Esquiar en otoño en Villa Pehuenia Moquehue: «Abrí la ventana y no podía creer tanta nieve»

La aventura a fines de abril de Nico Pollo, sus amigos y sus perros en el parque de nieve Batea Mahuida: La primera salida a esquiar del año fue tan inesperada como inolvidable en este paraíso de la cordillera neuquina, Patagonia en estado puro.

Nico, sus amigos y sus perros Mambo y Cambá en el parque de nieve Batea Mahuida. Foto: Alexis Valladares.

Primero fueron días de lluvia en Villa Pehuenia Moquehue, ese paraíso de la Patagonia en la cordillera neuquina. Después siguió el frío y la nevisca en las cumbres, pero el termómetro siguió bajando y entonces llegó la nieve, que se empezó a acumular, cada vez más. Y una mañana de fines de abril Nico Pollo se acercó a la ventana de la cabaña en la que vive de cara al lago Moquehue. «La abrimos y no se podía creer. Daba para ir a esquiar, así que nos pusimos en contacto con los amigos y nos fuimos al cerro Batea Mahuida«, cuenta.

No fue fácil llegar, porque había entre 30 y 40 cm de nieve sobre la ruta, depende de cómo soplara el viento. Primero Nico caminó con los equipos hasta la chata y después enfiló hacia el parque de nieve. Tuvo que sortear el bardón que había dejado la máquina que le hizo recordar al famoso monólogo de Dady Brieva, ese en el que relata las desventuras de su primo santafesino que se enfrenta a la nieve en Canadá. Pero Nico lo superó, hizo 100 metros más y en una patinada en una curva la camioneta se le encajó.

«Renegué un buen rato hasta que la saqué marcha atrás… y se me volvió a encajar en el bardón. Pude salir, al final, la dejé en la ruta, me puse las botas y los esquíes de travesía, les puse las pieles (se les llaman de foca, son sintéticas) y empecé a caminar. Habré tardado una hora en llegar a Monkol para encontrarme con todos», relata. Ahí estaban Facu, Iván, Juli, Milton, Alexis y Willy, listo para seguir. A Nico lo acompañaban, como siempre, Mambo y Cambá, los dos perros a los que un día les dio de comer y desde entonces son inseparables, en la cabaña y en cada aventura.

Monkol es el sector del parque de nieve hasta donde llega el medio de elevación más alto. Nico siguió las huellas de sus amigos hasta un lomo en la montaña pasando ese punto. Y como ellos se hundían en la nieve hasta las rodillas y por tramos incluso hasta el pecho según la pendiente y cómo acumulaba el viento y el avanzaba más rápido con los esquíes de travesía, iba recortando la distancia.

Nico y sus compañeros inseparable: Mambo y Camba en el bosque de araucarias nevado. Foto: Alexis Valladares.

Cuando llegó a Monkol ellos estaban en la cumbre y ahí lo esperaron con la idea de deslizarse hacia el oeste rumbo a la frontera. El día estaba despejado. «Hermoso», recuerda. El sol de otoño entibiaba. Se sacó la campera, el gorrito. Tomaron un té. Lo mejor estaba por venir.


Esquiando hacia Chile


Lo que siguió fue inolvidable. Arriba de todo, en esa maravilla de cumbres, araucarias milenarias cubiertas de copos blancos y un lago azul profundo abajo, se tiraron para el lado de Chile. «Una bajada más larga y empinada de entre tres y cuatro minutos yendo constante sin frenar, como esquiando para el lado del cráter del volcán«, explica Nico.

Es que, como si le faltara un detalle a este rincón de la Patagona bendecido por su belleza sobrenatural, el Batea Mahuida es un volcán que se apagó hace miles de años y tiene una laguna en el cráter a la que en invierno llegan los motoqueros mapuches con los turistas que contratan las excursiones y se asoman con los ojos bien abiertos para intentar atrapar tanta naturaleza.

Preparando todo para un descenso inolvidable. Foto: Alexis Valladares.

«La nieve estaba espectacular, nieve polvo como pocas y menos en otoño. Pocas veces he esquiado en esta época del año en condiciones así», dice Nico, que es de Zapala y estudió el profesorado de Educación Física con orientación en montaña en Bariloche, lo que le permitió trabajar como instructor de esquí en el cerro Catedral, en los Estados Unidos y en Andorra.

En Villa Pehuenia Moquehue, en la temporada trabaja en una agencia que ofrece excursiones, da clases de ejercicios hipopresivos y entrenamiento funcional y está atento con sus amigos a generar un emprendimiento propio relacionado con el turismo. De tanto que salen, conocen el terreno y exploran tienen un gran punto de partida para intentarlo.


El final de la pendiente


«Llegamos hasta el final de la pendiente, los perros corriendo atrás. Un amigo dijo ‘che, traje el drone’, así que hizo unas tomas espectaculares. Y después subimos como por detrás del Monkol, que es una pendiente que también tiene pista para el lado de Chile. Cuando hay inversión térmica se forma un mar de nubes, es decir queda el cielo despejado y nubes bajas como metidas contra la montaña. Vos ves las nubes desde arriba, la verdad que es precioso. No paso este fin de semana que pasó pero lo he visto en otras salidas», continúa.

«Y de ahí subimos caminando, todo nieve virgen, muy virgen. Con los esquíes de travesía tengo más base de apoyo así que iba adelante pisando para que los chicos no se hundieran tanto, los veía atrás con nieve hasta la rodilla», relata. ¿Y qué hacían mientras tanto Mambo y Cambá? «Iban haciendo su propia huella», responde con una sonrisa al recordarlo.

Cambá y Mambo en una salida anterior con Nico en el cerro Batea Mahuida.

«Ya llegando al Monkol se veían huellitas como de liebre y conejo. Los perros como locos olfateando. Divino todo. Estábamos bastante quemados de piernas, porque habíamos subido desde la ruta. Nos tiramos todo derecho, seguimos bajando, llega un momento que se arma como un valle que te frena un poco, caminamos un tramito hacia arriba y nos volvimos a meter en el bosque, donde la pendiente es muy leve. Igual es hermoso porque vas dentro de un bosque de araucarias todo nevado y con ese día, más todavía. Prácticamente llegué esquiando hasta la ruta 13, donde está la entrada al Batea», relata.

Nico de cara al lago en una foto del martes. La nieve aun llega hasta la costa del Moquehue. Foto: Ariadna Boggero

«Ya en el camino me metí por partes por la misma huella por la que había subido y por partes por nieve virgen, donde había un poco más de pendiente aprovechaba el envión para ir hacia abajo. Tipo tres y media de la tarde estaba en casa. Para ser la primera bajada de la temporada demasiado bien, una experiencia hermosa. «Asi que acá estoy en casa, con Ari (mi novia), y los perros. Veo que Cambá está dormida, soñando y moviendo las patitas… Quizás estará soñando que está en la nieve?


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