Bariloche: Si sos local divertirte de noche te cuesta más

La mayoría de los boliches barilochenses están habilitados sólo para los egresados, los precios son elevados y las opciones se cuentan con los dedos de la mano. Postales nocturnas de los jóvenes que se las ingenian para divertirse en su propia localidad.

La oscuridad se apodera de las calles de Bariloche desde bien temprano. Las luces se encienden pero su brillo no alcanza para cubrir a todos. En una ciudad en la que miles de turistas encuentran opciones adaptadas a sus gustos para divertirse, quedan relegados los deseos de los residentes que terminan por acaparar la periferia de las actividades nocturnas.

Boliches sólo habilitados para el turismo estudiantil, precios elevados, y horarios de cierre promediando la madrugada hacen que las alternativas para los locales se cuenten con los dedos de una mano.

Pero en la calle San Martín esa norma no se cumple. Allí el refugio lo ofrecen los bares a cada lado de la avenida. Las veredas lucen casi desiertas hasta que una carcajada rompe con la monotonía que instala el frío. Un grupo de chicas ofrece un panorama distinto: hay fotos, chistes por montones. “Damos vueltas tranqui”, explica Gabriela (22) sobre un ritual que se obligan a cumplir cada fin de semana. El grupo de amigas lo completan Ana y Jazmín. Las bajas temperaturas no surten efecto en ellas: “siempre hay ganas de salir”, acota Ana.

También saben que los viernes es el día preferido de los “más jóvenes”, mientras que los sábados están reservados para los más grandes. Comentan que el Centro Cívico pasó de ser un punto de encuentro a ser un lugar de estadía en el que se aguarda el momento justo para irrumpir en la noche. Tiempistas de la diversión.

“Podés abrir la puerta”, le grita el playero de una estación de servicio, ubicada en Moreno y Morales, a un joven que termina por hacer de la vereda su baño particular. Luego de unos instantes el acusado se acerca hasta el trabajador para mostrarle su enojo por el reclamo. Una escena habitual de los fines de semana.

En esa misma esquina Juan (18), Santiago y Vinicius (19) esperan a que pase el tiempo mientras charlan.

Todavía portan las mochilas que hasta hace horas llevaron a la universidad.

Pero entrada la madrugada ya no tienen a dónde ir. “Siendo residente se hace cotidiano”, dice Juan y se queja de la falta de “integración” para que los locales también puedan disfrutar de los espacios reservados al turismo estudiantil.

“Pongan boliches para la gente de acá”, es la queja de Santiago y hasta menciona los precios prohibitivos, unos 500 pesos por entrada, cuando fueron habilitados.

Un fiasco

Un convenio del municipio con la empresa Alliance permitió abrir los boliches de los egresados para los residentes a principios del 2016. La prueba piloto fue un fiasco ya que sólo concurrió una pareja y los empresarios desistieron del acuerdo.

Juan asegura que le gusta la naturaleza, que prefieren charlar tomando una cerveza, que muchos jóvenes no buscan fiestas privadas y avisa: “si no hay mucha noche en Bariloche, por algo será”.

“A mí me gusta hacer los barcitos, cervecerías, hasta que cierran”, reconoce Daniel (26) sobre un itinerario que cumple tres veces por semana. En un rápido balance financiero estima que gasta unos 1.200 pesos por noche.

“La verdad que trabajo directamente para la joda”, dice antes de cambiar su sonrisa por un dejo de preocupación. Ya un poco más serio asegura que las chicas toman más que los chicos y que, muchas veces, se tuvo que ocupar de ver cómo se vuelven a sus casas: “tuve que pagar algún taxi”.

“La noche está tóxica”, resume Ángel (40), un emprendedor que adoptó el horario nocturno para ganarse la vida. A un costado de la vereda ve pasar a cientos de jóvenes. Algunos lo saludan, le piden algún concejo. “Se ‘queman’ muchas etapas”, comenta al pasar y lanza un chistido que denota un poco de bronca.

Acostumbrado a trabajar rodeado de adolescentes, cree que los chicos están “jugando a ser grandes” y que otros aprovechan la noche para “exteriorizar sus fracasos”.

Fuera de los bares, los lugares para los chicos de acá son Lelac, After Seven, Wilkenny, Eclipse e Interview. Ninguno cuenta con las comodidades de los que reciben al turismo.

Costos

Falta de propuestas

para los más chicos

El concejal Gerardo Ávila consideró que “gran parte de la oferta está destinada a los mayores de edad y egresados” y advirtió que faltan matinées para los chicos de 15 a 17 años.

Los encuentros en la casa de algún amigo o en la esquina del barrio es una buena opción especialmente en el sur de la ciudad. Así, los jóvenes sortean el pago de entradas y de las consumiciones de tragos.

“No veo una juventud perdida o sin rumbo. Creo que muchas veces, los adultos no encuentran rumbo y no permite un desarrollo más integral de los jóvenes ”, remarcó Ávila.

La reunión alrededor de un par de pintas bien heladas

Las cervecerías hacen las veces de refugios de los caminantes de la noche. Lejos de los bulliciosos espacios bailables, los jóvenes prefieren sentarse a charlar con una pinta bien helada de por medio. “Hay mucho barilochense, la relación es de un 90 a 10 con los turistas”, analiza Sebastián (32). El barman les dice que lo recomienden y les sirve otra copa. Son parroquianos del lugar. Jonatan (34) concuerda y dice que en temporada se ve mucha gente pero son los barilochenses que vuelven a la ciudad.

Para ellos faltan espacios y mencionan apenas un puñado de lugares que abren sus puertas para residentes. “Mi hermano se ve ahí (Lelac) con sus amigos, pero a la tarde buscan una cervecería”, agrega Jonatan. “Hay que ponerse la cinta de capitán y salir”, parafrasea como si se tratase de un partido contra el clima y el cansancio de la semana. Aún así ambos coinciden en que hay “poca oferta” de boliches y que la actividad se concentre en un solo lugar, en la intersección de San Martín y Pagano, también reconocido como una “zona de conflicto”.

La explicación parece sencilla: dentro de esos lugares el consumo de alcohol no se hace de forma tan “consciente” como en un pub, la entrada ronda los 200 pesos con dos consumiciones y el horario de cierre se extiende hasta las primeras horas del día, a diferencia de las cervecerías que cierran a las 4 de la mañana.

“Acá es otro mundo”, acota Sebastián sacando a relucir su preferencia por un bar irlandés de la calle Juramento. Dice que el público habitual es “gente adulta” de más de 25 años, y reconoce que alguna vez pudo disfrutar de los boliches que hoy se reservan al turismo estudiantil.

Las cervecerías hacen las veces de refugios de los caminantes de la noche. Los jóvenes prefieren sentarse a charlar.

“Los pibes prefieren juntarse y armar sus propias movidas en los barrios. Se hace toda una liturgia de la previa que termina siendo más importante que la salida en sí”.

Agustín Crespo, asistente social del Centro de Atención y Articulación Territorial (CAAT) 8.

Datos

Fuera de los bares, los lugares para los chicos de acá son Lelac, After Seven, Wilkenny, Eclipse e Interview. Ninguno cuenta con las comodidades de los que reciben al turismo.
$ 1.200
es el gasto estimado de una noche. Incluye la previa en una cervecería, entrada al boliche, un par de tragos y el taxi.
$ 100
es el costo promedio de una pinta (500 cm³) de cerveza artesanal.
$ 200
es el valor de la entrada, con dos consumiciones, al boliche más popular: Lelac. Hay una opción de $ 100 que incluye una consumición pero chica.
Las cervecerías hacen las veces de refugios de los caminantes de la noche. Los jóvenes prefieren sentarse a charlar.
“Los pibes prefieren juntarse y armar sus propias movidas en los barrios. Se hace toda una liturgia de la previa que termina siendo más importante que la salida en sí”.

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