Pujanza y fatalidad del fundador de un semanario
Juan Mayer fundó en 1938 el primer periódico importante de Bariloche y lo dirigió durante veintiséis semanas. Un año después se mató en un accidente en Buenos Aires. Fue divulgador del turismo y los deportes de montaña.
La Historia de Río Negro editada para la enseñanza provincial y coordinada por Osella y Vidal en 1974, incluyó una sintética historia del periodismo rionegrino escrita por Salvador Carlos Laría. Respecto a San Carlos de Bariloche y sus primeras publicaciones, señala la «aparición en 1938 del periódico La Voz Andina dirigido por Salvador Valdachino».
Realmente se puede considerar la primera publicación de importancia de la región del Nahuel Huapi, pero no la primera en términos cronológicos. Y si bien Valdachino dirigió el semanario durante largos años, el director fundador fue el joven José Mayer (h), de la familia propietaria del hotel pensión Edén y al frente de las ediciones desde el primer número aparecido el jueves 21 de abril de 1938.
La primera publicación de que se tenga noticia surgida a orillas del lago, modesta, de poquísimos ejemplares, fue El Limay, aunque no figure en las esporádicas recopilaciones del pasado periodístico rionegrino.
Es cierto que la precaria edición de El Limay (breves textos y en mimeógrafo) no trascendió lo suficiente por sus limitaciones de circulación. Apareció el lunes 30 de julio de 1923 con el anuncio de la inminente iniciación del camino a Traful que diseñó el ingeniero Emilio E. Frey y lo abriría el contratista Primo Capraro.
Se editaba en el almacén de zinc junto al río Limay (hoy Viejo Boliche) de Jarred A. Jones, y allí sobrevivía el mimeógrafo editor cuando quien esto escribe revisó junto a Andrés Jones (en 1975) lo que quedaba del almacén que había cesado como tal muchos años antes.
Perduraban los libros contables y vieja mercadería no perecedera, desde manojos de grandes espuelas chilenas hasta viejas hojitas de afeitar. También unas pocas órdenes manuscritas de publicidad con textos ingenuos. La primera, a un costo de un peso con 50 basada en un poema de Belarmino García que promocionaba su café y bar La Alegría, un verdadero emporio de los entretenimientos y servicios, ya que ofrecía anexos de churrería, funciones cinematográficas y peluquería. La historia del semanario La Voz Andina arrancó el jueves 21 de abril de 1938 gracias a la pujanza de José Mayer hijo, un joven prolijo y elegante, cuyo padre tenía buenos antecedentes comerciales en Bariloche (su pensión Edén era totalmente de madera, pero acogedora).
Tiempos de la Tintenkuli
Su hijo devenido en periodista, tenía su propio negocio de librería, cigarrería y juguetería y en donde, además, gracias al ferrocarril, cuyos trenes llegaban tres veces por semana al lago desde hacía casi cuatro años, el negocio ofertaba los diarios y revistas del país y algunos extranjeros. Fue también el primer negocio de Bariloche que ofertó la codiciadas lapiceras fuente Tintenkuli.
Como muchos jóvenes barilochenses de entonces, deslumbrados con la hazaña de Germán Claussen, un montañista nato que dejaba su domicilio en Viedma cada
verano para trepar las montañas de la región del Nahuel Huapi y fue el primero en vencer la cumbre Internacional del Tronador en enero de 1934, el joven Mayer no dudó un instante en asociarse ese año al Club Andino Bariloche (CAB).
A dos semanas y media de que la vieja institución deportiva ahora cumplirá su 75° aniversario el próximo jueves 31-, es oportuno evocar a Mayer como el primer divulgador periodístico regional de las actividades de montaña y especialmente del esquí del Nahuel Huapi.
Es que cuatro años después de su incorporación al CAB, Mayer, en pleno estallido del progreso de Bariloche y sus aledaños, el boom de obras en realización y proyectadas para el Parque Nacional Nahuel Huapi, resultó la cabeza del lanzamiento del primer semanario importante de Bariloche. Y aunque lo dirigió por sólo 26 semanas, le imprimió una inercia que le duró al periódico casi dos décadas (las actividades del esquí, el montañismo y el turismo, tuvieron columnas destacadas).
No es casual que en el último ejemplar que dirigió, el número 26 del jueves 6 de octubre de 1938, se diera cuenta del Primer Congreso Argentino de Turismo y Comunicaciones que acababa de clausurarse en Buenos Aires. Se había reunido con la presidencia del director general de Correos y Telecomunicaciones, Dr. Adrián C. Escobar, y la presencia de representantes de varias ciudades argentinas. Las sesiones se llevaron a cabo en el Palacio del Concejo Deliberante porteño y «las medidas y disposiciones que se han tratado ponen en un nivel muy alto el turismo nacional…». Puso en relevancia el valor de las intenciones de trascender en Europa donde «se dilucidaban cuestiones que ponían en peligro la paz del mundo entero», premonitoriamente dicho a meses del estallido de la Segunda Guerra Mundial (y en el año de la anexión de Austria a Alemania y en el que se firmó el Pacto de Munich que culminó con el apoderamiento de los Sudetes).
El semanario entendió que a partir del congreso se iniciaba «un intercambio internacional de turismo, (ideal) para mostrar las bellezas panorámicas de Nahuel Huapi para que los demás pueblos puedan confraternizar con nosotros…».
Los adioses a Mayer
Ese mismo día que Mayer dejó la dirección de La Voz Andina, transitoriamente se hizo cargo el administrador Rinaldo Nardini, como apareció impreso el jueves siguiente (13 de octubre) debajo del logotipo del periódico. La nota de
tapa, claro, era un panegírico destinado a ensalzar la personalidad del renunciante joven Mayer sin recurrir lamentablemente- a ningún trazo verdaderamente biográfico del homenajeado. Las planas del semanario se habían impreso desde el ejemplar número uno en la imprenta Nahuel Huapi de Hechenleitner y Tarrini. El primero pertenecía a una familia radicada en el chileno lago Llanquihue (como otros, que luego cruzaron la cordillera y se radicaron temporaria o definitivamente en Bariloche) como inicialmente sucedió con Wiederhöld y luego Winckler o Gebahuer. De los Hechenleitner, Fernando fue en Frutillar, Chile, antes de la Primera Guerra Mundial, juez del distrito y a la vez detentó el aristocrático cargo de comandante de bomberos local.
La nota en LVA sobre Mayer (en Llanquihue había un casi homónimo: José Meyer o Meier) sólo le sirvió al homenajeado para agradecer el sorprendente apoyo publicitario que había sostenido a la publicación desde el número uno, y para que se anunciara el «vermouth de honor» que se serviría el siguiente domingo 16 de octubre como despedida en el salón de fiestas del Bar Internacional y al que se invitaba «a las señoritas y jóvenes de su relación». El agasajado era soltero y además muy pronto haría un viaje a Buenos Aires por un cambio que pretendía una nueva vida laboral.
Ya Bariloche gozaba de una intensa actividad social y deportiva. En el último número editado por Mayer, se anunciaba para el 12 de octubre el baile del día de la raza a darse en el encaramado hotel Bellevue, como primero se llamó al Bella Vista de Máximo Sauter.
Para entonces los asociados del Tiro Federal se reunían en el hotel Suizo de la calle Mitre cuya publicidad anunciaba los «té danzante todos los domingos desde las 16 horas en adelante». Ese hotel también solía elegirlo el Club Andino para sus festejos, o como para fines de setiembre en oportunidad de entregar los premios de la temporada de esquí, que en aquel año de 1938 contó con la presencia del ingeniero Emilio Frey, el Dr. Neumayer, el ingeniero Mignacco, Diego Niel, Luis Peirano y Camilo Pefaure, varias damas y las señoritas Gertrudi Schumacher y Lita Peirano. El Rotary Club estilaba sus cenas con disertantes en el hotel Italia de Andrés Festa. Más modestos, los más encumbrados miembros de la colectividad chilena homenajeaban su fiesta nacional con regada cena en la pensión Matilde, mientras que el resto de los trasandinos lo hacían en bulliciosas «ramadas».
La despedida a José Mayer (h) en el Bar Internacional comenzó a las 18 horas y fue, al parecer, memorable. A poco más de un año, sin embargo, varios de los asistentes a aquel agasajo supieron que fue la última vez que departieron con el tenaz periodista. El semanario ya había cambiado de día de aparición (pasó a los sábados) y era dirigido por Salvador Valdachino (h). La edición del 18 de noviembre de 1939 incluyó una breve y dolorosa nota. Daba cuenta de la «repentina y prematura desaparición ocurrida a raíz de un accidente de trabajo, del señor José Mayer hijo», según noticias recibidas de Buenos Aires.
Salvo ese dato, el semanario no brindó otros detalles y apresuró una evocación al «fundador y principal propulsor» del periódico.
Como merecía, su foto ilustró la tapa de la publicación del siguiente sábado 25 donde un obituario más extenso, tampoco contribuyó a esclarecer el tipo de accidente que padeció Mayer, cuyo cuerpo fue inhumado en Buenos Aires.
(Continuará)
Francisco N juarez
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