Tres ciudades, una gran morgue

El triángulo que forman las provincias de Ica, Chincha y Pisco, en el departamento de Ica, está asociado con recuerdos positivos para los peruanos, y no sólo por el hecho de que en las inmediaciones se encuentren dos de las joyas turísticas de que presume el país: Las Líneas de Nazca y las islas Ballestas.

La asociación positiva también se da porque es una de las zonas que a través de la agroindustria mejor sabe interpretar el momento económico, porque es un triángulo productor de futbolistas, porque Chincha es la capital del alegre folclore afroperuano y porque Pisco es el origen de la homónima bebida de fama internacional.

Pero la muerte no respetó antecedentes: por lo menos 350 personas fallecieron en las tres provincias la noche del miércoles, cuando la tierra se remeció. Ahora, las tres localidades son una gran morgue y un enorme hospital, donde la alegría habitual fue desplazada por el más profundo dolor.

Eran las 18:31 hora local (20:31de Argentina) cuando comenzó el movimiento. En principio se creyó, como siempre, que era uno de esos inofensivos temblores a que están acostumbrados los habitantes del sísmico Perú. Pero el vaivén tomó fuerza y se prolongó por casi dos minutos que parecieron dos horas.

Las noticias empezaron a llegar de a poco. Se informó que había unos seis muertos en Ica, unos cuatro en Pisco. El país quedó incomunicado por

un colapso de comunicaciones que la Telefónica del Perú tendrá que explicar y pasaron horas antes de que el resto del país conociera la dimensión de la tragedia.

Ica, con sus cerca de 320.000 habitantes en áreas urbanas y rurales, está destruida. Pisco, con sus aproximadamente 140.000, también. Chincha, con unos 200.000 pobladores, no luce mejor.

 

Pánico, frío y hambre

 

Los sobrevivientes permanecen en las calles presas del dolor, pero también del pánico, del frío, del hambre y de la confusión.

Desde 1620, cuando la ya para entonces importante ciudad de Arequipa fue destruida por un terremoto, los peruanos se acostumbraron a convivir con el riesgo sísmico.

Pero eso no disminuye el dolor y hoy el país llora a cerca de cuatro centenares pobladores de Ica, como en el pasado se lloraron a miles de víctimas más y como seguramente habrá otros más para llorar en el futuro.


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