Una oferta envenenada para el peronismo


Un atributo que habrá que reconocerle al presidente Macri en el tramo final de su experiencia de gobierno, así sea la primera o la única, es la elasticidad. Elasticidad no en el sentido en que se usa en economía, sino en el de la física. Macri cambia su forma frente a la presiones externas, para a continuación seguir siendo el mismo. Es la modalidad en que Cambiemos es susceptible a los cambios, su estilo de pragmatismo. Al revés que la máxima de Alem, que se doble pero que no se rompa. Tal vez se trate finalmente del secreto de la gobernabilidad de Macri, aquello que lo lleve a convertirse en el primer presidente no peronista en completar su mandato en 90 años.

Macri inició su gestión con un plan gradual de ajuste mientras avanzaba en un programa de reformas de fondo de la economía. El plan fracasó y ante la presión de los mercados el presidente pasó a un ajuste por shock con la asistencia del FMI. El programa de reformas no solo no avanzó, sino que debió ser aplazado ante la significativa pérdida de capital político. Esas ambiciones sin embargo no desaparecieron: en diálogos reservados, el presidente aseguró que, en caso de ser reelecto, se propone avanzar sin demora en el primer tramo de su mandato con el programa de reformas estructurales de la economía.

El plan busca corregir un déficit central de la estrategia de polarización: elevar a CFK mejora las chances de reelección de Macri, pero aumenta la volatilidad financiera.

Lo mismo habría de decirse de decisiones como el regreso de las retenciones a la exportación, el plan de congelamiento de precios y tarifas o la participación de sus socios radicales en cuestiones de gobierno. Iniciativas en las que, como se han cansado de decir en el gobierno, Macri no cree pero a las que ha debido recurrir.

Todas estas decisiones del presidente resignifican el eslogan oficial de “Haciendo lo que hay que hacer”. Hoy asistimos a un llamado de Macri a fuerzas de la oposición a acordar un conjunto de iniciativas que garanticen la gobernabilidad y lleven certidumbre a los mercados sobre el rumbo que seguirá la Argentina. La oferta rompe con el dogma sobre la “identidad” del Pro, que rechaza los grandes pactos políticos. Pero el borrador que se negocia, al mismo tiempo, no esconde iniciativas que integran el canon con el que desea gobernar Macri la Argentina. La forma original del macrismo está dibujada en ese papel.

No importa demasiado si la oferta fue del gobierno, si surgió espontáneamente en un diálogo entre el ministro Frigerio y el senador Miguel Pichetto o estuvo inspirada en el llamado al diálogo que hizo unos días antes Sergio Massa. Macri se apropió de la iniciativa, buscó capitalizarla y se comprometió personalmente a ponerla en movimiento.

La primera consecuencia es que la oferta ha desdibujado aún más al peronismo alternativo. Allí hubo desconcierto ante una propuesta envenenada, difícil de rechazar.

El plan intenta corregir un déficit central de la estrategia de polarización con Cristina Kirchner: competir con la expresidenta mejora las posibilidades de reelección de Macri, pero al mismo tiempo genera temor y volatilidad financiera, lo que finalmente complica las chances electorales de Macri. Un círculo vicioso. La fórmula ahora busca profundizar la polarización mediante el aislamiento de la senadora del resto de las opciones “racionales” y asegurar la estabilidad en el umbral de la campaña electoral. Sin embargo la primera consecuencia es que ha desdibujado aún más al peronismo alternativo. Allí hubo desconcierto ante una propuesta envenenada que es difícil de rechazar. Lavagna auguró su fracaso y acentuó las diferencias en el espacio. Massa también ha tomado distancia y pidió que el llamado incluya a la expresidenta. El resto solo ha sumado condicionalidades.

La iniciativa de Macri siguió a la decisión del FMI de liberar al Banco Central para que intervenga en el mercado ante una nueva corrida contra el peso, un pedido del gobierno que se renovó en la última crisis cambiaria. Otra vez por presión de Trump, el Fondo también abandonó las rigideces.

La semana reivindicó a Emilio Monzó, presidente de la Cámara de Diputados, el hombre que defendió sin éxito los acuerdos con la oposición desde el comienzo de la gestión de Macri, y a Luis “Toto” Caputo, ex titular del BCRA, que dejó el cargo a solo tres meses de asumir por haber usado los dólares del FMI para parar la corrida. Solo una cuestión de falta timing.


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