Trabajo social y desarrollo humano


En mis años como trabajador social en distintos Organismos del Estado, me ocurrieron diversas situaciones; algunas de ellas podrían llegar a ser consideradas cómicas, varias fueron riesgosas y otras refieren a personas con necesidades e inconvenientes.

Recuerdo la ocasión en que -culminadas las intervenciones domiciliarias que tenía que hacer ese día- iba caminando con cierta velocidad para llegar a tiempo a la Terminal de Ómnibus y no perder el micro ya que -de lo contrario- debía esperar una hora más. Aquel barrio por el que transitaba era considerado peligroso, pero debido a que estaba acostumbrado a recorrerlo y conocía a muchas personas que allí residían, había perdido la noción de riesgo y temor cuando recorría sus calles, pese a que no desconocía su mala fama y entendía que no era recomendable estar por allí cuando comenzaba a oscurecer. Debido a que fueron varias las familias que tuve que evaluar en aquella ocasión, ya estaba anocheciendo cuando finalicé la tarea.

Los y las trabajadoras sociales, siempre intentamos detectar las capacidades de las personas y lograr que también que ellas mismas las vean para incrementar su desarrollo.

Caminaba por aquel barrio cuando un grupo de jóvenes me rodeó repentinamente. No pude divisar ninguna cara porque las tenían cubiertas y la calle no estaba iluminada. De forma inmediata, ataron mis manos con cinta adhesiva ancha. Finalizada la tarea, uno de ellos que denotaba autoridad, dijo que me desataran y me dejaran ir porque era el asistente social del barrio. Inmediatamente, otro de los jóvenes dijo que merecía un castigo porque, por un informe mío, su hermano estaba privado de la libertad.

El aparente jefe del grupo le respondió que su hermano había perdido la libertad por no haber planificado bien los delitos que había cometido y no por un informe mío; agregó que además tenía que estar agradecido conmigo porque podría haber pedido que lo enviaran a Viedma o Bariloche y, sin embargo, había solicitado que quedara en General Roca. Agregó que todas las personas del barrio les habían hablado muy bien de mí. A su pedido, desataron mis manos y el evidente líder me dijo: “Quédese tranquilo, don. Venga al barrio cuando quiera; esto no va a volver a pasar”. Nunca supe de quién hablaban ni quienes eran ellos (y aunque lo supiera, jamás lo diría).

En aquel entonces, era habitual que cuando caminaba por la calle me gritaran de todo un poco. Por ejemplo: “Dejá a mi hermano en libertad. Mejor fíjate lo que hace la yuta y metelos en cana a ellos”. Y por supuesto, otras cosas peores y aún más desagradables.

En otra oportunidad, aunque ahora en otro organismo estatal, mantenía la entrevista semanal con un joven en forma individual y luego efectuaba otra en forma conjunta con los padres. El proceso de intervención había sido difícil. Había sido muy costoso lograr que el joven comenzara a hablar. Recuerdo que cuando lo derivaron, los profesionales anteriores nos habían dicho que no iba a hablar.

Sin embargo, cuando comenzamos a intervenir y sobre todo en forma individual, el joven comenzó a expresarse. Avanzado el proceso habló sobre su sexualidad y confesó que era homosexual pero que jamás lo iba a reconocer ante sus padres ni sus compañeros. Empezar a hablar sobre su sexualidad sirvió para que fuera afrontando y modificando su comportamiento y así dejara de involucrarse en hechos ilícitos.

En otra ocasión, la dificultad era que un joven consumía drogas. No obstante, fue posible intervenir en forma indirecta y lograr que dejara dicho consumo y se dedicara a la carrera universitaria que cursaba y, así también, poder conservar la beca con la que había sido beneficiado. Recibió todo el acompañamiento que necesitó, dejó de consumir y finalmente se recibió.

Los y las trabajadoras sociales, siempre intentamos detectar las capacidades de las personas y lograr que también que ellas mismas las vean para incrementar su desarrollo.

Asimismo, evaluamos las necesidades que tienen y conectamos a las personas con los recursos que existen en la comunidad. Creemos en el cambio, puesto que lo vemos cotidianamente en nuestro quehacer profesional.

* Especialista en Trabajo Social Forense.


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