“Caímos por estar parados”: a 30 años del asesinato de Walter Bulacio

La muerte del joven, tras ser detenido arbitrariamente por la policía en la previa de un recital de Patricio Rey y los Redonditos de Ricota, marcó un quiebre en la cultura juvenil y rockera.


Vanesa Jara Stornelli ** Fernando Miguel Casullo*


Todavía hoy está fresco el impacto del recital que dieron los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, la banda del Indio Solari, en Epecuén. El evento contó con una serie de situaciones excepcionales que lo dotaron de la épica cimarrona y plebeya que ha caracterizado al líder indiscutido de la formación desde los inicios de su carrera: un deslumbrante escenario natural con reminiscencias de la Pompeya de Pink Floyd, la viralización del streaming liberado por youtube tras el colapso del sitio web pago por las miles de visitas y el estreno de dos temas nuevos que tuvieron aroma a inicio de despedida de un artista difícil de igualar en el campo de la música nacional.

Mucho se ha escrito, y con seguridad se escribirá, sobre la cultura ricotera y su liturgia a lo largo de cuatro décadas, pocas identidades en el mundo del rock se han mostrado tan perdurables e innovadoras como la del “ser ricotero”, incluso pudiendo escapar de cierto amesetamiento que parecieron gestarse con su salto a la masividad. El mainstream, ese gran interpelador de la creatividad del rock, no pudo horadar la esencia de aquella formación que dio sus primeros pasos en la ciudad de La Plata.

El joven estaba esperando para entrar al recital cuando fue detenido en una razzia policial

Ahora bien, este año se cumple el trigésimo aniversario de uno de los eventos más dolorosos pero a la vez relevantes dentro la larga saga de la banda en particular y de la cultura ricotera en general: el asesinato de Walter Bulacio en la previa de un recital en Obras Sanitarias. Muchos años antes de los sucesos de Cromagnon, el rock tuvo con ese caso el primer gran quiebre, el primer sacudón para una cultura juvenil que venía bien aspectada desde la primavera Democrática. Vale la pena hacer entonces una breve semblanza de ese evento y los cambios que generó en la práctica activa del rock nacional y a tal efecto convocamos a recordar a Nazareno Camelio y Natalia Correa.

Nazareno era Presidente del Centro de Estudiantes del Secundario adonde concurría Walter, (si bien uno iba a la mañana y otro a la tarde, amigos en común los habían juntado en la espera). Así, Nazareno fue detenido junto a Walter, cayó en la misma razzia y compartió encierro en el mismo calabozo con Walter Bulacio. Y en una de esas cuatro paredes, que serían mortales para Walter, Nazareno escribió “Caímos por estar parados”, como testimonio de los riesgos que asumía cualquier joven en esos años, por ser, por estar, por escuchar rock.


El caso apalancó un nuevo movimiento más acodado en la resistencia, en los barrios donde se sufría la violencia a manos de las fuerzas de seguridad.


Efectivamente, cuando Walter David Bulacio concurrió ese 19 de abril de 1991 por primera vez, a un recital de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, su banda preferida, y referencia cada vez más masiva de una contracultura que se habría paso por una suerte de larga década de los ochenta, nunca pensó que iba camino a la muerte. Así, Nazareno nos cuenta que de pronto en las adyacencias, la Policía Federal paró dos colectivos de línea y los llenó con jóvenes del recital, elegidos de forma aleatoria en el marco de una violenta razzia, en la que cayeron tanto él como Walter y otros 72 chicos y chicas.

Según menciona nuestro entrevistado Nazareno Camelio, él se encontró con Walter en el colectivo. Nazareno relata cómo agarraban a pibes y pibas estando parados y con entradas en la mano, de hecho en el operativo también fue detenida la propia sobrina del comisario Espósito, en una muestra clara de la arbitrariedad y la falta de control.

Las detenciones arbitrarias por «averiguación de antecedentes» siguen.

Así, Nazareno y Walter serían trasladados al lugar en donde se causaría la muerte de Walter, la Comisaría Seccional 35ª a cargo del comisario Miguel Ángel Espósito.

En dicho lugar recibirían una salvaje golpiza por parte de los agentes policiales que en el caso de Walter le generó un traumatismo craneano que generó su derivación primero al Hospital Pirovano y luego a otro centro de salud, donde cinco días después perdería la vida.

En los días siguientes a los trágicos sucesos, el padre de Walter Bulacio se encontró con Nazareno y sus compañeros para pedirle difusión. Nazareno nos cuenta que terminaron en la televisión dando difusión a la denuncia, comenzando un largo camino especialmente entrampado en una administración de justicia de oscuros manejos que terminó con la condena al Comisario Espósito de tres años en suspenso sólo por privación ilegítima de la libertad. La tortura seguida de muerte que sufrió Walter no obtuvo condena por parte de la justicia.

Años de trabas y ocultamiento generaron que la familia concurriera a la Corte Interamericana de Derechos Humanos que de hecho falló a favor de la familia, en contra del Estado Argentino y limitó el privilegio policial de pedir identificación y detener discrecionalmente.

El caso Bulacio mostró con todo aquel laberinto legal que, más allá de estar transcurriendo el octavo año de orden constitucional, todavía en las fuerzas de seguridad las tinieblas del proceso militar seguían por demás presentes. A su vez, el despliegue de la violencia institucional que caracterizó el crimen de Walter Bulacio, marcó sin dudas el fin de un momento casi idílico de la juventud con el rock en los ochenta, y la aparición de una desconfianza con lo juvenil muy propio de los 90. “Después de lo de Walter se desató mucha violencia entre la gente y la policía, y mucha violencia entre el propio público, había mucho mal humor”, nos cuenta Nazareno. «El Indio empezó a parar la historia, el pogo más grande del mundo, al que todos quieren entrar, pasó de la fiesta a la violencia (…) la monada se le subía a la torre de sonido, sin duda lo de Walter fue un quiebre y de hecho en cada recital se lo recuerda», nos acota Natalia Correa.

La idea que el asesinato de Bulacio causó cierto desangelamiento de una cultura rockera en clave positiva luego del final de la dictadura es a esta altura canónica dentro de los historiadores del rock. De todos modos, el caso también apalancó un nuevo movimiento más acodado en la resistencia, en los espacios barriales donde se sufría violencia institucional por parte de esas agencias del Estado.

Nació así la efervescencia del denominado Rock Chabón o barrial (con el caso notorio de La Renga y su canto completamente potente sobre Walter Bulacio). Para Los Redondos, estas transformaciones, y el caso Bulacio, serían un desafío doloroso mientras la masividad se volvía cada vez más real.

** Jefa de Departamento de Investigación, Sede Alto Valle. Universidad Nacional de Río Negro.

* Historiador, investigador. Director Licenciatura en Criminología y Ciencias Forenses Sede Alto Valle – Valle Medio Universidad Nacional de Río Negro


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