Un paseo por la Biennale en Venecia

Mirá las instalaciones, esculturas y pinturas que los mejores artistas del mundo están presentando en la Bienal de Venecia que lleva por lema “Todos los futuros del mundo”.

EL EVENTO DE ARTE DEL AÑO

Desde Venecia A la entrada, banderas verdinegras teñidas de oro. En el interior, una escalera conduce a la nada. Y es que en su 120 cumpleaños, la Bienal de Venecia lleva por lema “Todos los futuros del mundo”, pero su comisario, Okwui Enwezor, ya dejó claro que no se trata precisamente de mostrar futuros felices. “La exposición es, más bien, un intento de reflexionar sobre las cenizas y los restos”, explica este nigeriano de 51 años que ya en 2002 puso el punto de mira en las crisis mundiales como director de la Documenta de Kassel. Ahora, en esta edición 56 del evento de arte más importante del mundo, Enwezor aborda de forma aún más radical las consecuencias de la globalización.

Nada Weigelt de la agencia DPA

¿Qué significa para las personas un mundo globalizado? ¿Qué consecuencias tiene la globalización en las guerras y la destrucción, en la arbitrariedad y la represión? También muchas de las 89 naciones que a partir de mañana y hasta el 22 de noviembre presentarán su propio pabellón en la ciudad italiana de los canales han retomado la propuesta de Enwezor. Juntas, convertirán Venecia en los próximos siete meses en un fascinante caleidoscopio de arte contemporáneo y en un laboratorio del conocimiento mundial. Enwezor ya causó revuelo cuando anunció su intención de que durante todo el macroevento, día tras día, se leyera en voz alta “El capital” de Karl Marx. Por eso, en el pabellón central de los Giardini, tras las banderas negras de Oscar Murillo y la instalación “The End” de Fabio Mauri, se ha colocado un gigantesco escenario rojo. Sobre él, dos hombres vestidos de negro leen apasionadamente los tres tomos sobre las contradicciones del capitalismo. “No podemos reflexionar sobre la desigualdad sin hablar del capital”, afirma Enwezor.

Para acompañarles, el artista berlinés Olaf Nicolai ha convertido en performance la canción-manifiesto “Un volto, e del mare/ Non consumiamo Marx” (1968) de Luigi Nono. Las fotos, críticas con el consumismo, de Andreas Gursky ocupan toda una sala, mientras que la monumental película “Noticias de la Antigüedad ideológica: Marx/Eisenstein/El capital” de Alexander Kluge se muestra como videoinstalación y, de forma póstuma, podrá verse toda la filmografía del checo Harun Farocki. Sobre el mismo escenario rojo, el colectivo anónimo sirio Abounaddara también presentará todos los viernes un nuevo trabajo en el que abordarán el día a día de la guerra civil en su país. La persecución a la que están sometidos hizo que tuvieran que filmar de forma clandestina. Y desde Irak, igualmente sacudido por la guerra, el grupo “Invisible Beauty” llama la atención con sus agobiantes retratos en acuarela de víctimas decapitadas del Estado Islámico firmados por Haider Jabbar.

En total, Enwezor ha invitado a 163 artistas de 53 países. Muchos de ellos provienen de África, Sudamérica y Asia, desde donde aportan unas voces con frecuencia poco visibles en el eurocéntrico y comercial mundo del arte. Así, podrán verse entre otras la videoinstalación de Wangechi Mutu sobre una mujer africana que lleva una pesada cesta sobre la cabeza por el desierto. O la instalación del ghanés Ibrahim Mahama, que ha llenado un pasillo del histórico Arsenale con miles de viejos sacos de carbón. Y es que en los pabellones nacionales, naturaleza y medio ambiente son también dos de los temas más repetidos. Así, la pequeña isla de Tuvalu, amenazada por el aumento del nivel del mar, apunta a las consecuencias del calentamiento global: con tan solo un pequeño paso del visitante, el gigantesco estanque verde esmeralda que llena la sala puede desbordarse. La artista plástica australiana Fiona Hall presenta un auténtico gabinete de los horrores con “Wrong Way Time”, mientras que el holandés Herman de Vries apunta a la destrucción de la masa forestal.

No obstante, también hay miradas más relajadas, como la del colectivo canadiense BGL, que ha convertido su diminuto pabellón en un kiosko de palomitas, huevos y papel higiénico. El visitante mantiene el capitalismo en marcha introduciendo monedas por una doble pared de cristal. Cerca de allí, en el pabellón británico, Sarah Lucas presenta estrambóticos símbolos fálicos. Y tampoco pasa desapercibida la monumental estatua de un oficial del imperio británico al que el colectivo indio Raqs ha cortado la cabeza. “No se puede ver la Bienal, hay que escanearla”, dijo Enwezor a la revista “Art”. Y para el visitante que acabe el recorrido con los pies llenos de ampollas, merecerá la pena reservar un hueco al pabellón austríaco: en un rincón de los Giardini, Heimo Zobering ha creado un espacio que hace las veces de templo zen. Según cuentan los austríacos, una reputada crítica de arte estadounidense se mostró decepcionada durante la visita para los medios. “¿Ya han apagado el video?”, preguntó. Así es Venecia. Fotos: agencia AP


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios