Osqui Guzmán: el teatro como metáfora de la vida

El prolífico actor y dramaturgo participará del 5º Festival Nacional de Teatro que se realizará la semana próxima en Roca, organizado por Fundación Cultural Patagonia y el IUPA. Dará un seminario sobre improvisación y pondrá en escena su genial “El bululú”.

Hijo de padres bolivianos de Potosí y Oruro, Osqui es actor de teatro, cine y tevé; autor teatral y docente universitario en Latinoamérica.

Fundación Cultural Patagonia (FCP) y el Instituto Universitario Patagónico de las Artes (IUPA) concretan del 25 al 29 de este mes, el 5º Festival Nacional de Teatro en Roca, un acontecimiento cultural de jerarquía con elencos nacionales y provinciales, charlas, talleres y debates.

Participan “El bululú. Antología endiablada” de Leticia González de Lellis y Osqui Guzmán, protagonista de la presente entrevista, además de “Terrenal. Pequeño misterio ácrata” de Mauricio Kartun, y “La Pilarcita” de María Marull, por Buenos Aires; “Lágrimas y risas” de Ernesto Suárez representando a Mendoza; “La encomienda” de Silvina Mañueco, por Roca; y por Cipolletti, “Mujer en la ventana con perfume de ayer y el alma prendida con alfileres”, de Javier Santanera.

Osqui (46) dará el Seminario “Taller de Impro” el miércoles 26 a las 15 y el 27 a las 4 de la tarde. El viernes 28 a las 14, ofrecerá una charla abierta y a las 21, protagonizará “El bululú. Antología endiablada”. Actor en más de cincuenta puestas teatrales, trece películas, una veintena de programas de televisión, comediante, dramaturgo, director y conductor, fue nombrado Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, en diciembre del 09.

Hijo de padres bolivianos de Potosí y Oruro, desde muy chico se interesó claramente por la actuación y estudió en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático, hoy UNA. Oscar vive en BA, casado con Leticia González de Lellis, y como docente, dicta talleres privados de Improvisación desde 1998 y seminarios en Corrientes, la Escuela de Comedia Musical y Danzas de Julio Bocca y Ricky Pashkus, la carrera de Arte Dramático de la Universidad del Salvador, en Lima, Cuzco, la Universidad de Arte Dramático de Medellín y la Real Escuela Superior de Arte de Madrid.

P- Desde que Leticia y vos comenzaron a idear “El bululú. Antología endiablada”, hasta este presente en el 5º Festival de Teatro en Roca, ha merecido elogiosos comentarios de público y crítica, numerosos premios…

R- Algo sabíamos, presentíamos, del material. Veíamos que era inusual, que iba a llamar la atención, a atraer a gente que había visto a José María Vilches en los 70. No pensábamos que la historia iba a ser recibida con tanto, tanto afecto. Hay personas que fueron seis veces a verla…

P- ¿Qué ingredientes producen ese contacto?

R- Creo que un lenguaje físico, poético, dialéctico muy interesante, alrededor de lo que se hace con el cuerpo, se dice con las palabras, letras del Siglo de Oro español, y lo que se cuenta. Una suerte de viaje en el túnel de tiempo, donde mágicamente el público entra en una historia íntima. La de mi vida, de cómo me hice actor. Un traspaso temporal al que uní mis raíces andinas, la mixtura entre el Siglo de Oro y el oro que se llevaron de Bolivia; el cruce entre rescatar algo de la memoria y coserlo con el viejo oficio de costurero que heredo de mis padres.

Un itinerario donde el público se apega a la historia y se refleja. No hay persona que no salga diciendo: me pasó algo parecido. Yo hablo de mis papás y hay quien piensa en los suyos. La revisión que hago, se replica en la platea. Ese trayecto de intimidad, hace que “El Bululú” resuene en lugares muy profundos. Viajo hasta mis raíces, mis afectos, y la gente también. No es un trabajo realista sino despegado. Es teatro en español, en verso, obliga al espectador a escucharlo en una métrica desacostumbrada, lejana, que sin embargo se une a mis cosas, a mi vida. Se relaciona con eso…

P- Con los afectos, la memoria…

R- Y las raíces. Chaplin decía que un comediante nunca se olvida de dónde viene, de quién es. Son historias que a los argentinos nos pegan fuerte porque nos estamos formando en la historia, somos todavía un pueblo joven.

P- Con fuertes rasgos de discriminación en su seno.

R- ¡Claro! La andina es una cultura sometida desde el principio de la colonización en América. Eso prevalece en el espectáculo. Yo tengo rasgos andinos heredados de mis padres, pero soy un actor argentino. Esa transculturación, la mezcla de la estamos hechos, predomina en nuestra puesta. Mi patrimonio lo transformo en oro, oro cultural y el público se despierta en el discurso de la obra.

“El teatro es algo que se elabora con el espectador”, sostiene.

Actor todoterreno

Recuerda Osqui: “En el Conservatorio hice el monólogo “Elogio de la mujer fea” (de Lope de Vega, 1562-1635), tenía diecinueve años y en el patio de mi casa paterna en La Boca, inventé la pantomima de un hombre que pelea con una cucaracha. Cuando escribimos “El bululú. Antología endiablada” con Leti, creímos importante incluirla. Pablo Rotemberg (diseñador de movimientos) la tomó, la trabajó físicamente y la renovó sobre la base que ideé hace más de dos décadas. Es increíble cómo sobrevive en medio de todo lo demás… Encontramos el programa de mano de la obra de Vilches y figuraba la “Pantomima de Nepomuceno” que no estaba en el casete que escuché, por supuesto. Evidentemente es propia de un bululú. Hay cuestiones que yo sabía y ahora confirmo, tomo conciencia de saberlas”. Y sigue el diálogo.

P- Tu trayectoria parece de alguien que casi te doblara en edad. Has hecho una enormidad de trabajos, recibido valiosos premios y nominaciones. Una actividad tan febril como apasionada…

R- Apenas comencé a hacer teatro, a los dieciocho en el Conservatorio, trabajaba también –para sostenerme– repartiendo a domicilio en un supermercado. Me echaron a mitad de año y a la semana estaba dando audición en un elenco de teatro callejero en La Boca. Quedé e hice tres años sin parar, todos los domingos, personajes de sainetes del 30. Los aprendí en la calle. Al mismo tiempo que cursaba, hacía obras. Conocí a Horacio Guevara, un preceptor que tenía un grupo en la Facultad de Letras. Todos eran estudiantes de Literatura, menos yo, el actor invitado. Hacíamos cinco piezas por año, todas argentinas. Variado repertorio, mucha actividad, nunca un mango. Al mismo tiempo hice improvisación… Y cuando empecé a cobrar, al enganchar algún trabajo en el (Teatro Nacional) Cervantes, luego en el San Martín, en el Maipo, la tarea se redobló para mí. No dejé una cosa por otra. Hacía las obras, a la tarde un infantil y en trasnoche, trabajos que me interesaban, sosteniendo mis grupos. Iba de un lugar a otro, sin parar. Hay una pieza hermosa de Abelardo Castillo, “Israfel”, la historia de Edgar Alan Poe, que había empezado a ensayar con el grupo de Guevara, pero justo ahí se disolvió. Y el personaje de Poe, pobre, sin un peso, dice a quien era la madre: voy a escribir hasta que mi nombre se estampe contra el cielo… Había algo de esa cosa febril, de no detenerme hasta no sé dónde.

P- En Roca vas a estar con uno de tus maestros y directores, Mauricio Kartun.

R- Hicimos “Salomé de chacra” (teatros San Martín 2011-12 y del Pueblo 12) y “El niño argentino” (San Martín 06, Regina y del Pueblo 07, Solís de Montevideo y Auditórium de Mar del Plata 08).

P- Kartun y vos, a la par. Qué bueno encontrarse así…

R- (Osqui, ríe casi para adentro). Sí. El trabajo del compañerismo lleva años. Se puede conectar mucho con gente de la que no te sentís compañero, o encontrarte con alguien dos veces y sentirlo de ese modo. Me pasó con Mauricio, lo conocí, me pareció tan maravilloso lo que exponía, tan contundente, tan preciso, extravagante… Íbamos al teatro juntos, yo lo escuchaba, hablábamos, intercambiábamos ideas y él, todo el tiempo, me enriquecía. Era un maestro para mí. Tomé sus cursos de dramaturgia, siempre lo consulto. Lo llamo, le explico qué me pasa, qué te parece, qué hago. Y siempre tiene una buena respuesta para darme. No me tira una solución sino alternativas diferentes. Es tan generoso que es muy difícil dejar de ser su aprendiz.

P- Ahora, el aprendiz está al lado del maestro.

R- Yo hice artes marciales, kung-fu, y aprendí a llamar maestro a todo el mundo, porque me recuerda que todavía puedo aprender. Un niño enseña. Cuando me siento frente a Kartun, él es mi maestro y en esa disposición me pongo, me revela un montón de cosas relacionadas con la auto exploración de lo que hago, de mi propio lenguaje…

“No enseñamos nada porque todavía estamos aprendiendo…”.

En el estanque puro del teatro

Dice Osqui: “Al empezar ‘El Bululú’ con Leticia, escribimos una versión y se la llevamos. Nos tiró un par de puntas, enlazó cosas que habíamos escrito y sobre eso, nos despertó otro mundo. Terminó siendo la obra que finalmente hacemos hoy. Mauricio está muy metido en nuestra vida creativa, amén de todos los asados que nos hemos comido, (risas) relacionados con el afecto, porque nos queremos mucho”.

P- También vas a dar clases de improvisación.

R- Claro, claro. Estaremos con Leti y sabemos, decimos desde el primer día que no enseñamos nada, porque todavía estamos aprendiendo. Eso significa, estar en el camino. Sí transmitimos experiencia de nuestro trabajo en improvisación. Comentamos a los alumnos qué les conviene hacer al improvisar, cuando juegan libremente para construir drama. Ahí, como en el jazz, los códigos del teatro existen desde que se inventó y la impro los toma, los adopta de una manera lúdica, repentina, espontánea, y se entrena en el estanque puro, claro y limpio del teatro. Juega el cuerpo, que es metáfora de la existencia.

Cuando actuamos, lo que el cuerpo hace es lo primero que el público recibe como voluntad fuera de lo real. Hace algo que no sabemos qué es y sin embargo nos atrapa, nos conduce por su pasión, a lugares impensados. Al actor que juega con eso, podés ubicarlo solo una habitación vacía y va a construir obra de teatro. Todas las leyes para hacerlo se entrenan con juego. Como escuchar lo que el público construye con nosotros. El teatro no es algo propio del artista que sube al escenario, sino que se elabora con el espectador. Quien no reconoce esto, quiere adueñarse de la creación, controlarla, y su camino es pequeño, corto y quedará escondido en su propio aparato. En cambio, el que escucha lo que pasa, conecta con la gente y habla de lo que ella calla, expresa lo que no dice. La impro revela muchas cosas desde el juego…

Las entradas

para el Festival

La obra de Osqui Guzmán, como todas las del 5º Festival Nacional de Teatro en Roca, subirá a escena en el Auditorio Ciudad de las Artes y el
Centro Musical de FCP, Rivadavia 2263, donde pueden adquirirse las localidades de lunes a viernes de 8:30 a 12:30 y de 14 a 20 y sábados de 9 a 12:30, en Secretaría de la Fundación. Mayor información en el 0298-443-2590. La inscripción a los seminarios es en la Secretaría de Extensión del IUPA.

“El bululú” | Ficha técnica

Datos

Hijo de padres bolivianos de Potosí y Oruro, Osqui es actor de teatro, cine y tevé; autor teatral y docente universitario en Latinoamérica.
Actúa: Osqui Guzmán
Diseño de vestuario: Gabriela Aurora Fernández
Diseño de luces: Adrian Cintioli
Diseño de movimientos: Pablo Rotemberg
Música: Javier López del Carril
Asistente de escenario: Yamil Zeid
Asistencia de dirección y producción: Leticia González de Lellis

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