El poder viaja entre Viedma y Bariloche


El Alto Valle ha perdido gravitación en la política provincial. A cambio, asoma un eje a través de la interminable ruta 23 entre la capital y la ciudad más poblada.


Esta semana se inicia un tiempo de definiciones. Hasta mediados de julio hay tiempo para inscribir las alianzas y antes de que termine el mes tienen que estar los nombres de las candidatas y candidatos a diputados nacionales. Será una elección atípica por donde se la mire por la pandemia y por el escenario político que vive la provincia.

Con tan sólo dos bancas en juego, esta elección legislativa nacional no tiene en Río Negro otra importancia que la de ratificar o poner en debate los liderazgos en las tres (o cuatro) principales fuerzas políticas de la provincia.

El peronismo repetirá la marca registrada Frente de Todos; Juntos Somos Río Negro, que es un partido pero parece una alianza, no precisa alterar su denominación; y Juntos por el Cambio debate si sigue aquí existiendo como tal (una sociedad entre Pro y UCR).

No hay en la provincia una analogía cercana para proyectar posibles resultados: hace cuatro años al Juntos rionegrino le fue tan mal en las elecciones primarias que abandonó antes de las generales; y hace dos, cuando estaban en juego tres bancas en Diputados y las tres del Senado, el macrismo decidió que su fuerza no presentara candidatos a la Cámara Alta para darle a Alberto Weretilneck el espacio por la minoría.

En un hipotético escenario de tres (o de cuatro), sólo dos se llevan premio.

La gobernadora Arabela Carreras tiene dos fuertes razones para resistirse a la idea de Weretilneck de llevar como candidato a Agustín Domingo. La primera es personal y tiene que ver con su desempeño, real y simbólico, como una de las líderes de la fuerza: su opinión debería tener peso. Tal vez la concentración de las decisiones en el senador sea consecuencia de un error de la gobernadora: concentrarse en la gestión y dejarle a otro el armado político.


La gobernadora le cedió demasiado poder de decisión al senador Weretilneck y ahora reclama ser oída en la selección del candidato o la candidata a diputados nacional.


La segunda razón es que el exministro de Economía de la provincia no mide en las encuestas.

A cambio, ofrece a Mercedes Ibero. La viceministra de Salud entró por las pantallas de toda la provincia como la cara visible del gobierno ante la pandemia. Dio más noticias malas que buenas (contagios y muertes) pero tiene el don de la comunicación. La expusieron a encuestas y rindió.

A favor de Domingo, Weretilneck podría argumentar que su discurso está en las antípodas del ministro nacional Martín Guzmán, que el viernes se enfrentó a los ortodoxos desde la sala parlante de la biblioteca “Leo Falicov” del Instituto Balseiro de Bariloche con una defensa de la emisión monetaria, del aumento del gasto público y una refutación de sus efectos en la inflación.

En tierras de Domingo, Guzmán reiteró sus críticas a la ola de deuda pública en moneda extranjera del período 2016-2019. El exministro es el autor intelectual del Plan Castello, una emisión de bonos en dólares que debió refinanciarse antes de que los recursos generados pudieran terminar de gastarse.

El pejotismo fragmentado se imagina candidatos y discute el liderazgo de Martín Soria, cuya llegada al ministerio de Justicia de la Nación parece haberle dado un aplomo inusitado. Pero no hay elementos que permitan suponer que el dedo de la vicepresidenta no termine de imponer nuevamente los nombres en Río Negro. Después de todo, razona, los votos son de ella.

Aníbal Tortoriello, que perdió hace dos años la reelección en la intendencia de Cipolletti por pocos votos, podría terminar siendo el único de los candidatos del Alto Valle, la región más poblada de Río Negro que en la última década perdió peso dentro de la política provincial, luego de un largo período de dominación de Roca.

El eje Viedma-Bariloche (ahora que prometen por vez número ene que la ruta 23 estará terminada en un año) domina la política provincial. En la capital rionegrina se administra pero sobre todo se mueve la rueda de la burocracia y se trajinan los pasillos palaciegos. Y en las montañas las decisiones se toman con la cabeza más fría. Carreras lo sabe porque vive al pie del cerro Otto y tiene en Bariloche su propia sede de gobierno a la que todos llaman “la casita de Arabela”.


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