Siete años de prisión a un hombre por abuso deshonesto

La condena le fue unificada, ya que tenía otra por facilitación de la prostitución.

VIEDMA (AV).- Un hombre de 72 años fue condenado a siete años de prisión por «abuso sexual» y «promoción y facilitación de la prostitución de una menor de 18 años». Se trata de Ervin Alfredo Osvaldo Langer Gierath, un ciudadano chileno domiciliado en bulevar Ituzaingó 827 de Viedma.

El imputado fue juzgado por el delito de abuso sexual contra una nena de 10 años, hecho por el que fue condenado a un año y tres meses de prisión. Esta sentencia fue unificada en siete años, teniendo en cuenta otra dictada en julio a seis años por «promoción y facilitación de la prostitución de una menor».

Para el Tribunal integrado por los camaristas penales María del Carmen Vivas de Vásquez, Pablo Estrabou y Eduardo Giménez el 15 de mayo de 2003, aproximadamente a las 13.45, Langer Gierath abusó sexualmente de una nena de 10 años aprovechándose de la circunstancia que la menor no se encontraba en condiciones de madurez para consentir el acto.

La chiquita había salido de su casa a realizar un mandado encargado por su mamá y al pasar por la vivienda del condenado, éste la invitó a ingresar. El abuso consistió en tocamientos en sus partes genitales.

La chiquita pidió ir al baño y cuando el hombre se dirigió al lugar escapó saltando la reja porque estaba todo cerrado.

Cuando regresó a su casa y le contó a su mamá lo ocurrido «se había orinado y hecho caca encima», según relataron la mujer, la nena y el médico que la atendió a las pocas horas de lo sucedido.

El fallo destacó también que la madre de la víctima describió a su hija como físicamente chiquita en ese momento, alegre y aclaró que sus conocimientos sexuales eran muy limitados y que recién ahora «le está informando debidamente el tema».

También indicó que a raíz de lo sucedido recibe tratamiento psicológico desde entonces.

La nena conocía al imputado por su nombre y por «el abuelo». En el juicio señaló que había ido varias veces a su casa con una amiga y otra vez sola. Recordó que el día del hecho fue a comprar pan y se lo encontró, la invitó a ingresar a la casa, le quiso dar caramelos y papas fritas y le regaló una cajita de crayones.

«Luego le pidió que la abrazara y le tocó sus partes íntimas. Le agarraba las manos y le pedía que le tocara el miembro. También la invitó a ver películas pornográficas pero ella no quiso», subrayó el fallo.

Agregó que la chiquita también relató que el acusado «le contó que le gustaba espiar a las parejas que se alojaban en su domicilio y que concurre al psicólogo desde que ocurrió este hecho».


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