Cuando se jubila un maestro: Richard Losi y una historia única

Después de más de tres décadas en la docencia, “Richard” Losi dejó la actividad en las aulas. Fue profe y confidente de varias generaciones en Junín de los Andes.

No todos son iguales, pero algunos trascienden y dejan huellas imborrables. Cuando se jubila un maestro quedan sensaciones y recuerdos para toda la vida. La semana pasada dejó su tarea en las escuelas Víctor Losi, más conocido como “Richard” por la gente del pueblo.

Junín de los Andes lo tiene como uno de sus habitantes más icónicos de las últimas décadas, uno de esos personajes esenciales cuya influencia en la vida diaria de la gente lo hace único.

Es que ha recorrido lugares tan diversos que es difícil que alguien no haya tratado con él en algún momento de su vida o, al menos, no lo haya escuchado nombrar.

Durante su extensa carrera como docente y preceptor, pasó por distintas escuelas y colegios. Su sello distintivo siempre fue la parte humana por encima de cualquier conocimiento que la “Escuela Normal” deja como enseñanza.

El interior neuquino tiene tantas bondades como hostilidad. Al igual que en tantas otras partes del país, no todos atraviesan la misma realidad y, si hay alguien que supo siempre escuchar y preguntar, fue Richard.

Con sus rulos al viento y su clásica sonrisa, el maestro fue conociendo uno por uno a los chicos y chicas que tuvo en frente. Desde el que más tenía hasta el que más necesitaba. Si hay una virtud que tuvo en su vida y en su tarea docente es habernos considerado personas antes que estudiantes.

Y él se paró en el mismo lugar, por eso no era raro verlo en los recreos sacando un lateral al área en esos partidos que jugábamos en el patio del Colegio Ceferino Namuncurá. Eran verdaderas batallas campales, pero fueron necesarias para igualarnos cuando en los otros planos éramos todos tan distintos. Los valores van por quienes somos, no por lo que tenemos. Esa, entre tantas cosas, nos dijo el maestro Richard.

Nunca es casualidad la presencia del fútbol. Richard fue, es y será uno de sus principales difusores en el pueblo. Con una pasión pocas veces vista, a través de las radios locales relató durante años los partidos de la Liga Huiliches. Casi siempre fue a la intemperie, incluso debajo de la nieve con temperaturas bajo cero. En cada paso reafirmó ser parte de esa cultura popular que entendió como pocos en el sur de la provincia.

Y si de cultura se trata, los escenarios de Junín lo conocen bien. Ya sea en alguna escuela o en el Centro de Iniciación Artística (CIA) de la ciudad, encabezó y fue protagonista de obras de teatro que siempre tuvieron una mirada particular de la realidad. Nunca dejó de abrir puertas para chicos, chicas y también para los más grandes, que encontraron en el teatro una forma única de expresarse.

Las marcas que un maestro puede dejar son indelebles. No pasa con todos, pero quienes lo hacen se meten en el corazón de su pueblo.

Ya sea con un libro en la mano, con una pelota bajo el brazo, el micrófono prendido o actuando en alguna obra, Richard nos enseñó que, como dice la conocida frase “bien parado o en la lona, hay que ser buena persona”.


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