Travesía capital a fuerza de Talero

El convoy del secretario de gobierno arribó a la Confluencia junto con la negativa

Los hechos más inmediatos por el cambio de la capital neuquina -la mudanza, el trazado urbano y erección del chalet gris o casa de gobierno- se aceleraron desde fines de julio de 1904. No fue ajeno a parte de esas acciones, Eduardo Talero, el bogotano exiliado, secretario de gobierno y gobernador interino en Chos Malal, la capital que en la práctica dejaría de serlo con la partida de ese funcionario: lo hizo el 2 de agosto con el grueso de la carga. La inminencia de ese voluminoso traslado inundó a la vieja capital de Neuquén de noticias y rumores. Entre estos últimos, algunas voces aseguraban que la capital retornara a la sede anterior. Los telegrafistas de Chos Malal y la Confluencia repiqueteaban los mensajes cruzados entre Talero y Bouquet Roldán, este último instalado como en un transitorio camping a la vista del lejano verdor orillero del Limay.

 

Punto y banca

De las resistencias de chosmalenses creció -inútilmente- la de no ceder el juzgado letrado y el asiento de la cárcel. El juzgado estaba equidistante de varias poblaciones y asentamientos rurales y mineros donde se suscitaban los conflictos a ventilar ante esos estrados. Mantener en ese punto la cárcel significaba casi un centenar de bocas que alimentar, además de proveer a custodios y seguridad, sin perder el nutrido cuartel militar, conjunto total que equivalía a un buen negocio para los comerciantes locales que abastecían a toda esa legión. Muchos lugareños creían competir contra un «páramo» que les arrebataría sus privilegios y alimentaban celos -compartidos esa vez con los valletanos de Roca- como los que despertó un editorial que abogó por una sucursal del Banco de la Nación en la nueva capital y publicó La Nueva Provincia del viernes 27 de julio.

Según La Nación de un día antes -y por telegrama del miércoles 25- el interino Talero acababa de despachar por orden telegráfica del gobernador, al director de la cárcel «quien va a recibirse de los elementos necesa

rios para la conducción de los presos a ese punto».

A la entrada y salida de carros, jinetes y viajeros de esos días, Chos Malal agregó el vocinglero retorno a las aulas de los chicos en receso de clases por varios casos registrados de escarlatina. Simultáneamente se hablaba alborozadamente de 350 familias que -según la noticia- llegarían a poblar la colonia Arroyo Blanco, al mismo tiempo que unos exploradores casi elegantes y dispendiosos -como todo buscador de oro exitoso- copaban los boliches de Chos Malal. Era el grupo encabezado por Hernán Cibils, no otro que aquel fugaz comisario defenestrado (el 14/03/1902) por encabezar una sedición (expte.5560 -1904. M° I.) y más tarde firmante, entre los más notorios chosmalenses, de la refutación ardorosa contra gobernador Bouquet Roldán en telegrama al ministro del Interior del 25 de octubre del mismo año (expte. 4640), nada menos que 21 días después de que La Prensa publicara el descabellado rumor señalando a Federico Cibils como sustituto del gobernador por renuncia (inexistente).

 

Entre alardes y desdenes

Mucho antes de estos hervores, ya el lunes 23 de mayo de 1904, el diario porteño Tribuna publicó la nota con que Federico R. Cibils pretendió analizar el futuro traslado de la capital neuquina. No fueron encontradas las dos o tres notas más que prometía el autor sobre bienaventuranzas o males que traería el cambio de sede.

Si se compara lo publicado en mayo por Federico Cibils con el rumor desestabilizador de octubre siguiente que lo daba como candidato para sustituir a Bou

quet Roldán, su escrito resulta una armada operación política. Su alarde como experimentado conocedor de la región (y el desdén que suponía hacia quienes operaban el cambio), auspiciaba precisar cuál era el lugar de la Confluencia donde debería erigirse la nueva capital entre dos opciones que no reveló. Pedía una demora en la resolución por el cambio que «en vez de ser perjudicial, será ventajosa, y no puede ser compartida por los que creen tener la verdad y la razón de su parte, pues dará tiempo a que el gobierno nacional se asesore, forme juicio ante lo alegado y aprobado, compute ventajas e inconvenientes y resuelva en definitiva de acuerdo con los intereses políticos y las exigencias de la población, del comercio del territorio, tomando sólo en cuenta el progreso del mismo, su mejor administración y la más acertada ubicación que, en caso de resolver la traslación, debe darse a la nueva capital». Pero llegó tarde: todo ya se había resuelto cuatro días antes porque Roca acababa de decretar la nueva división departamental y fijar a Chos Malal capital provisoria sólo hasta el traslado a la Confluencia.

 

Candidato de mula

Cibils jugó en el cambio su carta política basada en su experiencia como funcionario del Ministerio de Agricultura a lo largo de «el rico y aún despoblado Neuquén, por haber recorrido recientemente una buena parte de él en viaje de estudio y observación positiva a lomo de mula por sus arenales…(hasta)…sus lagos y navegando a vapor o en bote el Nahuel Huapi y río Limay en toda su extensión hasta la Confluencia y donde he llegado cinc veces en cuatro años, y leído todos los viajes y exploraciones realizados, reuniendo planos, estudios, colecciones de minerales y maderas e interpelando e interrogando a sus principales pobladores, con los cuales me ligan relaciones personales como viajero, u oficiales, como funcionario público, y sin perjuicio, obsesión o interés particular alguno, con criterio sereno y ecuánime…», es decir, casi un prócer capaz de dar una opinión fundada y documentada y ponerse al servicio del país.

Como sucede en las mejores familias, los Cibils tenían altibajos. El antepasado Federico Cibils (1826-1889) fue el más encumbrado, llegó a presidir la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y fue un respetable miembro de la masonería en la Logia Unión del Plata (según Alcibíades Lappas).

El otro Cibils (Hernán), tuvo que ver -junto al comisario Sautú- con el apresamiento en Las Lagunas de Juan Bautista Lara, el múltiple asesino de Caleufú, si es cierto lo que el mismo criminal confesó al llegar esposado a Constitución el miércoles 16 de setiembre de 1903.

 

Recuerdo Gallardo

¿Quién recordaba que el cambio capitalino pudo haber sido influido -indirectamente- por el informe del «interventor» que en 1903 aconsejó reemplazar al gobernador de Neuquén (Alsina)? ¿Alguien se acordaba de aquel ingeniero Carlos E. Gallardo (1856-1938), otro masón -alistado en la logia Confraternidad Argentina-?

El domingo 7 de agosto, cuando el convoy de mudanza comandado por Eduardo Talero y acompañado por la familia Pueyrredón, el médico Julio Pellagatti y el capitán Blasco habían recorrido un tercio del camino a la nueva capital, La Nación publicaba un acierto periodístico del ingeniero Gallardo: 11 fotografías suyas de las ruinas jesuíticas de San Ignacio que decoraron su extenso artículo (dos años después gobernaría Río Negro).

El diario con la nota de Gallardo en Misiones circulaba en el villorrio de la estación Neuquén el domingo 14 de agosto cuando los carros de la caravana Talero_finalmente llegaron con el archivo de la gobernación y el resto del mobiliario. El Chalet Gris estaba terminado, la cárcel en plena construcción y vibraba un movimiento febril y generalizado. Pero el gobernador y sus funcionarios estaban de mal humor: el ministro de la Guerra Pablo Richeri acababa de negar expresamente sus fuerzas para el traslado de los presos y era uno de los titulares interiores de La Nación de ese día. No sería el único tropiezo.

(Continuará)

fnjuarez@sion.com


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