Serrat volvió a emocionar a Neuquén con sus utopías

El cantautor catalán desplegó su cautivante personalidad ante más de 4.000 personas que colmaron el Ruca Che.Un recital intimista, a pura poesía con el inconfundible sello del artista.

NEUQUEN (AN).- Quizás ayer no fue un gran día, pero hubo alguien que lo compensó. Sólo fue necesario sentarse en la butaca a escucharlo para que todo alrededor se transformara en una experiencia mítica. Joan Manuel Serrat comenzó cantando esa entrañable canción que reza: «No dosifiques los placeres; si puedes, derróchalos» y el público le hizo caso.

El concierto que el «Nano» ofreció anoche ante más cuatro mil personas que colmaron el Ruca Che, fue algo más que un encuentro típico entre un artista y sus seguidores. Serrat se apoderó de un espacio despojado de toda escenografía, tampoco hacía falta, su presencia lo ambientaba todo.

El público lo recibió con el acostumbrado y estruendoso aplauso masivo, pero no fue fanatismo lo que existió en ese momento, no fue euforia descontrolada; fue un homenaje, un acto sentido de veneración, veneración no hacia el ídolo, sino hacia el hombre común capaz de generar lo que sólo Joan Manuel Serrat puede generar. Fue como esas cosas que no se pueden explicar porque aun no se inventaron las palabras para definirlas. Fue sencillamente mágico.

Y ya lo dijo Joaquín Sabina en su tema «Mi primo el Nano», «cuando canta le tiembla el corazón en la garganta». Y el corazón de cada una de las personas que asistieron a ese encuentro palpitó al sentir del «Nano». Cada una de sus canciones fue un sacudón de emoción que aceleró el torrente sanguíneo a su máxima potencia. Y pasaba una y otra canción y las sensaciones se renovaban y afloraban cada vez con más intensidad.

El recital se basó casi con exclusividad en recorrer la mayoría de las más de trescientas melodías que componen el repertorio de este catalán. Pero esta vez fueron versiones desnudas, íntimas, que matizadas por la guitarra catalana y el piano de Richard Miralles, pusieron al desnudo el alma de uno de los mejores intérpretes de habla hispana. Serrat se confesó a través de su poesía y el público le entregó la redención de su aplauso y su respeto.

A pocas horas de comenzar el concierto Joan Manuel ofreció una conferencia de prensa. «Estoy muy a gusto de volver a encontrarme con mi público, que después de un impasse profesional, me recibió con el mismo cariño y la complicidad de siempre». El honoris causa de la

Universidad Nacional del Comahue adelantó que después de más de 40 años de carrera «muchas cosas han cambiado y eso es lo bueno… Pero Serrat, sigue siendo Serrat»

Cuando se le preguntó si sus utopías siguen vigentes dijo «por suerte sí, siguen siendo las que tuve desde joven: libertad, democracia y pueblos en paz»

Antes de cerrar la ronda con los periodista y encaminarse hacia el escenario aseguró que «este show será especial, para ustedes y para mí». Y la profecía se cumplió. Nadie sabía si el de ayer iba a ser un gran día, pero cuando el sol amainaba ya se presentía que la noche sería especial.

Serrat pasó por Neuquén y pasó como diría Sabina, «cual hidalgo que no teme a gigantes ni molinos». Dejó su impronta en el aire y en la piel de la gente.

«Hoy puede ser un gran día y mañana también»… Si el «Nano» lo dice, tal vez sea cierto. A tono con un recital que respondió a todas las expectativas, la organización funcionó aceitadamente. Desde que el público llegaba al predio era conducido, con asistentes en lugares estratégicos, hasta los accesos al estadio.


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