Videojuegos: ni nocivos ni tontos

“Hay uso de imaginación, estrategia y muchas otras variables”, según la especialista Silvia Pérez Sisay, que brinda talleres para docentes y padres sobre el uso responsable de tecnología. Una reflexión sobre la visión de los adultos.

El universo de los videojuegos genera temor a la hiperdependencia, según la mirada de muchos padres de niños y adolescentes. Una especialista en entornos virtuales propone romper el prejuicio de que el videojuego es nocivo y hace daño.


“Está la idea de que el videojuego te va a tomar y no te va soltar”, bromeó la docente de Bariloche, Silvia Pérez Sisay. Y agregó: “Dejemos que aprendan. El entorno lúdico en el que se meten los niños son de creación de contenido. No solo replican un juego pavote. Hay uso de imaginación, estrategia y muchas variables que se ponen en juego”.

La asociación del videojuego con un entretenimiento vinculado a guerras, exterminios y a matar quedó atrás, según la mirada de esta profesional que lo consideró como “una estrategia de contenido para transmitir muchas más cosas. Es un salto cualitativo”.

“No nos damos cuenta que, muchas veces, los juegos enseñan un montón de cosas. Implican otros entornos, como la divulgación científica o la educación”, señaló. Puso como ejemplo, el juego de FIFA o básquet, típicos juegos de adolescentes para jugar competencias, que permiten conocer los países y los equipos.

Pérez Sisay, licenciada en Ciencias de la Educación, especialista en Gestión Educativa y Gestión del Conocimiento, resaltó que cualquier videojuego, desde el Tetris hasta el Pacman, requieren la puesta en marcha de estrategias de planificación para cumplir un objetivo.

Según la especialista, en los videojuegos se ponen en marcha muchos mecanismos de aprendizaje y de tácticas.


“Los juegos son cada vez más refinados y, aunque no lo creamos, generan un proceso de aprendizaje en algún punto. Las nuevas generaciones tienen una gran capacidad de construcción de la semántica de las imágenes. Tienen una lectura del entorno audiovisual que quienes venimos del mundo letrado no tenemos y podemos adquirir hasta cierto punto. Hay un impacto del aprendizaje que a nosotros se nos escapa. Es una batalla que ya perdimos”, dijo.

Esta docente, que brinda talleres para docentes y padres sobre el uso responsable de tecnología, sugirió a los adultos acompañar a los niños y adolescentes en el mundo de la virtualidad aunque, recomendó, “no hacerlo con una mirada naif. Tampoco con el prejuicio de que los juegos son tontos”. “Como padres, si los chicos quieren ir a la plaza, tenemos dos opciones. Los dejamos ir solos y que vivan lo que les toque o los acompañamos y, de ser necesario ante alguna situación compleja, intervenimos. Lo mismo pasa en la virtualidad”, expresó.

Recalcó que la tecnología permite dejar rastros de los caminos que alguien toma; solo se requiere aprender. “Para eso, hay que meterse y acompañar. El entorno virtual tiene el mismo nivel de responsabilidad que el presencial”, sostuvo.


Tres recetas



Pérez Sisay enumeró tres herramientas para sobrevivir al mundo virtual. “La primera receta es el diálogo y prestar atención a lo que los chicos cuentan o dicen. Hay que saber a qué juegan, cómo les va y qué páginas visitan”, resumió. La segunda son los controles parentales de contenidos, como los de You Tube, que son seguros.

“La tercera receta nos lleva a un lugar de menos confort porque implica involucrarnos como padres en ese mundo. Es como cuando lo llevamos a jugar al fútbol o a patinar”, describió pero recomendó “no ser invasivos”.

También sugirió prestar atención a posibles cambios de comportamiento de los más chicos. “Hay que ver si están abrumados, si les cambia el humor. En la virtualidad, hay muchas situaciones de exposición. Es necesario saber y conocer porque uno no puedo vivir con el miedo de que algo va a pasar. Uno, por ejemplo, no sabe hasta dónde un adulto se hace pasar por un niño”, dijo.

Acompañar, sin ser invasivos. Hay que encontrar el equilibrio,


En el uso de tecnología, sugirió calidad y cantidad de tiempo compartido. Pero no basado en una restricción. “Hay padres que dicen: ‘Yo lo dejo jugar dos horas´. Pero los chicos encuentran cualquier otro recurso virtual. Más que en la prohibición, hay que trabajar en un equilibrio de actividades: escuela y tiempo en tareas de la casa, por ejemplo. Éstas últimas les da una energía distinta”, planteó.

La prohibición del uso de la tecnología, insistió, siempre resulta contraproducente. “Estoy diciéndole que no tiene acceso a algo a lo que se siente con derecho. Pasar mucho tiempo frente a la computadora no tiene que ver con la tecnología sino con la ausencia del acompañamiento del adulto”.


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