Un duro revés para Evo Morales

GUSTAVO CHOPITEA (*)

Evo Morales, es evidente, ha –paso a paso– deformado engañosamente las instituciones de la república en Bolivia, a punto tal de hacerlas irreconocibles. Pretende que no es así, pero ya no engaña a nadie. Ni a los suyos siquiera, según está ahora meridianamente claro. Pretendiendo que procuraba que los indígenas y los campesinos tuvieran “mayor presencia” en los más importantes tribunales judiciales de su país, Morales y los suyos lograron manipular la reciente elección de los candidatos a esos cargos, de modo de copar los comicios y estructurar un sistema judicial que les sea totalmente sumiso. Esto es, absolutamente todo lo contrario de independiente e imparcial. Para ello sus huestes (el MAS) seleccionaron “a dedo” a cada uno de los postulantes a los más altos cargos en la magistratura e impidieron que nadie pudiera siquiera sugerir otros. O criticar públicamente a los propuestos. Esto es, no había alternativa otra que la propuesta por el MAS. Sólo esa posibilidad. La elección era por “sí” o por “no”, de tal manera que obtener tan solo un voto a favor suponía para el respectivo candidato ser electo. Una “elección” que no era tal, obviamente. Una farsa, más bien. Bolivia, por lo demás, jamás había elegido a sus jueces en las urnas. De esta manera, lo concreto es que el MAS, el 16 de octubre pasado, “limpió” a su Poder Judicial en lo que puede haber sido una suerte de grosera “limpieza étnica”, o más bien, “ideológica”. Todos los jueces que –a partir de comienzos del año entrante– habrán de componer los más altos tribunales de Bolivia compartirán (y presuntamente defenderán, con o sin razones) la visión de Morales, el “discurso único” entonces. Si a esto sumamos el control total del Parlamento, el autoritario Morales ha conseguido tener –perversa, pero efectivamente, aunque con algún disimulo– la suma del poder en sus manos. Lo que no se puede silenciar. Ha confundido quizás a algunos. Particularmente a aquellos que, créase o no, “quieren” ser confundidos (los hay). Pero no ha engañado a su pueblo, que lo votó masivamente en contra. Como pudo. El rechazo se hizo claro a través de los votos en blanco y de los nulos que, en lo que será seguramente registrado por el “Guiness Book of Records”, superaron largamente a los votos positivos. Hubo, además, un ausentismo sin precedentes en un país en que el sufragio es obligatorio: del 20,3%. Además, hubo más nulos que válidos. En concreto, nulos 42,6% y válidos 42,3%. Si a los primeros les sumamos los emitidos en blanco (13,87%), el rechazo es del orden del 60%. En el Tribunal Agro-ambiental los votos anulados y en blanco fueron del 59,67%. En el Tribunal Constitucional, del 57,9%. En el Consejo de la Magistratura, del 57,8%. El voto nulo y en blanco fue masivo en Tarija, Beni, Santa Cruz y Pando, los departamentos que tradicionalmente no han creído en Morales y que ahora expresaron nuevamente su repudio pacífico en el ámbito de las urnas. Inocultable revés entonces, que acaba de ser confirmado por la propia Corte Electoral de Bolivia, que ya está “en manos” de Morales. Esa confirmación fue acompañada del silencio oficial, como era de esperar. Ocurre que respecto de Morales sólo se hacen públicos los aplausos. Las críticas se silencian o, cuando ello no es posible, son calificadas como expresión de “terrorismo mediático”, porque la libertad de prensa es considerada apenas como un “prejuicio burgués”. Lo que supone que algunos (el MAS) creen que la libertad, en sí misma, es un prejuicio. Morales sigue, queda visto, camino a consolidar su autoritarismo en un proceso en el que colaboran venezolanos y cubanos, en el que nada queda librado al azar sino que es programado perversa y hasta matemáticamente. La triste consecuencia es que la democracia simplemente ya no existe en Bolivia. Hay –en cambio– una espesa cortina de humo que la disimula burdamente. Pero, a poco que uno se acerque a la realidad, el tránsito hacia el totalitarismo surge nítido, absolutamente evidente. (*) Analista del Grupo Agenda Internacional


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