Los 23 años de la avalancha del cerro Ventana y los recuerdos de una estudiante en la reconstrucción de la tragedia

Cielo Bozzarelli integró el contingente estudiantil que bajó por otro sector de la montaña. Esa tarde escuchó un ruido, pero no vio nada. No supo de la tragedia hasta horas después. Su acompañamiento a los padres de las víctimas, el pedido para “sondear” en el lugar y el día después.

«Escuchamos como un destello, como si un árbol grande se hubiera caído, pero no vimos nada. Al llegar al Club Andino, solo nos dijeron que nos fuéramos rápido a casa para que nuestras familias supieran que estábamos bien. No imaginábamos lo que había pasado». Cielo Bozzarelli recuerda cada instante de ese día -y los que siguieron- con una precisión intacta, como si no hubieran pasado ya 23 años.

La avalancha del cerro Ventana que arrasó con la vida de nueve estudiantes de la carrera de Educación Física del Centro Regional Universitario Bariloche (CRUB) se recuerda cada primero de septiembre, con caminatas al lugar del accidente, actos, encuentros, murales, ofrendas florales. Todo vale para no olvidar.

«Para algunos, esta fecha significa recordar y celebrar la vida. Me emociona ver a las nuevas generaciones que siguen estudiando y apostando a que todo sea mejor», reconoció Cielo que egresó como profesora de Educación Física en 2007.

El día de la tragedia, dos grupos de estudiantes ascendieron el cerro Ventana por diversos sectores. El de Cielo subió por la zona del Ñireco, algo alejado del lugar donde se desencadenó la avalancha. «Escuchamos un ruido fuerte pero no vimos nada. Al llegar a la base, solo nos pidieron que dejemos los botiquines que llevábamos encima. El colectivo nos dejó en el Club Andino donde nos pidieron un listado de los alumnos que habíamos hecho la salida a la montaña. Ahí empecé a sospechar de alguna catástrofe. Recuerdo que nos dijeron: ‘Apenas terminen, se van a sus casas para avisar que están bien», relató.

El grupo de estudiantes de la carrera de Educación Física del CRUB. Foto: archivo

Al llegar a su casa, supo que su madre había salido desesperada al Club Andino en busca de alguna noticia. Cielo seguía sin entender qué había pasado hasta que prendió la televisión. Crónica TV informaba sobre una avalancha en un cerro de Bariloche y los rescatistas no encontraban algunos cuerpos. Sin dudarlo, regresó a la facultad.

Para Cielo, uno de los momentos más complejos fue recibir a los padres de los alumnos que habían muerto que llegaban de otras localidades de la región. «Muchos no eran de Bariloche y venían a ver qué había pasado, sin saber mucho del accidente. Nadie tenía celular entonces», señaló.

Cielo, junto a otros compañeros, se ofrecían a «sondear» en el lugar del accidente, pero la respuesta era negativa. De modo que el circuito se acotaba de la facultad al Hospital Privado Regional constantemente.

«Recuerdo que estaba la mamá de los mellizos Nicolás y Martín Lemos que eran los más allegados míos. La mujer tenía un cuello ortopédico porque del estrés se había mareado varias veces. Martín falleció y a Nico, le tuvieron que poner una placa de titanio en la cabeza. Estaba en terapia y lo primero que nos preguntó fue qué le había pasado a Martín. No sabíamos qué responderle. Fue durísimo«, lamentó.

Cielo decidió concurrir a todos los velatorios: «No me quería perder nada porque, de alguna forma, era entender lo que estaba pasando«.

Aseguró que, al día de hoy, los sobrevivientes del Ventana transitan el primer día de septiembre «como pueden»: «Nosotros celebramos estar vivos, podríamos no estarlo. Hay otros compañeros que quedaron con mucha culpa: ‘¿por qué ellos y no yo?’; otros siguen con terapias de duelo y hay quienes no quieren comunicarse para nada. En mi caso, haberme dedicado a la docencia me lleva a una mirada de reconstrucción de los hechos y esperanza para mejorar».

En 2007 se hizo un primer mural en la sede de la Universidad Nacional del Comahue basado en un dibujo de Gimena, una de las víctimas, días antes del accidente: había dibujado una luna menguante y ocho estrellas. «Lo había dibujado en la casa donde vivía. Una luna y ocho estrellas que sumaban nueve, como las víctimas. Además, el accidente había ocurrido en luna menguante, al igual que el día que se encontró el cuerpo de Gime», comentó.

El mural estuvo acompañado de algunas frases que fueron consensuadas con Marcela Ceballos, una de las de profesoras e impulsoras del programa Esquí Escolar: «Un proyecto esperanzador después del accidente. Fue como una excusa para calmar con tanto dolor. Había chicos que, quizás, tenían un tío que había sido víctima de la avalancha. Todo se entrelazó, uniendo la montaña como un lugar esperanzador«.

Como el mural se estaba deteriorando, este año las autoridades de la universidad decidieron reconstruirlo. «‘¿Hay fuerzas para encarar este proyecto?’, me consultó Marcela. Y una amiga muralista Liliana D´Urzo se puso la 10: se comprometió con la historia, se entrevistó con alumnos, en su taller hizo gigantografías del Ventana y yo volví al lugar en busca de alguna imagen representativa. Consensuamos que la mejor era el cañadón donde ocurrió el accidente», puntualizó y añadió: «Va desde los colores oscuros de aquella noche hacia un amanecer de amancay y colores naranjas, con el vuelo de un cóndor».

El mural de la artista Liliana D´Urzo en el Centro Regional Universitario Bariloche (CRUB). Foto: Chino Leiva

Ese 1 de septiembre del 2002

-La avalancha ocurrió a las 17 cuando un grupo de 16 alumnos y el profesor Andy Lamuniere regresaban del cerro Ventana, tras alcanzar la cumbre a los 1900 metros de altura, por la ladera norte hacia el barrio Pilar II.

-El contingente fue arrastrado por una avalancha de tipo fusión (nieve húmeda y muy pesada) unos 300 metros por un cañadón de piedras y rocas.

-Seis personas lograron sobrevivir, pero otros 9 alumnos perdieron la vida. Los rescatistas demoraron varios días para recuperar los cuerpos. Incluso, el de Gimena Padín, de General Roca, se encontró recién dos meses después.


"Escuchamos como un destello, como si un árbol grande se hubiera caído, pero no vimos nada. Al llegar al Club Andino, solo nos dijeron que nos fuéramos rápido a casa para que nuestras familias supieran que estábamos bien. No imaginábamos lo que había pasado". Cielo Bozzarelli recuerda cada instante de ese día -y los que siguieron- con una precisión intacta, como si no hubieran pasado ya 23 años.

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