Bibliotecas escolares: una deuda pendiente que impacta en la alfabetización
Las bibliotecas escolares son esenciales para fortalecer la lectura y la escritura. Son un acto democratizador, especialmente para estudiantes sin acceso a otros espacios culturales.
Las realidades que atravesamos en cada institución educativa de nuestro país, y de la provincia de Río Negro en particular, están atravesadas por las complejidades de este contexto social e histórico. Quienes educamos nos enojamos, creamos, padecemos y buscamos formas de reinventar la enseñanza porque creemos que la educación es la única forma de esperanza. A partir de esta postura, me permito tirar una botella al río con la ilusión de que llegue hasta el mar o por lo menos, que desde las costas muchas personas la vean y el mensaje llegue a quienes debe llegar para que actúen en consecuencia.
La escuela sigue resistiendo a las políticas de vaciamiento y al desprestigio al que someten a todo lo público. En la mayoría de los discursos referidos a la educación de niños y jóvenes aparece “el problema de la alfabetización” o, mejor dicho, de las alfabetizaciones. Se discute sobre los enfoques de enseñanza, si las tecnologías obstaculizan o favorecen la lectura y la escritura, si quienes enseñamos sabemos o no hacerlo, si existe acompañamiento o ausencia de las familias en el proceso de aprendizaje, etc. Sin embargo, a la hora de pensar en cómo fortalecer la lectura y la escritura de las comunidades educativas escuchamos muy poco acerca de una postergación de larga data en nuestra provincia: las bibliotecas escolares.
Como un mantra oímos por todos lados “los chicos no leen”, pero ¿las políticas nacionales y provinciales que promueven la lectura cuentan con el financiamiento necesario?, ¿con qué espacios específicos y planificados dispone la escuela para que la lectura suceda?, ¿todas las escuelas tienen bibliotecas en condiciones, materiales actualizados, libros variados y disponibles para sus estudiantes, docentes y familias?, ¿todas las bibliotecas escolares tienen bibliotecarios designados en todos sus turnos?
En el artículo 91 de la Ley de Educación Nacional, leemos que el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología (hoy devenido en Secretaría de Educación) “fortalecerá las bibliotecas escolares existentes y asegurará su creación y adecuado funcionamiento en aquellos establecimientos que carezcan de las mismas. Asimismo, implementará planes y programas permanentes de promoción del libro y la lectura.”
Por su parte, en el artículo 7 de la Ley Nacional sobre Bibliotecas Escolares están las condiciones que toda biblioteca escolar debe tener: bibliotecarios escolares y personal profesional y técnico, materiales bibliográficos seleccionados para cada población escolar, un espacio adecuado para el trabajo individual y grupal, que permita la realización de actividades en torno a la lectura, formación de usuarios, investigación y extensión a la comunidad, equipamiento tecnológico y conectividad adecuada.
El valor de las bibliotecas escolares en la difusión de la lectura y la escritura está plasmada además en infinidad de materiales teóricos, investigaciones y en las experiencias de comunidades educativas en donde las bibliotecas son el centro de los proyectos de lectura y escritura. Es decir, hay una desigualdad entre las escuelas que tienen sus bibliotecas en pleno funcionamiento y aquellas que no. La antropóloga francesa Michele Petit afirma que, para fortalecer el vínculo de niños y adolescentes con la cultura escrita, la biblioteca tiene que permitirles una relación con el conocimiento, con la lectura y con los libros distinto a lo que sucede en las clases. La biblioteca entendida como espacio cultural es un acto democratizador ya que muchos estudiantes no tienen la posibilidad de acceder a otros espacios públicos en donde los libros y la cultura estén a su alcance.
Mempo Giardinelli – referente de la difusión de la lectura en Argentina- advierte que ningún niño puede educarse sin lecturas, que es imposible pensar la educación sin libros porque más allá de lo tecnológico, el libro sigue siendo un objeto cultural deseado que no debería ser algo extraño o al que accedan solo quienes pueden comprarlo. Basta con asomarse a cualquier biblioteca, feria del libro o evento literario (escolar, barrial, municipal, provincial) para ver la atracción que siguen generando los libros, su manipulación, lectura y conversación sobre ellos en casi todos los niños y jóvenes.
Como formadora de lectores he escuchado cientos de experiencias que se asemejan a la mía: el hacerse lector gracias a la biblioteca escolar y/o popular. En cada crisis de este país (en mi caso, las vividas en la década del 90 y en los 2000) las bibliotecas fueron refugio; y ahora, deberían seguir siéndolo en cada escuela. La transmisión cultural y la lectura en particular, permiten alimentar los pensamientos, descubrir la belleza poética para generar otros modos de ver el mundo y también de volvernos más críticos. Por eso, arrojo la botella al río para que las autoridades educativas provinciales y nacionales se ocupen de las bibliotecas escolares como política prioritaria.
(*) Profesora en Letras. Docente del IFDC Fiske Menuco y del IFDC de Villa Regina.
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