“Una Iglesia más cerca de la gente”

Comedores, guarderías y obras, evidencias de esa prédica.

por la comunidad

“Con valores, actitudes y acciones se promueve que la vida de todos sea más digna”, dijo el padre “Juanjo” pocos días antes de su traslado.

Si algún rasgo identifica al grupo parroquial de la Iglesia Santa Catalina es su trabajo silencioso desde hace muchos años. En Allen la comunidad católica se involucra con las cuestiones sociales, suma a los jóvenes y propone estar más cerca de la gente. El padre Juan José Urrutia llegó a la parroquia de hace ya casi seis años y tuvo la satisfacción de encontrarse con gente dispuesta a extender su mano al prójimo. Días después de realizada esta entrevista fue trasladado al Obispado, en Roca. –¿Cuál fue su primera impresión cuando llegó a Allen? –Me sorprendió la cantidad de comunidades, la presencia en los barrios. Por ejemplo en la capilla de San Pantaleón el grupo Manos Entrelazadas hace una reunión semanal de contención de violencia contra la mujer, un equipo de personas que hace un trabajo serio. En San Francisco, en el barrio Progreso, una guardería cuida a los chicos cuando sus padres salen a trabajar: desde las 7 de la mañana unos 24 niños están contenidos, se alimentan, juegan, duermen la siesta. Y es un esfuerzo a pulmón que hace la gente de ahí desde hace años. En el comedor de San José Obrero padre Luis Klobertanz se alimentan de lunes a viernes más de 20 personas con el aporte del municipio y de la comunidad. Allen tiene una capacidad de trabajo increíble, se hacen eventos para recaudar fondos y hacer obras. Son tareas que a lo mejor tendrían que hacerlas otras instituciones pero por ahora se encargan estas comunidades con espíritu generoso, evangélico, de fe. –¿Sobre qué espacios trabaja la Iglesia? –Tenemos el centro parroquial, nueve capillas más que son edificios construidos y cuatro sectores en donde funcionan comunidades: Los Hornos, el barrio de Maruca, el Vidriera y Guerrico. En esos lugares nos juntamos con la gente. El aporte más específico está en el orden de la fe, que no se limita solamente al culto sino que se entiende como una forma de concebir la vida con Dios, donde hay valores, actitudes y acciones que se promueven y en donde se busca que la vida de todos sea más digna. –¿Qué perfil tiene la Iglesia Católica hoy en Allen? –Buscamos caminos para presentarnos más cerca de las cosas que viven todos. A lo mejor no hemos provocado nosotros esa imagen de Iglesia entre comillas más anticuada, sino que es parte del imaginario religioso, de creer que la Iglesia es para viejitos y para gente que está todo el tiempo rezando. Hay tanto para hacer, para vivir y experimentar gracias a la fe, a Dios, que no se reduce a venir a misa o a rezar el rosario, es una forma de entender la vida. –El delito y la drogadicción se acentúan en Allen con el paso de los años… –Nos toca tomar contacto a través de personas o familias que vienen a solicitar ayuda, contención o consejos. Si bien no tenemos una tarea directa con el tema de adicciones más que en espacios ordinarios, lo que hacemos es trabajar con los jóvenes en la catequesis, en la formación, donde tratamos de proponer otras actividades y otras instancias de reflexión. Por ejemplo existe un grupo de confirmación de jóvenes en el barrio Norte que tiene muchas actividades recreativas, se hacen campamentos y distintas salidas, son propuestas que entusiasman y ayudan a mantener contenidos a los chicos. Es una situación bastante crítica. Es un problema que deberíamos encarar de una buena vez a lo mejor interinstitucionalmente, incluso con la policía, el hospital, el juez y las escuelas. No nos damos cuenta de que estamos arriba de un gran hormiguero, en la superficie no se ve que está todo eso. Pero cuando uno va escuchando los casos de personas que vienen a pedir ayuda o consejos, asusta… –¿Visitan la cárcel de Roca? –Como comunidad queríamos estar cerca de algunas situaciones de sufrimiento, de soledad. Por eso también visitamos a los abuelos que están en los cinco geriátricos de la ciudad. Es una deuda de valoración, de reconocimiento y respeto hacia ellos Los miércoles y sábados visitamos en la cárcel de Roca a los internos que de nuestra localidad. La sorpresa fue encontrarnos con jóvenes, chicos de 19 hasta los 25 años. No nos proponemos hurgar en los motivos por los que están ahí ni de hacer juicios de valores, de eso se encarga la Justicia. Nosotros queremos acompañarlos desde la fe, como si se tratara de algún familiar nuestro, ir a hacer más pasable esa experiencia de soledad y de pena por lo que hicieron. A través de las charlas salen consejos, hay un trato muy afectivo, nos está yendo muy bien. Una vez por mes visitamos los puestos del ejido de Allen para llegar a quienes están más alejados con una visita que transmita esperanza. –¿Qué le falta a Allen? –El sentimiento de pertenencia. Algo que se podría simbolizar como un “yo quiero a Allen”, soy de acá y quiero a este lugar, una valoración de la cantidad de propuestas que tiene. El que viene de afuera –mi caso– las nota. Me da la impresión de que los allenses miran localidades vecinas más grandes que a lo mejor parecen más luminosas. Creo que habría que trabajar, cada uno desde su lugar, por el amor a lo local, a la propia ciudad y por el sentir que pertenecemos acá. Me gusta reflexionar con la gente sobre el ser fiel al lugar que Dios nos ha señalado en la vida.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios