Testimonios de aquel chico de 14 años movilizado por el ejército de Hitler

Otto Zeug relata cómo conservó un documento que salvó su vida.

NEUQUEN (AN).- Otto Zeug intuyó esa mañana del 25 de abril de 1946, cuando el ejército estadounidense le entregó ese documento, que debía conservarlo. Era el certificado de pago por 30,60 dólares que acreditaba casi un año de cautiverio y tenía la firma del mayor Donald Muller. La Segunda Guerra había terminado en Europa tras la rendición de Alemania el 8 de mayo de 1944. El documento está hoy amarillento, pero es el testimonio de otra historia del horror.

«La guerra terminó el 8 de mayo del 44. Yo estaba uniformado y armado, era un soldado regular de 14 años», cuenta Zeug, que ahora vive en Cipolletti.

El niño pasó a ser adulto en un instante. El ejército alemán lo obligó a enrolarse en octubre de 1944, cuando la derrota era inevitable. «Me incorporé a la unidad de mi ex maestro de escuela. Ya estaba separado de mi familia», relata. «¡Qué ideología podía tener!», explica para tomar distancia del régimen nazi.

Uno de sus hermanos había muerto en el frente ruso, en 1942 a los 18 años. Y el mayor se había quedado en Argentina, donde Otto había nacido en 1930. Sus padres habían decidido retornar a Alemania en 1933, cuando Adolf Hitler había tomado el control del país.

Recuerda la partida desde Buenos Aires y el incidente con su hermano que optó por quedarse. 15 años después su hermano mayor sería fundamental para que Otto regresara.

El bautismo de fuego fue el 4 de octubre de 1944 contra las guerrillas yugoslavas. Después, lo trasladaron a Viena donde enfrentaron en combates callejeros durante varias semanas a los rusos, que habían ingresado por Hungría. Para sobrevivir, la clave eran dos palabras. «Mamita llora. Eso significaba abandonar las filas y sálvese quien pueda», señala.

Se enteró que la guerra había terminado por un panfleto que cayó de un avión alemán. Era el mediodía del 9 de mayo de 1945, «pero los tiroteos seguían», asegura. Minutos después todo había terminado.

Otto estuvo detenido en un campo de prisioneros que los rusos improvisaron. Pero decidió escapar junto con dos compañeros. El desastre alemán en el frente ruso y el destino de esos soldados los atemorizaba.

Deambularon varios días por las montañas, a una distancia prudente del camino, con la intención de entregarse a los americanos. Se las ingeniaron para robar de un convoy ruso ametralladoras, granadas de mano y algo de comida.

«Estaba arreglado con mis dos compañeros que si chocábamos con los rusos, nos defendíamos con las armas que teníamos y hasta la penúltima granada, después nos abrazábamos y tirábamos del seguro de la última», rememora, conmovido aún.

La madrugada del 17 de mayo de 1944 ubicaron a los americanos. Luego, vinieron los meses en distintos campos de prisioneros, sin comida y sin abrigo. En uno de ellos, ubicado en Salzburgo, Austria, conoció en agosto de 1945 al general George Patton. Todavía recuerda el brillo del casco cromado que lucía ese hombre al que todos aplaudían para saludarlo.

Trabajó en Munich en la limpieza de los escombros y en la detección de las bombas que no habían explotado. Allí vivió varios meses en otro campo de prisioneros. Después lo asignaron a un hotel, donde aprendió cocina hasta su liberación.

Otto se pudo comunicar con sus padres el 13 de enero de 1948 ayudado por la Cruz Roja. Vivían a unos 80 kilómetros de Berlín bajo dominio ruso. Recién los pudo abrazar el 2 de mayo. Luego, vinieron los problemas en su intento por regresar a la Argentina.

El 24 de diciembre de 1950 emprendió el viaje para reencontrarse con su hermano. Asegura que no imaginaba los crímenes que se cometían en los campos de exterminio. «A nosotros nos habían mandado al frente», argumenta.

Nota asociada: Historias de sobrevivientes 60 años después de la rendición de la Alemania nazi

Nota asociada: Historias de sobrevivientes 60 años después de la rendición de la Alemania nazi


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