Violencia familiar en Río Negro: el diagnóstico y la ley están, faltan acciones

Con más de 7.800 casos anuales, 21 por día, la provincia enfrenta una realidad preocupante. Dos profesionales del ámbito judicial y una del educativo analizan una problemática que atraviesa a todas las clases sociales. Avances y materias pendientes.

Mientras en la región crecen las denuncias de personas que son víctimas de algún tipo de violencia en el seno familiar, los esfuerzos que apuntan a aportar soluciones se diluyen en un cúmulo de voluntades y acciones dispersas, sin abordaje integral. Así, la situación se asemeja a un iceberg, en las que sólo se puede apreciar una pequeña parte sobre la superficie, pero lo grueso permanece debajo de la línea de flotación, fuera de la vista de los demás.

En 2015, en Río Negro se tramitaron 7.884 causas, 21 por día, por algún maltrato hacia alguno de los miembros más vulnerables de la familia (niños, mujeres, adultos mayores). La realidad abarca a todos los sectores sociales, incluye desde grandes ciudades a poblados rurales y en la gran mayoría de las denunciantes fueron mujeres (ver infografía).

En los últimos dos años hubo un fuerte salto en las denuncias, de 3.401 en 2013 a más de 7.000 en 2014 y 2015. Según especialistas, el incremento quizás tenga más que ver con una mayor disposición a denunciar y mejores formas de armar las estadísticas judiciales que con más hechos. Es decir, el problema se ha hecho más visible. Sin embargo, todavía queda mucho camino por recorrer .

“Río Negro” tuvo oportunidad de consultar sobre la temática a dos profesionales del Equipo Técnico de los Juzgados de Familia de Roca, la trabajadora social Mirta Lacuenteguy y la psicóloga Gabriela Polzinetti.

Ellas son las encargadas de realizar las entrevistas, los diagnósticos y los informes relacionados con los chicos que son víctimas de la problemática en las causas que lleva adelante el juzgado.

“Hay que partir de la base de que el problema de la violencia familiar no sólo es inherente a nuestro país, es un flagelo mundial. Hay estudios que se han hecho que demuestran que se denuncia mucho menos de lo que realmente debería ser reportado, en todos los países” dice Mirta Lacuenteguy.

Para Gabriela Polzinetti “hay más gente que se anima a denunciar, las instituciones han puesto mucho más el foco en este tipo de situaciones, pero en realidad no hemos mejorado por el sólo hecho de que haya más denuncias”.

Las conductas violentas pueden expresarse de distintas maneras. No es necesario llegar al golpe, la lesión o la muerte para ser considerado un receptor o un generador de una situación violenta. “Una frase tal como “No sabés hacer nada, sos una tarada”… muchas veces es una base para que luego haya un episodio de agresión física dentro de una pareja, por ejemplo, pero en realidad si uno pone atención hubo muchos episodios previos” aclara la psicóloga.

En la provincia de Río Negro esta problemática se rige por la ley 4241 que se refiere a la Protección Integral contra la Violencia en el ámbito de las Relaciones Familiares. Esta ley, modificatoria de la que regía desde el 2006 conocida como “la 3040”, reconoce cinco tipos de violencia familiar: la física, la psicológica, la emocional, la sexual y la económica.

En su artículo 9 hace referencia a las distintas modalidades que presenta la violencia en la familia. Entre estas encuadra a la violencia conyugal, al maltrato infanto juvenil, al maltrato a ancianos y a personas con discapacidad.

Dice Lacuenteguy que en realidad “la columna vertebral de todas las violencias es la psicológica. Imaginemos una casa donde hay un niño al que nunca le pusiste una mano encima, pero desde corta edad vio como su padre denigraba a su mamá o viceversa, eso también es violencia por la angustia que provoca. Cuando se habla de maltrato puede ser por acción, por lo que hago, pero también por omisión, por lo que no hago”.

Uno de los eslabones fundamentales para correr el velo de la violencia que padecen los niños o adolescentes es la escuela.

“La que más llama la atención es la agresión física, pero también hay que estar atentos al chico que es inquieto, y prestar suma atención a aquellos niños que son sumisos, al que nunca molesta, que entendemos es el que tiene más riesgo”, sostiene la psicóloga.

En esta problemática tan particular siempre se presentan señales de aviso, siempre hay un “acá estoy, véanme, algo me pasa”. “Hay que tener presente que estas situaciones son de puertas adentro. Ahí aparece la perspicacia, la astucia que puede tener un docente o un médico para detectar estos casos. La violencia es la materialización de la conducta, si vos tenés un niño que es demasiado extrovertido o muy retraído, son conductas que al docente le tienen que hacer ruido”, indica Lacuenteguy.

Una de las patas fundamentales de toda esta historia pasa por no encasillar. Según la asistente social “nosotros hemos atendido niños que tienen el boletín lleno de bajas notas que son víctimas de violencia, pero también atendimos abanderados que padecían el mismo problema”.

“Las clases más bajas están acostumbradas a la intervención pública y las instituciones visualizamos más esas situaciones, es nuestro campo de acción. Pero las personas de clase alta van a un pediatra privado, escuela privada, y como pagan la cuota hay cosas que se van tapando… si se pone feo se cambia de pediatra, se resuelve a ese nivel, no hay visualización desde lo público”, sostiene Polzinetti.

La obligación de denunciar

En los casos de violencia familiar que se presenten en alguna de sus expresiones “todos los que dependemos del Estado, los que cobramos un sueldo del Estado, estamos obligados a denunciar cuando tomamos conocimiento de una situación de violencia, máxime cuando se trata de un niño”, responde Lacuenteguy ante la consulta de “Río Negro”.

Aunque resulta muy difícil para las personas quedar expuestos ante una situación de esta naturaleza, hay mecanismos que permiten sortear esta exposición. Por ejemplo, la escuela puede denunciar un acto de violencia como institución, ya no con el nombre de un directivo o un docente en particular.

“Hemos recibido denuncias con identidad reservada, por ejemplo en el caso de vecinos. En las escuelas llaman a los papás, al ETAP. Esto se va construyendo, no es una cosa aislada, el chico puede tener otros problemas más allá de la violencia”, destaca Polzinetti.

Un punto clave es que “el que denuncia no tiene que demostrar nada, no es el encargado de aportar pruebas, para eso está la Justicia que interviene a partir de la denuncia”, indica Lacuenteguy.

Una de las cuestiones que se resaltaron en el encuentro con las profesionales fue que no hay una estrategia para un abordaje integral de la problemática, sólo hay intervenciones aisladas.

Dijo Lacuenteguy que “en Roca, por ejemplo, no tenés un espacio para atender grupos de hombres que ejercen violencia. Nadie trata eso. Tenemos leyes de primer nivel, pero se falla en la implementación”. Para Gabriela Polzinetti “no hay una política que se sostenga. Los programas se arman y se desarman como si fueran las casitas de los chicos. Es una problemática muy compleja, desgastante. Un programa serio tendría que tener equipos armados que perduren, que se vayan renovando, tendrían que estar supervisados”.

“Que nosotros como adultos incorporemos el golpe como una manera de educar es algo que no está bien”.

Mirta Lacuenteguy, trabajadora social del Poder Judicial.

“Siempre hay algún síntoma en los chicos que marca algo, hay que saber leerlos. Los docentes están más preparados para estos casos”.

Gabriela Polzinetti, psicóloga ligada a violencia familiar en la Justicia.

El límite es necesario porque es estructurante. Cuando se pone desde el amor organiza, no hay desbordes emocionales, ayuda a que el niño se constituya como sujeto”

dijo Marysol Álvarez, psicopedagoga y vicedirectora del Jardín Nº 12 de Roca.

Datos

“Que nosotros como adultos incorporemos el golpe como una manera de educar es algo que no está bien”.
“Siempre hay algún síntoma en los chicos que marca algo, hay que saber leerlos. Los docentes están más preparados para estos casos”.

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