Borrar el apellido del padre que los abandonó puede ser una forma de sanar

En Río Negro, crecen los pedidos judiciales para modificar nombres o apellidos, especialmente entre niñas, niños y adolescentes. La jueza Laura Clobaz analiza el aumento de solicitudes para suprimir el apellido paterno y reflexiona sobre el derecho a la identidad, el abandono y el rol de la Justicia.

La supresión del apellido paterno no es un capricho, es una expresión profunda de identidad.

Cambiar el nombre no es solo un trámite: es, muchas veces, una manera de empezar a habitarse. En los últimos años, los pedidos judiciales para modificar nombres o apellidos se multiplicaron en toda la provincia de Río Negro. Hay niños que no se reconocen con el nombre que aparece en su DNI, adolescentes que piden ser nombrados con el género con el que se identifican, y adultos que quieren dejar atrás una marca familiar que ya no los representa.

La jueza Laura Clobaz, a cargo de la Unidad Procesal N°10 de Bariloche, analiza el aumento de solicitudes de supresión de apellido paterno en niñas, niños y adolescentes. Habla sobre el rol de la justicia, el peso del abandono, y la importancia del derecho a la identidad.

P: ¿Qué lugar ocupan hoy los pedidos de cambio de apellido?

R: Estadísticamente no hay cifras concretas, pero es evidente que estos casos han aumentado mucho en los últimos años. En mi unidad procesal, por ejemplo, tengo actualmente 40 expedientes en trámite de este tipo.

La mayoría son niñas, niños y adolescentes que solicitan suprimir el apellido paterno. En mi experiencia, en particular, nunca tuve una supresión de apellido materno. Vemos que tiene que ver con la ausencia de progenitores, que no solo son físicas, sino afectivas a lo largo de su vida.

P: ¿Cuál es el motivo más frecuente de estas solicitudes?

R: Generalmente se vincula con la ausencia del progenitor, y no solo una ausencia física, sino también afectiva y emocional. Hay adolescentes que nunca tuvieron un vínculo con su padre, que no se pudo construir ni sostener en el tiempo. Ese apellido termina siendo vivido como una carga, una violencia simbólica. A veces incluso ocurre con los nombres de pila, si fueron elegidos por ese padre ausente o son idénticos al de él; y es algo que viven con profundo dolor.

P: ¿Qué proceso judicial se sigue ante estas solicitudes?

R: No se resuelven de manera automática. Es un proceso judicial que analizamos caso por caso. Le damos trámite sumarísimo, con tiempos acelerados, porque entendemos lo que está en juego. En muchos casos es la madre quien acompaña, pero últimamente vemos adolescentes que, con patrocinio letrado, asumen ellos mismos la responsabilidad de hacer valer sus derechos. Detrás de cada historia hay abandono, dolor, y en borrar ese apellido encuentran una forma de sanación y reparación.

La jueza Laura Clobaz, a cargo de la Unidad Procesal N°10 de Bariloche.

P: ¿Los menores pueden pedir solos este cambio?

R: Es muy importante entender la diferencia entre capacidad de derecho y capacidad de ejercicio. La primera es la posibilidad de ser titular de derechos y deberes, que tenemos todos. La segunda es la posibilidad de ejercer esos derechos por uno mismo, y no se adquiere de golpe a los 18 años: es progresiva. Un adolescente de 16 años puede ejercer por sí este tipo de derechos. Se evalúa su capacidad desde una perspectiva interdisciplinaria, con otros profesionales, que ayudan a valorar su autonomía y madurez para decidir.

P: ¿Qué elementos se consideran?

R: Generalmente las presentaciones vienen acompañadas por un informe de un terapeuta que trabajó el tema. Si no, se solicita una pericia psicológica del cuerpo médico. Lo importante es indagar si el pedido es genuino y cómo repercute en su identidad el hecho de llevar un apellido que no lo representa, que le genera pesar.

P: ¿Qué pasa con el progenitor ausente?

R: En mi experiencia, como la mayoría de los casos tienen origen en historias de abandono, las demandas no son contestadas. Y para cuando llegan a la justicia, ya adoptaron en su vida social el apellido de su madre. Así los llaman en la escuela, en su entorno. Los momentos en que toman esta decisión son claves: al terminar la primaria, la secundaria o al recibirse. No quieren que en su título figure el nombre de una persona ausente. No es un simple papel: representa su esfuerzo, y no quieren compartirlo con alguien que los abandonó.

P: ¿Cómo toman conocimiento los chicos de que tienen este derecho?

R: Lo expresan en las entrevistas judiciales. Dicen que se enteraron por un compañero al que le pasó, o por redes sociales, y en las escuelas también se habla del derecho a la identidad.

En muchos casos la madre acompaña, pero últimamente los adolescentes asumen la responsabilidad de hacer valer sus derechos.

P: ¿Qué relación tiene esto con la cuota alimentaria o los deberes del padre?

R: Es algo que aclaramos mucho en las entrevistas: borrar el apellido del DNI no significa eliminar el lazo biológico ni las obligaciones legales del progenitor. Esto es una modificación registral, que busca reconocer la identidad dinámica de los chicos. Pero no exime al padre de su deber de manutención. De hecho, muchas veces, lo que sigue, después de la supresión del apellido es la privación de la responsabilidad parental. Ya no se necesita su autorización para trámites o decisiones. La única persona responsable es quien los cría.

P: ¿Cómo se inicia el trámite?

R: Deben concurrir a las defensorías oficiales. Es un trámite sencillo. Suelen ir acompañados por un adulto y con su documentación personal. Lo ideal es que también presenten un certificado de un terapeuta que haya trabajado el tema, y el testimonio de tres personas que den fe del vínculo familiar y de la ausencia del padre. Si eso no está, se hará a través de cuerpo médico. Si tienen abogado, bien, pero si no, el trámite es gratuito.

P: ¿Desde que lugar resuelven estos casos en la justicia?

R: Se resuelve entendiendo que no es solo u trámite, nombre y apellido no son solo una formalidad, forman parte esencial de la identidad de cualquier persona. Cuando una persona plantea esta solicitud, expresa un profundo deseo de ser coherente entre quién es, cómo se siente y cómo quiere ser reconocido. Detrás de cada pedido hay una historia de abandono que debe ser escuchada con sumo respeto y garantizar el derecho a la identidad.