Gabriel, el jubilado que con 67 años recorre la ruta 40 en bicicleta de norte a sur e inspira
El 8 de julio Gabriel Leone, un jubilado pampeano de 67 años salió desde La Quiaca en bicicleta con el objetivo de llegar a Cabo Vírgenes y recorrer 5080 km. Por estos días pasó por Junín de los Andes y relató su aventura.
Esperó una vida este viaje. Gabriel Leone soñó mil veces que subía a su moto y recorría la ruta 40 de norte a sur. Que atravesaba pueblos, conocía gente, descubría paisajes. Pero el trabajo, la crianza de los hijos, el tiempo breve e insuficiente de vacaciones que da un contrato laboral, postergaron las cosas. Ahora se jubiló y en vez de acelerar la moto, a los 67 años va en bicicleta, con el viento en la cara y la aventura en la sangre.
Nació en Morón provincia de Buenos Aires pero a los dos años ya estaba en General Pico, La Pampa. Se considera un verdadero pampeano porque “vale más el lugar que uno eligió para quedarse, que en el que nació”, confiesa.
“Cuando tenía 10 o 15 días de vacaciones salía con mi esposa, y a ella no le gustaba una travesía semejante. Se fue postergando. Fui carpintero y después comencé como viajante. Trabajé 38 años de viajante, me fue bien, llegué a supervisor de zona y cuando me jubilé dije ‘¿por qué no hacer la ruta 40 en bicicleta y pedaleando en solitario?’”.
Venía haciendo algo de ciclismo. Salía alrededor de la ciudad por los caminos vecinales. De a poco, comenzó a rendir más, primero llegó a hacer 20, 30, 50 kilómetros, alcanzó los 100 y en las charlas con otros ciclistas escuchaba de aventuras como las que él soñaba hacer.
Decidió salir de Tucumán. Lo llevó un amigo en un motorhome, que iba de vacaciones al norte. El 8 de julio a la mañana comenzó a rodar su misión: llegar a La Quiaca, para hacer un recorrido de 5.080 por la Ruta 40.
“La estoy haciendo descendiendo. Algunos salen por Cafayate para no hacer el ripio o esquivar la Puna. Yo llegué al pueblo que más al norte está de Argentina, que es Santa Catalina y de ahí voy bajando”, dice desde el sur, a poco de cruzar la mitad del camino, por estos días en los que pasó Junín de los Andes.
La rutina es hacer un promedio de 40 a 50 kilómetros por día. Hay días que por ahí llega a 90 o 100, según la distancia que haya entre los pueblos. Actualmente pasó la mitad del camino, ya pedaleó unos 2.600 kilómetros.
Viaja con una carpa, cosas para cocinar, ropa, alimentos, el calentador y repuestos para la bicicleta. La bicicleta con carga pesa 68 kilos, más su peso son 150 kilos.
«Podés parar en hoteles, pero yo soy jubilado y el costo en zonas turísticas es carísimo. Lo que busco siempre es un camping municipal, y si no, a veces paro en el medio de la nada y armo la carpa. Pero por ahí me ve alguien entrar en una ciudad en bicicleta y me dice ‘¿Querés venir para casa?’. Tengo invitaciones en San Martín, en Villa La Angostura. En Bariloche tengo la casa de una prima de mi señora y se van dando cosas», cuenta.
Los desafíos más grandes de hacer la ruta 40
El camino recorrido, tiene diferentes dificultades y atractivos. Hay cuestas muy famosas que lo dejaron sin aire. Por ejemplo saliendo de Humahuaca, la de Los Chorrillos dice que le costó muchísimo.
Los días de viento también marcan una gran dificultad, y ahora que comienza a entrar a la Patagonia se empiezan a sentir. «Pero lo más duro creo que es no poder respirar, no me apunté en ningún momento pero notás la falta de oxígeno, eso es duro, caminaba, hacía diez, quince metros y tenía que descansar para que bajen las pulsaciones».
No estaba adaptado y subía y subía. «Dicen que cuando subís más de 500 metros un día lo ideal es quedarse otro día más tranquilo descansando. La cuesta entre la Quiaca y Cieneguillas y el Abra del Acay con 5000 metros de altura, es el techo de la ruta 40. Caminé 7 horas, con la bicicleta a la par para subirlo, no había forma de pedalearlo. Vienen del mundo a hacer esa ruta. Es la segunda ruta nacional más alta del mundo», relata.
La bicicleta no es la mejor para esos caminos, pero es lo que había. Una de las cosas que no olvidará de los caminos pedaleados es a la gente del norte, con la que se cruzó.
«Es buenísima, muy bondadosa, muy abierta. Vas a preguntar algo o que te expliquen y se toman el tiempo. Después los lugares hermosos, los paisajes, la Cuesta de Miranda, hay tantos lugares lindos…»
Ahora está en el sur y hay aire en los pulmones. Queda la mitad del recorrido por delante y en poco tiempo se meterá en trayectos solitarios, con ciudades que están muy distantes, tal vez a 300 kilómetros una ciudad de otra, o sea que es muy probable que tenga que hacer noche solo en el medio de la nada.
Cuando llegue a Bariloche se va juntar con su señora. Otra vez irá al cruce, ya fue a Mendoza y le dará un empujón para emprender lo que queda. Mientras estaba en Zapala, decía que las ganas están intactas y contaba que a la vuelta, en casa, lo esperan cuatro hijos y seis nietos que hacen hinchada desde su ciudad.
Gabriel Leone comparte su aventura en Instagram: @gabrielleone7477 y Facebook: Gabriel A. Leone. Si estás en el sur y querés invitarlo a tu casa a comer, a dormir o tomar algo calentito escribile, tiene 2.600 kilómetros para contar y la misma distancia, que resta para soñar.
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