Tres andinistas de Neuquén murieron mientras subían el Aconcagua
También falleció otro que era de Mendoza. Cayeron 500 metros, dentro de un enorme glaciar.
NEUQUEN- Un glaciar del cerro Aconcagua se devoró la vida de cuatro escaladores que integraban la expedición de un grupo de aventura de la Universidad Nacional del Comahue.
La tragedia se produjo el domingo, cuando los alpinistas -encordados entre sí- estaban muy cerca de la cumbre, transitando el glaciar de Los Polacos, una de la rutas de riesgo intermedio que tiene la montaña mendocina.
De las cuatro víctimas, dos eran de Neuquén, una de Santa Rosa (La Pampa) y la restante de Punta de Vacas, un paraje de la montaña ubicado cerca del cerro bautizado como el Techo de América, donde hasta la fecha ya se suman 97 andinistas muertos.
Germán Brena (de 21 años y estudiante de educación física), Gustavo Martín (de 21 años y uno de los guías), Daniel Martín (un médico pampeano de 47 años radicado en Neuquén) y Wálter Taconás (baqueano de la zona, también de 21 años), cayeron por una pendiente helada luego de que uno de ellos -no está determinado quién- resbalara cuando faltaba muy poco para conseguir el objetivo.
La zona del glaciar por donde cayeron los andinistas se denomina «El Embudo» y tiene una profundidad de 1.500 metros. En ese lugar la temperatura promedio es de 15 grados bajo cero y hay una pendiente de entre 45 y 50 grados. Por eso, desde el momento en que el guía Antonio «Tony» Rodríguez, de 35 años, jefe del grupo, avisó a gendarmería sobre el accidente no se alimentaron muchas esperanzas de que hubiera sobrevivientes.
Una vez confirmadas las muertes, poco después del mediodía, se temió por el rescate de los cuerpos que, se estimaba, podían estar en un lugar inaccesible. La especie fue descartada entrada la tarde cuando se supo que los cuerpos de los cuatro alpinistas estaban a unos 500 metros del lugar donde uno de ellos resbaló y arrastró al resto.
Las familias Brena y Martín viven en esta ciudad y se enteraron del fatal accidente alrededor de las 13.
Al dolor de las familias de Brena, Martín y Morales se sumó la impotencia de los parientes del resto de los integrantes del grupo Agreste, quienes se comunicaron con este diario para saber qué había pasado y cómo se encontraban los suyos. Es que hasta ayer, los demás integrantes de la expedición permanecían a más de 5.000 metros altura, en el campamento que levantaron sobre el Aconcagua.
Si bien en principio se indicaba que la expedición era de doce personas, «Río Negro» confirmó que fueron once. Juan Diego Lorente, ex precandidato a intendente de Centenario, era el décimo segundo integrante de la expedición denominada Aconcagua 2.000. No viajó por cuestiones particulares y hasta ayer se preparaba para iniciar la segunda ascensión que «Tony» Rodríguez -un experto andinista de la región- tenía programada iniciar el 17 de este mes.
La expedición, según se informó desde la provincia cuyana, estaba integrada Andrés López Alaníz (Neuquén), Laura Poljak (Neuquén), Miguel Guillén (Cipolletti), Sergio Urra (Neuquén), Sofía Teper (Plottier, esposa de Rodríguez), y William Martínez (Neuquén).
Una patrulla de alrededor de 18 personas partió ayer en búsqueda del glaciar. La conforman policías y Gendarmes expertos en andinismo quienes iniciaron la travesía con mulares que llegarán «hasta dónde aguanten», según graficó el andinista Nicolás García.
Los cuatro escaladores habría muerto en forma casi instantánea a causa de golpes.
El irresistible magnetismo de las cumbres
SAN CARLOS DE BARILOCHE- «Parecía algo más onírico que verdadero; en realidad, una sinfonía visual marcaba con sus pasajes más poderosos nuestra llegada a la cima. Al pisarla, un explosivo llanto surgió del fondo de mi alma y me asombré con mis lágrimas; por un instante palpé la felicidad, aquella con mayúsculas que tantos hombres persiguen, a veces sin hallarla jamás. En ese segundo mi existencia se iluminó con una visión desconocida del universo que nos rodeaba. Era la entrada a un mundo largamente soñado, como la búsqueda de una obra maestra inacabada. Pero allí, sobre esas piedras, nosotros la habíamos encontrado. Con mi compañero de escalada nos abrazamos llenos de emoción, sin poder articular palabras; sólo hacíamos torpes gestos que expresaban nuestra alegría. Transcurrieron varios minutos antes de lograr serenarnos». Con estas palabras describió José Luis Fonrouge, uno de los mejores andinistas argentinos, lo que sintió al llegar a la cima del monte Fitz Roy.
En su inmensa mayoría los montañeses que bajan de las cumbres andinas vuelven felices y no reparan en elogios hacia la aventura vivida. Más aún, ni bien pueden regresan a la montaña e intentan escalar nuevamente hasta su cima.
Por lo general a pocos les importan las vivencias que se suceden allí arriba, a no ser que ocurra un accidente, momento en el cual muchos se preguntan que es lo que buscan esos hombres allí arriba. ¿Por que sube a las montañas?, le preguntaron oportunamente a Edgard Whymper, padre del alpinismo. ¡Porque están ahí!, respondió.
Las montañas tienen sus reglas. Estas deben ser aceptadas y respetadas por los hombres que concurren hacia ellas: deben llevar un equipo especial, estar fisicamente entrenados y poseer conocimientos técnicos de alpinismo. A medida que aumenta la dificultad en la montaña debería incrementarse la calidad del equipo, el estado físico y la capacidad del montañista. Cuando esto no se cumple suelen presentarse los problemas.
En la amplia mayoría de los casos los accidentes ocurren a consecuencia de un error humano. Ante un contratiempo no se toma la decisión correcta y se produce la falla. En montaña las fallas graves se pagan con la muerte.
Cada verano decenas de personas mueren en la cordillera. No obstante las fatalidades se incrementan en menor proporción al que crece la actividad y porcentualmente hay muchos menos accidentes en las montañas que en el tránsito.
Los clubes andinos tienden a capacitar a los hombres que practican andinismo. Los capacitan y los educan; luego cada uno va armando su experiencia.
Suele suceder que ante accidentes de magnitud las autoridades pretendan evitar nuevos incidentes prohibiendo los ascensos. Nada más absurdo. Con ello pretenden ocultar sus falencias.
Un centenar de víctimas en el techo de América
El Aconcagua, un atractivo irresistible para los montañistas, se ha cobrado ya 97 vidas. Con los cuatro jóvenes que se desbarrancaron el domingo por el Glaciar de los Polacos, se igualaron las cinco muertes que se contabilizaron el año pasado.
La temporada de ascensos está en su apogeo, con decenas de expediciones en etapa de aclimatamiento para acometer el desafío del ascenso.
La nómina trágica en la presente temporada la abrió una aficionada mexicana, que murió el 4 de este mes.
En el historial trágico del Techo de América se pueden hallar intentos como el de los españoles que quisieron ascender en moto, o la expedición norteamericana que incluía -dicen-a un ex oficial de la Nasa.
La primera víctima que se cobró el también llamado «Centinela de Piedra», fue el andinista Stepanek, que fue encontrado alrededor de veinte años después.
Otros hechos que se rescatan en el Glaciar de los Polacos es el del joven Sergio Elías, oriundo del Valle de Uco, que se deslizó por la pendiente. Ocurrió en 1981 y pudo ser rescatado tiempo después.
Quienes aún permanecen sepultados en la nieves eternas del macizo andino son los andinistas bonaerenses Tancredi y Cavalleri, desaparecidos diez años después. Estos también perdieron su vida en el mismo sitio donde el domingo murieron los andinistas de esta región.
NEUQUEN- Un glaciar del cerro Aconcagua se devoró la vida de cuatro escaladores que integraban la expedición de un grupo de aventura de la Universidad Nacional del Comahue.
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