Cinco décadas en Neuquén, formando jóvenes en oficios y valores

Es la historia del Colegio San José Obrero de Neuquén. Fundado por el Padre Juan Gregui en 1969, estuvo a punto de cerrar sus puertas durante la pandemia. Hoy más de 140 alumnos aprenden a trabajar y reciben contención familiar, emocional y espiritual.

Carpintería. Uno de los oficios más elegidos y con mayor salida laboral rápida.

Las buenas historias, las más relevantes, las que cambian la vida de las personas, suelen ser también las que pasan más desapercibidas.
Uno de esos recorridos, es el del Colegio San José Obrero de la ciudad de Neuquén. Una institución que ha transitado cada una de las épocas de la región, impulsando la formación profesional de los jóvenes más postergados.


La historia del colegio es también la de los miles de alumnos que se formaron en sus aulas durante los últimos 53 años, y hoy sirven a la comunidad. Un camino que estuvo a punto de ser interrumpido por la pandemia, pero que se mantiene firme en las mismas raíces de la provincia, y sueña con expandirse todavía más.


Con una matrícula total de 580 alumnos, en la actualidad, el colegio cuenta con Nivel Medio por la mañana, un secundario para adultos por la tarde, y un Centro de Formación Profesional (CFP) en horario nocturno. La formación en oficios convoca hoy a unos 140 alumnos que se forman en cinco especialidades: carpintería, tornería, soldadura, automotores y electricidad.


Precisamente, la formación en oficios y la contención de los jóvenes vulnerables, son los dos pilares fundamentales de la tarea que lleva a cabo la comunidad salesiana en el San José Obrero.
En cada uno de los oficios el año inicial sirve como el ingreso a la especialidad, mientras que los cursos subsiguientes ofrecen una mayor calificación. Cada uno de los cursos es de duración anual y otorga un certificado al final del recorrido.


En carpintería por ejemplo, el ingreso es con el curso de “carpintero de banco” en el que se trabaja carpintería manual y algunas máquinas simples. En el segundo año el curso es el de “carpintero mueblista”, especializado en madera maciza. En el tercer año el curso se enfoca en melaminas, trabajo que tiene una gran salida comercial y requiere pocas herramientas.


En el caso de la tornería, el ingreso se realiza con el curso de “operario metalmecánico”, y en el segundo año los chicos se especializan en tornería o fresadora. Los soldadores inician como soldadores básicos y llegan en años posteriores a soldar acero inoxidable. Quienes eligen automotores, comienzan el recorrido con electricidad del automotor y en el segundo año pueden certificarse como “auxiliares mecánicos de motores nafteros”, mientras que en electricidad el curso inicial es el de “montador electricista domiciliario”, y en la continuidad, los alumnos pueden optar por el curso de electricidad industrial o por el de bobinados de motores eléctricos.


En todos los casos la formación finaliza con “prácticas profesionalizantes”. “La idea es que el estudiante no viva solo una experiencia didáctica, sino que esté involucrado en una simulación laboral, o incluso en una situación laboral real”, explica Pablo Narvaez, Director del Centro de Formación Profesional (CFP). “Siempre culminamos realizando trabajos reales para clientes reales. Eso le da experiencia a los alumnos y una mano a la escuela generando recursos”, agrega.

“Intentamos no ser el dedo acusador que pone el foco en los errores que cometen los chicos, sino más bien acompañarlos y entender cuál es su contexto familiar o qué es lo que los lleva a transgredir todo el tiempo”

Carla Olivero, Coordinadora de Pastoral del San José Obrero


La certificación de la formación profesional es otorgada por la Provincia del Neuquén, con el aval del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET), con lo cual las capacitaciones están homologadas para poder trabajar en todo el país.


La pandemia fue un golpe importante. La dificultad de llevar a cabo los oficios de forma presencial, desalentó a la comunidad educativa y muchos decidieron postergar el estudio.


La Provincia de Neuquén aporta los salarios de la planta funcional, pero la institución debe afrontar el resto de los gastos, donde el funcionamiento y mantenimiento de los talleres, las máquinas y la energía, implican una enorme erogación mensual.
El costo de mantener las instalaciones vacías mientras estuvo restringida la presencialidad, hizo que incluso se llegara a considerar la posibilidad de cerrar definitivamente las puertas.

“La idea es que el estudiante no viva solo una experiencia didáctica, sino que esté involucrado en una simulación laboral, o incluso en una situación laboral real”

Pablo Narvaez, Director del Centro de Formación Profesional (CFP).


“Tuvimos serios problemas en pandemia para subsistir, no llegábamos a pagar sueldos y servicios”, explica Gastón Maina, Director General de la Obra y Director de Nivel Medio del Colegio San José Obrero. “Una factura de luz del San José Obrero puede llegar a los $150.000, y por momentos es muy difícil”, explica. Agrega que “ha sido clave el apoyo de la Legislatura de Neuquén como padrino de la escuela, y de distintas empresas que nos apoyan”.


La salida laboral es el elemento atractivo de la formación en oficios. Los alumnos cursan en horario nocturno, lo que les permite trabajar durante el día.
“Trabajamos codo a codo con las empresas, para que entiendan que la formación de los chicos luego repercute en especialización y mejora productiva en el trabajo”, explica Maina. Algunas de las empresas incluso se atreven a desafiar a los alumnos, y les imponen la continuidad en el estudio como una condición para sostener el empleo.


En efecto, la mirada social es el corazón del proyecto educativo.
El colegio tiene un arancel mínimo de $2.800 por mes, una cuota que representa apenas el 15% de lo que suelen cobrar otras escuelas públicas de gestión privada. No obstante, nadie se queda afuera si no puede pagar. Al contrario, se le insiste a los alumnos en que no se queden afuera por cuestiones económicas.

Soldadura. Quienes optan por este oficio logran incluso soldar acero inoxidable.


“Tenemos proyectos dentro de la casa para conseguir los fondos y becar a aquellos pibes que no pueden pagar”, indica Carla Olivero, Coordinadora de Pastoral del San José Obrero. Uno de esos proyectos se llama “Haceme el aguante”, y posibilita que la gente se sume para pagar la cuota de los chicos que no pueden.


“Intentamos no ser el dedo acusador que pone el foco en los errores que cometen los chicos, sino más bien sentarnos, acompañarlos, tratar de entender por qué hacen lo que hacen, cuál es su contexto familiar o lo que los lleva a transgredir todo el tiempo”, agrega Olivero.


Hay un gabinete que se ocupa de la escucha y el acompañamiento. “La idea es que todos en la escuela son parte de esta tarea. Los profes son los primeros en tomar contacto con la problemática de los chicos”, indica la encargada de la pastoral.


La escuela incluye. Y con esa premisa como guía, se trabaja con chicos que tienen problemas judiciales, situaciones familiares complejas y consumos problemáticos.

“Los chicos a los que muchas veces se discrimina por portación de rostro, por el lugar en donde viven, o por cómo se visten, pueden cambiar. Y puede cambiar su historia”

Gastón Maina, Director General de la Obra y Director de Nivel Medio del Colegio San José Obrero.


La cuestión de género también está presente. Pese al cambio de época que ha puesto a la mujer en un lugar de protagonismo social nunca antes visto, siguen existiendo barreras para que las mujeres accedan a ciertos oficios y ámbitos laborales. En el San José Obrero también se trabaja para romper esos preconceptos. En la actualidad el 15% de la matrícula es femenina.


Hacia el futuro, la intención es avanzar con la implementación de cursos cortos no formales como el de panadería o el de bicicletería básica, a fin de ofrecer otras alternativas de formación laboral rápida y accesible. De igual forma, se trabaja para abrir una escuela de formación primaria en el oeste de la ciudad de Neuquén, donde arrecian los altos niveles de analfabetismo.


“Tenemos alumnos que se han convertido en empresarios, otros que han logrado progresar en su profesión. Algunos han regresado como profes del colegio. Y otros simplemente se acercan con una colaboración, en gratitud por todo lo que el colegio les dio” relata Maina.


“Los chicos a los que muchas veces se discrimina por portación de rostro, por el lugar en donde viven, o por cómo se visten, pueden cambiar. Y puede cambiar su historia” afirma el director al final de la entrevista.
No hay mejor resumen, ni mejor esperanza.

Un legado de vocación por los jóvenes más vulnerables

El Colegio San José Obrero fue creado por el padre salesiano Juan Gregui en el año 1969. Previamente el mismo sacerdote ya había fundado el Colegio Don Bosco, donde aspiraba a que funcionara una escuela de artes y oficios, compromiso que el cura asumió con el gobernador Asmar.


La historia cuenta que el Colegio Don Bosco rápidamente “se llenó” de ex alumnos salesianos de toda la provincia.
Fue entonces que para cumplir el compromiso asumido en relación a la creación de un lugar donde se pudiera capacitar en artes y oficios a los jóvenes neuquinos, Gregui dejó funcionando el Don Bosco y decidió fundar el San José Obrero.


La ayuda del primer obispo de Neuquén fue determinante. En efecto, fue Jaime de Nevares quien compró y entregó al padre Gregui los terrenos donde hasta la actualidad funcionan las instalaciones del Colegio San José Obrero.


Desde el momento de su creación, siempre la institución tuvo como eje rector la formación en oficios de los jóvenes, y en especial aquellos que se encuentran en estado de vulnerabilidad.
En aquel momento, el petróleo apenas asomaba y la fruticultura era la actividad principal de la región.

Equipo. La conducción del San José Obrero y su vocación por los jóvenes más postergados.

Con ese escenario, los alumnos eran en su mayoría los hijos de los trabajadores de la cosecha, y también los hijos de los migrantes chilenos que llegaban a trabajar en la fruta y decidían quedarse en la provincia.
Siempre los alumnos de la escuela fueron los jóvenes hijos de los trabajadores.


“A lo largo de los 53 años de trayectoria del colegio, nuestra decisión ha sido seguir formando a estos jóvenes, los más vulnerables de la ciudad y de las ciudades vecinas” asegura Gaston Maina, Director General de la Obra.


La vocación de Gregui por los jóvenes se mantiene vigente hasta el día de hoy en ambas instituciones salesianas neuquinas. La visión de Don Bosco de procurar dignidad y derechos para el trabajo de los jóvenes, sigue siendo la premisa. El padre italiano fue el primero en firmar un contrato de aprendizaje laboral en Argentina, con el cuál no solo se logró la incorporación de los jóvenes al trabajo, sino que se delimitó la jornada de trabajo a 8 hs, que hasta ese momento era de 12 hs.

Dato

140
Los alumnos del Centro de Formación Profesional. La matrícula total del Colegio llega a los 580 alumnos.


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