del prestigioso sello Los Años Luz, que lo sumó a su selecto catálogo por una obra intimista en que convergen aires folclóricos, pop, rock y texturas electrónicas.

La edición de «Azules turquesas» es el premio que Lisandro Aristimuño recibió por la tozudez y la fe ciega en esas canciones suyas, frágiles, maravillosas y tan 'pequeñas' como profundas. Después de trajinar dos años por Buenos Aires con la mochila cargada de discos y de tocar todas las puertas, finalmente una, la del sello Los Años Luz, se abrió para este viedmense de veinticinco años.

El disco es el resultado tangible de esa peregrinación, y las canciones que alberga son el producto de la síntesis que Lisandro logró al tamizar el folclore que escuchó y aprendió en su casa, las melodías beatle, el reggae que le sale natural y la curiosidad por los sonidos y texturas electrónicas.

Lo suyo se ubica en la mixtura, la fusión de mundos, y todo confluye en armonía, donde nada le roba espacio a nada, fluye todo sin conflictos, y en definitiva gana la canción.

Aristimuño no hace concesiones, en general sus construcciones musicales son simples, pero nunca fáciles. Si bien hay temas que se te adhieren al cerebro de primera oída, retumba algo, una segunda sensación; como en «Tu nombre y el mío», tan bella y contundente, pero su profunda huella sureña es melancolía en dosis concentrada.

En un disco que mantiene un tempo relajado, «Canción de amor» y «Hoy me hace falta verte bien» son los puntos más dulces de la placa; acelerando el pulso, «En Kingston town» es un reggae soberbio, lírico y zumbón con un groove pesado y voces y guitarras juguetonas. Y por el lado de los temas más deformes asoman «¿Quién?» -combinación de guitarras con distorsión, aire y palmas flamencas y un cierre lírico y espacial- y «Tres días» con ritmo más «roquero» y algo retro.

La combinación de instrumentos acústicos -contrabajo, piano, guitarra y batería- logra un ensamble equilibrado con las programaciones del propio Lisandro, mientras su voz casi siempre desnuda, sin artificios, nos dice con sencillez lo que piensa el corazón.

Como valor agregado a este panorama, la lírica de Lisandro afirma su identidad y aporta al concepto en cuanto clarifica desde una poética concisa: «Pido tu mirada más alegre para mí / y que toda el alma se disuelva en el amor / cuando los almendros no se pasen de estación / buscaré más flores para darte mi canción de amor». (Canción de amor). «Hoy se respira viento sur, ese que nace del frío / horno de barro calienta el sol de los lugares perdidos. / Vuelve la calma de tu voz con la corriente del río / manto de cielo sobre el tendal teje tu nombre y el mío» (Tu nombre y el mío).

Ignacio Artola


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