Un detective con una sartén en la mano

Antes que un detective, un verdadero fuera de la ley, un renegado al estilo de los bandoleros en el Lejano Oeste americano, Pepe Carvalho, es un cocinero. No quedará en la historia del género policial como el único detective amante de la buena mesa que haya visto la literatura (otros han seguido sus pasos), pero la ocurrencia de Manuel Vázquez Montalbán, sumado a la calidad estilística del autor español, puede considerarse una de esas saludables proezas literarias que de tanto en tanto aparecen en las librerías. Carvalho es un tipo huraño pero que se hace querer a través de sus recetas y de ciertos valores que, a lo largo de su vida, no claudicarán. Pepe es amigo de sus amigos, se ha enamorado de una prostituta, sus compañeros de armas son un buscón deforme y un abogado sibarita. Todos ellos siempre permanecerán a su lado. Vázquez Montalbán fue un escritor de amplios horizontes (escribió también de fútbol, política y medios), un buscador y un eterno viajante que murió en su ley: esperando un avión en un aeropuerto de Bangkok. Como Pepe, Manuel era un erudito en temas de cocina. Han pasado algunos años desde la desaparición del escritor pero el personaje sigue vivo a través de una extensa red de novelas. Los títulos son sugerentes –“Los pájaros de Bangkok”, “La Rosa de Alejandría”, “Quinteto en Buenos Aires”, entre otros– hasta llegar a uno que no deja lugar a dudas: “La recetas de Pepe Carvalho”. Para cuando salió publicado la fama de cocinero le precedía a la de detective. Es que entre caso y caso, o en el medio de uno en el que el detective podía estar arriesgando el pellejo, había comida: recetas, estilos de cocción e ideas acerca de como convertir las materias primas en algo delicioso. Resulta muy interesante observar el desarrollo de Carvalho en tanto persona. En sus inicios, en “Tatuaje” el detective es descripto como un hombre atractivo, más bien moreno y bien vestido. Con los años Carvalho se va arrugando al igual que su autor. Sus ropas empiezan a perder elegancia y su cuerpo sufre las consecuencias de una profesión demasiado dura para alcanzar la jubilación. De hecho Carvalho esconde su propio retiro debajo de la cama. Sin embargo, a su general decadencia se le contrapone su denodada pasión por la gastronomía. La madurez encuentra a Pepe Carvalho convertido en un cocinero excepcional. En un especialista con el que nos encantaría charlar. O incluso, sus seguidores –como hace el propio Anthony Bourdain ahora transformado en celebridad– pagaríamos por escucharlo divagar acerca de la paella o las más extrañas variedades de pescados orientales.


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