La otra batalla jugadores blancos vs futbolistas negros

El debate a un año del Mundial de Sudáfrica

 

 La televisión sudafricana exhibe cada tanto una publicidad del comité organizador del Mundial de Sudáfrica que muestra una dura batalla entre jugadores blancos y futbolistas negros sobre la cancha que termina con una reconciliación en torno a un balón de fútbol.

 «Un país unido después de 2010», concluye el mensaje. Esa es también la meta del presidente de la FIFA, Joseph Blatter: «En el fútbol somos todos hermanos y hermanas. Eso es lo que tenemos que hacer: trabajar contra el racismo. Sólo hay una raza en el mundo: es la raza humana».

Quizás sea demasiado optimismo. A un año de la gran cita del fútbol mundial, la Copa Confederaciones demuestra claramente que Sudáfrica es todavía un país dividido entre blancos y negros, también en el deporte. «Fútbol es para negros.

A mí me gusta el rugby», dispara un elegante señor «afrikaner» hospedado en un hotel de Bloemfontein ubicado en un barrio que es una especie de «reducto» de los antiguos colonizadores blancos, ya que la abrumadora mayoría de la población negra sigue viviendo en los «townships», las «favelas» de la perifería.

La división racial en el deporte queda en claro en el irónico comentario publicado por el periodista Kevin McCallum en el diario «The Star» después del partido inaugural entre Sudáfrica e Irak, disputado en el estadio Ellis Park, de Johannesburgo.

 Según McCallum, los «honkies» (término despectivo que usan los negros para designar a los «afrikaners») son fácilmente identificables en las gradas de los estadios no sólo por el color de su piel, sino también porque, en lugar de bailar, hacen la «ola». «La mejor manera de verificar si hay blancos en un partido de fútbol en Sudáfrica es mirar cuánto tiempo tarda en iniciarse la ola.

Como los blancos, en su mayoría, no tienen ritmo, la ola, que sólo requiere que uno se siente y vuelva a levantarse cada 20 segundos, es perfecta para ellos», afirmó. El escaso interés de los blancos ricos por el fútbol ayuda a explicar por qué los organizadores enfrentaron dificultades para vender entradas para los partidos de la Copa Confederaciones.

Pese a que el boleto más barato cuesta 70 rand (unos diez dólares) -muy caro para los habitantes de las «townships»-, los negros son la abrumadora mayoría del público del torneo. «A los negros nos gusta el fútbol, por eso vamos a los estadios, pese a que las entradas son caras», dijo a dpa Agnes M., quien pidió no revelar su apellido porque teme no conseguir trabajo en caso de que sus declaraciones salgan publicadas en algún diario sudafricano.

Agnes, de 40 años de edad, vive en la favela Rockwell, en la perifería de Bloemfontein. Solía trabajar en un comercio, pero perdió el puesto en el marco de la ola de despidos que siguió a la crisis financiera, y no sabe qué hará en el futuro.

 Por ahora, se dedica a disfrutar de la Copa Confederaciones, y en especial del equipo de Brasil, al que vio entrenar en el estadio Seisa Ramabodu, vecino a su comunidad, conjuntamente con un público estimado en 6.000 personas, formado exclusivamente por negros.

 La población blanca de Bloemfontein ignoró totalmente la oportunidad de ver a los «pentacampeones»: «Ese estadio queda en la región de los negros», justificó una señora «afrikaner» en un puesto de servicio, dejando en claro que la división geográfica entre las razas sigue vigente, aunque no por ley, sino por una cuestión económica muy concreta.

Según Agnes M., casi tres lustros después del fin del régimen del «apartheid» muchas cosas han mejorado para los negros sudafricanos: «Ahora podemos elegir buenas escuelas para nuestros hijos, ir a cualquier parte de la ciudad y buscar trabajos mejores, en lugar de ser solamente empleados domésticos».

«Pero la verdad es que todavía no nos sentimos cómodos en nuestro propio país», admitió la mujer. En el Mundial de Rugby de 1995, organizado por el legendario líder Nélson Mandela, los festejos nacionales por la victoria de los «springboks» -la selección sudafricana que es motivo de orgullo para los «afrikaners»- fueron interpretados como un paso adelante hacia el derribo de los muros entre blancos y negros en Sudáfrica.

El Mundial de Fútbol de 2010 podría hacer avanzar aún más ese proceso. Muchos «afrikaners», impresionados por el flujo de reporteros de todos los rincones del planeta que llega al país por la Copa Confederaciones, expresan interés en conocer más sobre fútbol y hasta en ir a partidos en el próximo año. Pero todavía queda un largo camino por recorrer hasta alcanzar la meta de «un país unido» fijada por el gobierno y por los organizadores de Sudáfrica 2010.

DPA


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