La feria de Regina que empezó como trueque y ya lleva 17 años

Es el punto de encuentro de centenares de familias que buscan cada fin de semana ropa y otros productos a bajos precios. Los feriantes encuentran ahí el lugar para vender y subsistir. Ya no hay intercambio de bienes y servicios como al principio.

Carece de una organización formal y vanos fueron los intentos por lograr un ordenamiento en su modalidad, pero desde hace 17 años la feria del trueque se mantiene viva y siempre vigente en Regina.

Ya no se intercambian bienes ni servicios como en su origen, pero la feria sigue siendo un punto de encuentro para miles de personas que buscan acceder a ciertos productos a bajos precios.

Cada viernes y sábado, en especial este último día, cerca de un centenar de personas llegan hasta la zona céntrica de Villa Regina para ocupar un espacio donde mostrar los productos que tienen a la venta, mientas que otras personas caminan, preguntan precios, se prueban alguna prenda o calzado antes de elegir algo para llevarse.

El punto elegido son los parques Eduardo Chiuchiarelli y Francisco La Rosa, ubicado sobre la margen norte de la avenida Nueve de Julio, en los terrenos que el Municipio parquizó y pertenecían a los ferrocarriles.

A lo largo de 400 metros, entre las calles Monseñor Esandi y Dorrego, muchas personas y familias completas llegan cada fin de semana para ocupar una parte del predio y allí mostrar lo que tienen a la venta. En su gran mayoría se trata de ropa y calzado, pero no faltan quienes venden plantas, verduras, artículos de regalería, algunos electrodomésticos, herramientas para el hogar y para el automóvil, fundas para celulares y cables. Incluso en algunas oportunidades se puede dar con algunos animales de granja como pollos y conejos.

El origen de la feria se remontan al 2001, momento en el que se vivía una crisis económica y social en el país.

Replicando lo que ya ocurría en otros puntos del país, en Villa Regina también se comenzó a implementar la feria del trueque, donde cada uno aportaba lo que podía hacer, había ofertas de ropa en desuso, otros que ofrecían saberes, como trabajos de albañilería, plomería o electricidad, tareas de jardinería, o bien de enseñanza, otros alimentos elaborados o productos de granja.

El paso de los años hizo que el trocar bienes o servicios cayera en desuso, pero que se mantuviera la feria como una posibilidad de comercio no regulado, con la venta de bienes de segunda mano, pero que estuvieran en buenas condiciones.

“Yo comencé a venir cuando se inició la feria en 2001”, cuenta Irma Rocha, una jubilada que todos los sábados junto a otras familias que también participan desde hace muchos años tienen un espacio ganado en el sector donde se inicia el paseo de la feria, en cercanías del teatro de la Cooperativa La Hormiga Circular.

En su caso cada sábado a las 7:30 de la mañana ya está en su puesto debajo de unos árboles de sauce que brindan una sombra reparadora en días de intenso calor, para comenzar a ordenar la ropa y calzado que durante la semana va recolectando para luego venderlo en la feria.

“En los últimos años hubo gente que se quiso poner en el rol de organizador, pero lo hicieron por su cuenta, sin contar con el aval del resto de la gente. Esta es una feria que aunque no tiene un coordinador ni una organización formal sigue funcionando”, agregó.

“A veces la gente piensa que es el movimiento del pobrerío, pero no es así. Quienes vienen habitualmente pueden ver a personas que tienen dinero, que vienen con sus grandes camionetas, para poner cosas a la venta. Es una feria abierta para todos”, comentó finalmente la mujer.

Durante los meses de cosecha es muy habitual ver a los trabajadores que vienen desde otros puntos del país ir a este lugar para comprar ropa, muchas veces porque vienen con bolsos sin mucha indumentaria. “Cuando son días de cobro, se ve como crece el movimiento de gente, ves a los cosechadores que vienen, pasean, compran, porque se pueden encontrar buenas cosas a muy buenos precios. A veces podes ver ropa que en comercios donde la venden nueva cuesta entre mil o dos mil pesos, y acá la compra por 100 o 150 pesos”, señaló otro de los feriantes.

El funcionamiento de la feria hizo que en varias oportunidades desde la Cámara de Comercio, Industria y Producción elevaran su reclamo, porque sentían que había una competencia desleal, al haber puesteros que ponían a la venta ropa nueva, compitiendo de esta manera con el comercio establecido.

Esto llevo a que en 2016 el Concejo Deliberante sancionara una ordenanza con el fin de regular el funcionamiento de la feria, en especial con la prohibición de venta de artículos nuevos, y fijando que en el caso de indumentaria, la misma debía ser usada, en tanto que el resto de los bienes debían ser de producción artesanal.

En cifras

“Venimos en algunas oportunidades para vender ropa, para juntar fondos para el grupo de Infancia y Adolescencia Misionera”.

Juan Güento,

vendedor ocasional

de la feria

Cada fin de semana el paisaje de la feria varía. No siempre son los mismos vendedores y puede aparecer gente que va sólo esa vez.

“A veces la gente piensa que es el movimiento del pobrerío, pero no es así. También vienen personas que tienen dinero”.

Irma Rocha, una de las feriantes que lleva más años en el lugar

“Siempre se vende todo”

Un punto en el que todos coinciden, es que la feria brinda muy buenos resultados para quienes venden, pero también da buenas oportunidades para quienes compran, ya que por ejemplo es posible acceder a pantalones de jeans o ropa de grafa para el trabajo a valores que oscilan entre los 50 y los 150 pesos.

“Una cosa es segura, el precio no lo pone el que vende, sino el que compra. Vos como vendedor pones un valor de referencia, pero siempre el que compra te ofrece menos para llevarlo”, comentó una de las puesteras que concurre habitualmente a la feria.

Juan Güento, es otra de las personas que ocasionalmente concurre a esta feria para vender. “En nuestro caso venimos en algunas oportunidades para vender ropa, lo que nos permite juntar fondos para el grupo de Infancia y Adolescencia Misionera, y siempre se vende todo”, comentó.

Para las ocasiones en que concurren para poner elementos a la venta, cuentan con la colaboración de personas que donan ropa usada en buenas condiciones. “Mucha ropa se vende a valores muy bajos, 5, 10 o 15 pesos; la gente compra, e incluso algunos otros puesteros vienen y nos compran cuando ya no tienen nada”.

También grupos de chicos, en especial adolescentes usan la feria como una fuente de recursos económicos. En grupos se instalan en distintos puntos a lo largo de los 400 metros que esta feria ocupa cada sábado.

“A veces venimos a vender cosas. El dinero nos sirve para muchas cosas, para salir el fin de semana o pagar el viaje de estudios”.

Un adolescente que ofrece sus cosas en algunas ocasiones

Datos

400
metros es la extensión de la feria en la ciudad, desde Monseñor Esandi hasta Dorrego.
2001
es el año de la profunda crisis de Argentina, cuando se sucedieron varios gobiernos. Ahí nació la feria de Regina.
“Venimos en algunas oportunidades para vender ropa, para juntar fondos para el grupo de Infancia y Adolescencia Misionera”.
Cada fin de semana el paisaje de la feria varía. No siempre son los mismos vendedores y puede aparecer gente que va sólo esa vez.
“A veces la gente piensa que es el movimiento del pobrerío, pero no es así. También vienen personas que tienen dinero”.
“A veces venimos a vender cosas. El dinero nos sirve para muchas cosas, para salir el fin de semana o pagar el viaje de estudios”.

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