Don Victorio Molteni y su familia, peluquero de los primeros asentados en la ciudad de Cipolletti (homenaje a todos los padres en su día)

Don Victorio Molteni y su familia, peluquero de los primeros asentados en la ciudad de Cipolletti (homenaje a todos los padres en su día) Numerosas familias de inmigrantes se asentaron tempranamente en estas tierras norpatagónicas, entrelazando historias de vida y componiendo el entramado social.

La ciudad de Cipolletti vio afianzarse a la familia Molteni, cuyos orígenes se deben al arribo de Pablo, relojero nacido en Albavilla, en Como, Italia, en el año 1872, y fallecido en Buenos Aires en 1928.
Ingresó a nuestro país en 1890 con dieciocho años; arribó en el barco Nord América. Era hijo de los agricultores italianos José Molteni y Adela Zanfrini. Formó su familia con María Martínez, argentina hija de Josefa Martínez, española que se casó en segundas nupcias con Pablo. Se radicaron primero en Río Colorado, Río Negro.

De su unión nacieron: José, relojero como su padre y más tarde comerciante, casado con Guillermina Rodríguez, maestra puntana; María Enriqueta, casada con Raúl Pángaro. Tuvieron una hija, Lina Esther. Se radicaron en Villa Elisa, La Plata; Pablo, casado con Ida Ring, radicado en General San Martín, La Pampa. Se desempeñó como encargado en el establecimiento La Porteña, cuyo dueño era don Pablo Ferro, dedicado a la extracción de sal. Sus hijos son: Carlos, Nelly, Gladis, Oscar, Elda, Jorge y Nélida; Victorio, de profesión peluquero, casado con Yolanda Dellapitima. Tuvieron tres hijos: Pablo Alberto, Mirta Yolanda, José Oscar; Adela, casada con Antonio Belmonte, tuvieron dos hijos, Mirian y Néstor; Marino, radicado en Buenos Aires. Realizó la carrera militar y llegó a alcanzar el grado de suboficial mayor electricista. Realizó dos viajes de instrucción en el buque escuela La Argentina.

Se retiró de la marina en 1959. Se casó con María Viroso y tuvieron cuatro hijos: Pablo Marino, María Cristina, Alicia y Guillermo Aníbal; Teófilo Antonio, casado con Delia Majar. Tuvieron dos hijos, Carlos y Beatriz. En segundas nupcias se casó con Edilia Castillo y tuvieron a Ricardo; Cora Alcira, casada con Estanislao Herrero. Tuvieron tres hijos: Graciela, Mirian y Carlos. Victorio nació en Buena Parada, Río Colorado, en 1911.

En 1920 su familia llegó a General Roca, donde él aprendió el oficio de peluquero debido a que su mamá lo colocó de aprendiz en establecimientos de la zona. Una anécdota que recuerda su hija es que “le daban monedas por pasarle el cepillo a los clientes para sacarle el resto del cabello”. En 1923 se radicaron en Cipolletti, y siendo oficial peluquero trabajó también en Neuquén: cruzaba a la vecina ciudad capital caminando por el puente ferroviario, ya que el puente carretero fue inaugurado en 1937. A los quince años su papá le instaló su primer salón en la calle Villegas 50 de Cipolletti. Cumplió el servicio militar en Buenos Aires, en el Regimiento de Caballería.

En 1936 formó su familia con Yolanda Dellapitima, hija de Vicente Dellapitima y Rosa Scorolli, ambos italianos. De esta unión nacieron Pablo Alberto, que tuvo un hijo y tres nietos; Mirta Yolanda, dos hijos, María Laura y Julio Quiroga, cuatro nietos; José Oscar, casado con Matilde Buchiniz, con la que tuvo un hijo, Pablo Oscar. Continuando con su oficio de Peluquero, don Victorio trasladó, en 1940, su salón a la calle San Martín 346 de Cipolletti. Desarrolló su profesión durante sesenta y dos años al servicio de sus clientes, a quienes atendió siempre con gran entusiasmo, hasta que por problemas de salud dejó su trabajo.

Realizó intensa vida comunitaria, participó como uno de los socios fundadores del Club Cipolletti, entre otras tareas. Don Victorio falleció en 1995. Sus hermanos por parte de madre son: Verónica Viscarre. Miguel Lacuentegui. Ana Mezza. Historia pionera, entrelazada con otras familias asentadas en el valle, han dejado prolífica descendencia que continúan sus enseñanzas.

En el día del Padre honramos a Victorio y en su nombre a todos los papás; si los tenemos, escuchemos sus palabras inspiradas en el amor y basadas en la experiencia, si no están con nosotros, recordemos con cariño aquella palabra precisa y duradera. Demostrémosle el afecto y el respeto para que nuestros sentimientos siempre los acompañen, a los vivos y a los muertos. Como dice el poeta: “El tiempo y los recuerdos/proyectarán los días felices, /paseando de tu mano/recorrimos el Universo”. Besos al cielo, papá Segundo Faustino.

Beatriz Carolina Chávez