Sin condiciones para invertir, la pobreza seguirá en alza

Los datos sociales de la Argentina generan alerta, desde hace muchos años, a la luz de una situación social que se fue deteriorando a pasos agigantados y cuyas consecuencias se pueden ver en la calle en el día a día. El aumento alarmante que ha tenido nuestro país en materia de delincuencia y narcotráfico en los últimos años, como flagelos de la sociedad, es consecuencia directa de los mayores niveles de pobreza e indigencia.

Pobreza e indigencia que hasta no hace mucho tiempo era negada, cuando algún encumbrado político del anterior gobierno machacaba con que los índices socioeconómicos de nuestro país eran mejores que los de Alemania.

Pero más allá de esos dislates políticos, claramente en la medida que la Argentina no logre mejorar sus niveles de inversión, tanto pública como privada, la pobreza seguirá siendo un flagelo implacable.

Hace poco tiempo atrás, desde el actual oficialismo se prometió pobreza cero, algo imposible de cumplir en cualquier sociedad.

Lejos de ello, los niveles de la deuda social mayúscula del país han crecido en forma importante en los últimos 12 meses, de la mano de la devaluación superior al 100%, de la inflación, el aumento de tarifas, la caída del consumo y finalmente la recesión.

Todo ese cuadro nefasto es el que se repite constantemente en la historia de la Argentina desde hace varias décadas y tiene como telón de fondo la falta de inversión en el país, que es el único camino que permite generar empleo y desarrollo.

Hoy, el proyecto más importante en la Argentina está en nuestra región, es decir, Vaca Muerta. Resulta muy poco para un país con las posibilidades que tiene la Argentina.

Actualmente el nivel de inversión global en la Argentina no llega al 22% del producto bruto interno, muy por debajo de los niveles que tienen otros países de la región, que superan el 30%.

Quizás suene sensacionalista el término, pero esa es la gran “tragedia” de la Argentina: que siendo el noveno país del mundo más grande y unos de los más ricos en cuanto a recursos naturales, posee niveles de inversión sumamente bajos e índices de pobreza que se orientan a los que tienen naciones africanas.

La inversión es el gran motor, el punto es cómo y cuándo la sociedad argentina podrá lograr conseguir que capitales locales y externos empiecen a generar empleo y desarrollo en forma perdurable.

Hay que ser sinceros. En este momento el proyecto más importante en cuanto a inversión en la Argentina está en nuestra región, es decir, Vaca Muerta.

Existen otras iniciativas que también captan interés como la minería y la energía renovable, y por el momento nada más.

Es elocuente que esto resulte muy poco para un país con las potencialidades que tiene la Argentina.

Del lado empresario aseguran que “nadie se va a jugar ahora” a invertir cuando hay una gran incertidumbre sobre lo que puede pasar en las elecciones.

Esa misma frase es la que se viene repitiendo de boca en boca desde que regresó la democracia.

De hecho, los únicos momentos en que en los últimos 30 años la Argentina obtuvo importantes niveles de inversión fueron muy acotados.

Se podría decir que en el controvertido momento de las privatizaciones de la convertibilidad, luego entre 2004 y 2006, cuando sobraba dinero en el mundo porque las tasas externas estaban en cero y, lo último, mucho más acotado, lo de Vaca Muerta.

Está claro que para que los capitales vengan y se instalen es necesario que el país consiga tener una economía relativamente estable, con su variables macroeconómicas sanas. Esto implica equilibrio fiscal, superávit comercial, baja inflación y tipo de cambio estable con presión tributaria equitativa.

Todos esos aspectos son lo que aún Argentina está lejos de lograr, lo que provoca caída de la inversión, desconfianza, alza del dólar e inflación.

¿Podrá la dirigencia política actual, tanto oficialismo como oposición, generar esas condiciones para que la Argentina pueda desarrollar una etapa de crecimiento e inversión sostenidos?


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