Dos tragedias en la Ruta 22 la golpearon y hoy es un ejemplo de fortaleza

La vida de Dora, trabajadora rural de Fernández Oro, está marcada por accidentes. Primero perdió a su papá y dos años después a su pareja. Hace todas las tareas de la chacra y mantiene a sus cinco hijos.

Siente escalofrío cada vez que cruza la Ruta Nacional 22. Aunque trata que la necesidad de atravesarla se reduzca al mínimo, el paso por allí es inevitable. Tan ineludible como la mezcla de impotencia y dolor que le produce transitarla cada vez. Su sentimiento tiene un origen, es la ruta en donde murieron su papá primero y su amor años después.

Dora Quidel (40) vive en una chacra en Fernández Oro, ubicada atrás del barrio La Unión. Un kilómetro hacia el sur la separa de la vía nacional, que trata de recorrer contadas veces en la semana.

Es que sus días son muy distintos desde que la fatalidad la tocó de cerca. A pesar de todo la mujer no afloja y todos los días sale a trabajar en las 10 hectáreas en donde vive hace casi dos décadas. Desde que su pareja falleció, su hacer es el sostén económico de su familia numerosa, porque con Aureliano Anguita (38) tuvo cinco hijos Brian (19), Verónica (17), Melina (11), Magalí (9) y Noha (4).

“Iba en auto, solo, un mediodía. Fue para el día de los enamorados, porque iba a comprarme un regalo. Casi llegando a la Isla Jordán fue el accidente. El que lo chocó nunca fue preso y a nosotros nos cambió la vida”, comentó con tristeza Dora mientras le hacía frente a la dura helada del miércoles con la pala en mano. Ya es tiempo de limpiar acequias.

Aureliano chocó un contra un auto de frente, cuando éste último habría cambiado bruscamente de carril. Antes había sido el lamentable turno de su padre, Javier Quidel (54), el 13 de abril del 2012. “Iba en una moto 110 cc. saliendo de la chacra, porque también trabajaba acá. A la altura del cruce de la escuela 40, como a las 13, chocó contra un auto que venía a 160 kilómetros por hora, ahí se clavó el reloj de la velocidad”.

Volver a empezar

La tragedia sucesiva afectó a todos. Su hijo de 19 dejó de estudiar para trabajar en la chacra. “Hace poda, raleo, cosecha”, apuntó su mamá. Su hija de 17 también abandonó el colegio. “Cuida a su hermano y hace la comida para cuando todos volvemos a casa”.

“Y a la nena de 9 la muerte de su padre la afectó tanto que todavía no puede leer”, agregó la mujer.

Dora nació en Cipolletti, y hace 16 años que vive con su familia en “la chacra de Artero”, como la conocen. Aureliano, también cipoleño, era peón rural. Vivieron un tiempo en barrio Puente 83 y después se mudaron a esa porción de tierra en donde la mujer había vivido en su infancia.

Ella creció ahí, todavía recuerda los tiempos en que el fuerte no eran los manzanos y los duraznos, sino la cebolla y el zapallo. “En ésa época, en los ‘90, no se veían mujeres en la escalera”, señaló.

“Me hizo un cambio al 100 por ciento cuando falleció mi marido. Antes trabajaba muy poco en la chacra, más bien me dedicaba a mis hijos y a las tareas de la casa. Después de lo que pasó tuve que salir y hacer de todo”. Hoy es la única mano de obra femenina entre los peones.

De lunes a lunes

A las 7 arranca su día, un ratito después están en la entrada de la chacra junto a su hija de 11 años esperando el transporte que la lleva a la escuela. A las 8:40 pasa el segundo colectivo, que viene por su hija de 9. “Cuando ella se va empieza mi trabajo, hasta las 12. Después paro a comer y vuelvo a salir a las 14 y entro a las 18, pero a tomar el rol de madre y a hacer las cosas de la casa”, explicó la mujer, que apaga la luz a la medianoche.

Esa es su rutina de lunes a sábado, y cada domingo vuelve a poner el cuerpo. “Es lo mismo que en la semana, porque es el día de juntar leña para estar calentitos en la semana”.

Su cuerpo siente el peso de la rutina y el duro trabajo que la acompaña. “Llega un momento en que te cansas, pero miro a los chiquitos y no puedo aflojar”. Ante todo Dora destaca el compañerismo en el grupo y del dueño de la chacra que le brindó una casa para vivir. Las tareas que le tocan son variadas. “Pico pala se llama cuando además de limpiar las acequias con la pala para retirar las hojas, se cava una pala más para bajar la profundidad”, explicó y recordó los dolores de espalda que tenía el invierno pasado, cuando estuvo abocada a la tarea sin pausa durante un mes. La misión de hacer “pico pala” en los canales de agua internos es para ella la más dura, igual la prefiere antes que hacer la poda de los frutales, que no le gusta nada.

“Me hizo un cambio al 100 por ciento cuando falleció mi marido. Después de lo que pasó tuve que salir y hacer de todo”.

Dora Quidel (40), trabajadora rural en una chacra de Fernández Oro.

Víctimas de la Ruta 22

Quiénes eran

Aureliano chocó un contra un auto, cuando éste último habría cambiado bruscamente de carril. Antes había sido el lamentable turno de su padre.

Datos

“Me hizo un cambio al 100 por ciento cuando falleció mi marido. Después de lo que pasó tuve que salir y hacer de todo”.
Javier Quidel, 54 años (13/4/2013)
Iba en moto y fue arrollado por un auto que viajaba a 160 km/h. El accidente fue en cercanías de la Escuela 40.
Aureliano Anguita, 38 años (14/2/2015)
Viajaba en auto y murió en un choque de frente con otro vehículo que, según la familia, venía por el carril contrario.
Aureliano chocó un contra un auto, cuando éste último habría cambiado bruscamente de carril. Antes había sido el lamentable turno de su padre.

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