La Conchilla, la playa a 65 km de Las Grutas que no vas a poder creer

Como sus vecinas Punta Perdices y Punta Villarino, es una de las joyas de la costa de Río Negro. Una maravilla que te sorprende tras un recodo de la ruta 3, antes de ingresar al Puerto San Antonio Este. El pronóstico: el viernes hay sol pleno.

Una playa blanca, que encandila al mirarla, y parece un espejismo en medio del desierto.  Es que es la primera que se ve al atravesar la ruta que conduce al Puerto San Antonio Este que, como tantas de esta zona de la Patagonia, aburre con su paisaje chato.

Así es La Conchilla, que tiene el encanto del factor sorpresa. Aparece tras una curva de la ruta 3, a 65 km de Las Grutas, después de largos tramos de vegetación bajita y pastos chamuscados. Se la ve tras pasar una curva que nos lleva a otra dimensión. Porque la paleta de sepias y colores musgosos que venía acompañando los bostezos del viaje cambia bruscamente tras ese volantazo. Y ahí encontramos todo: el mar con sus azules increíbles, la costa radiante y un cielo eterno que se funde con el agua, creando una postal que no se puede igualar.

Uno de los paradores. Foto: Martín Brunella.

Sus kilómetros y kilómetros de costa están recostados al costado de la ruta, antes de ingresar a la aldea pesquera, que también guarda el encanto de otras playas increíbles.

Pero ésta, que es la primera que veremos, es la que nos dará una idea de las bellezas que podremos conocer una vez que ingresemos a la villa portuaria.

El golfo San Matías y sus corrientes cálidas tientan a darse un chapuzón. Foto: Martín Brunella.

Tiene particularidades que la llenan de encanto. Primero, su blancura, que se da porque la arena, que es dorada y muy densa, está tapizada por restos de moluscos bivalvos. Esos fragmentos, erosionados por el sol y por el viento, van tornándose cada vez más claros. Aunque muchos conservan, por caso, su color rosado o violeta intenso, como el de las caparazones de las almejas púrpuras (amiantis purpurata en lenguaje científico) que son las que abundan en esta zona y, más allá de hermosas, son muy ricas.

En uno de los paradores cercanos se puede alquilar kayaks. Foto: Martín Brunella.

Estar cubierta de ese manto también le da a esta playa otra peculiaridad. Es que las conchillas crujen al caminar sobre ellas, provocando un suave tintineo que es tan relajante como especial. Y, al llegar a la orilla, el agua las levanta y las deja caer, por eso a lo largo de toda la costa se escucha ese mágico sonido, que va acompañando el movimiento de las olas.

De cara al mar. Foto: Martín Brunella.

Para los que ya se familiarizaron con el sistema de mareas que rige en el Golfo San Matías, que es el que nuclea todas estas playas, estar aquí será una bendición. Porque aunque el agua suba y baje dos veces diarias, siempre habrá costa disponible, así que el ritmo de las mareas no será el que dirija los planes al aire libre.

Los fanáticos de la pesca serán otros de los que quedarán fascinados. Aquí, a lo largo del año, se dan excelentes piques de distintas especies. Pero entre ellas se destacan los cazones (o tiburones para los lugareños) que están emparentados con esos predadores, aunque su porte y tamaño es el de un pez un poco más grande que lo usual, que es muy buscado por su carne.

A lo largo de la playa hay dos paradores, que cuentan con todos los servicios. Desde lo básico (recargar agua para el mate, usar el baño y aprovisionarse) hasta comer algo fresco frente al mar, tomar algo rico o alquilar tablas de stand up o kayaks.

Paisajes que invitan a caminarlos. Foto: Martín Brunella.

Estar cerca del Puerto San Antonio Este también permite aventurarse y conocer el lugar que es, por lejos, el que tiene la mejor oferta en pescados y mariscos. Así que cualquiera de sus pequeños bodegones, cantinas o restaurantes tendrá una variedad y abundancia en sus porciones que no se encontrará en otro punto de la región. Por eso lo ideal es aprovechar, y cerrar el día de playa con una panzada de frutos de mar.

En estos días de enero comienza además la actividad en el puerto de aguas profundas, que le concesiona a la provincia de Río Negro la empresa Patagonia Norte. A esa terminal marítima llegan los barcos mercantes, que se llevan las peras y manzanas que se producen en la zona del Valle.

Las embarcaciones de pescadores son parte del paisaje. Foto: Martín Brunella.

Ver los enormes barcos de bandera extranjera, que cargan esa fresca mercancía para conducirla a los puertos del mundo también es una postal pintoresca que es digna de aprovechar.

Lo demás será animarse a conocer el lugar y dejarse seducir por su belleza. Porque toda el área es especial y, pese a que para esta época cuenta con muchos visitantes, nos dará la sensación de que esa naturaleza enorme que se despliega frente a nosotros está puesta sólo para nuestro disfrute.


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