«Chamamecero Serial», el libro de Urretabizkaya que cuenta la historia del pasajero del último tren que llegó a Zapala

Rafael Urretabizkaya es poeta, maestro rural, escritor, y es el autor de "Chamamecero Serial", el libro que acaba de ser reeditado por la nueva editorial neuquina Santa, y que cuenta la historia del misterioso hombre que llega en el último tren.

Rafael Urretabizkaya es poeta. Y también docente rural, y escritor. Y quizás, más que todo eso, o además de todo eso, alguien que escucha. Escucha a la gente que lo rodea. De esas charlas surgen sus personajes, sus modos de hablar, sus historias. Y aunque vive hace mucho tiempo en San Martín de los Andes, buena parte de la geografía neuquina aparece en sus libros. Por ejemplo Zapala, en “Chamamecero Serial”, una historia que transcurre en la punta de riel que se detuvo en los 90, después de aquella frase, “ramal que para ramal que cierra”, que aparece como epígrafe del libro que acaba de reeditar la nueva editorial neuquina, Santa.


“Transcurre en Zapala porque Benito Mario Serial, el Chamamecero Serial, llega a la ciudad punta de riel el 16 de mayo de 1992 en el que va a ser el hasta hoy último tren. Es la época de “ramal que para, ramal que cierra” y se había instalado desde el gobierno la idea de que sería bueno privatizar. Tengo el diario Río Negro de ese mismo día y el siguiente, pinta clarito cómo hacía pie el ferrocidio, el abandono para después liquidar. Pero sobre todo, cómo cubría el cielo de nuestras ilusiones una nube gris de aceptación, ese día no hubo ni protestas. Está claro que en un país como Argentina y en particular en la Patagonia, la presencia del tren es un modo de estar junto a una abuela que espera su nieto, cerca de los espectadores del Cine Amado Sapag donde llegan en tren las latas de películas, o con una muchacha que despidió al enamorado que se fue a trabajar para el valle; es un modo de decirle a todos ellos “pienso en vos” “, escribe por mail desde Santiago del Estero, adonde fue a participar de la Feria del Libro.

Un recorte que guarda Rafael de la tapa del diario Río Negro.


Benito Mario, el protagonista de “Chamamecero Serial” llega en ese tren, se apea, contempla. Se agacha por un asunto misterioso y al levantarse la vendedora en el andén cree escuchar y ver que Serial abre sus brazos al cielo y dice; “tierra fértil”. Y se pregunta cómo puede ser que este viajero no advierta que la tierra de la estación no es fértil, pero enseguida comienza a atribuirle lo que su deseo anda necesitando; “no será que este hombre misterioso ha venido a traer cierto tipo de fertilidad”. “Se pregunta también si no será que este viajero es portador incluso de poderes, y el Chama los tiene”, dice.

La nueva edición de «Chamamecero Serial», en la flamante editorial Santa.

El Chamamecero es un personaje encantador, profundo, que representa todo aquello con lo que ese pueblo del sur lo quiere cubrir.
-De la visión de la vendedora del andén en adelante, Serial se irá convirtiendo en lo que la ilusión de cada uno que se ilusione desee. Dice poco y toca nunca, pero desde sus pocas palabras y silencios contemplativos, comienza a desplegar sus poderes criollos. Quién va a andar con quién, cómo saldrá el clásico, de repente hace llover en El Salitral, de repente está errático, de repente es eslabón fundamental para que pibes de las inferiores del Club Frontera conozcan el mar. Es decir, es todo lo “encantador” , que cada quien se le anime al encanto y ponga a matear sus sueños con las acciones para que se cumplan.


-¿Cómo surgió el personaje?
-Me encontraba en la Compañía Nacional de Autómatas La Musaranga, un grupo muy maravilloso en Beccar que integro hace varios años. Ahí se hacen autómatas, marionetas, libros, parque de atracciones, calesita, juegos, tabladito criollo, se estudia, se hacen lazos profundos y en esta ocasión hacíamos viandas para llevar a algún lugar. Sonaba en la radio un programa de chamamé. Alguien pidió que soliciten un tema de Isaco Abitbol para la compañía. Dijeron: “pidan un tema a Serial”. ¿A quién? “A Serial, al chamamecero Serial”. Esa fue mi nota en el cuaderno, solo dos palabras, “Chamamecero Serial” y seguí con las viandas. Cuando llegué por casa unos días después y abrí el cuaderno ahí estaba el Chama, esperando ser Benito Mario y contar sus cosas.


-Algo que que me encantó de Chamamecero Serial, es la conciencia del paisaje. Está en esa región del sur, Zapala en este caso, pero no es un texto ni enamorado del alpataco y la tierra, ni que mire con altivez. Es un texto situado ahí…
-Está siendo ahí, como diría Kusch. Sabés, yo viví muchos años en diferentes zonas rurales del sur de Neuquén. Esos lugares increíbles, toda esa desmesura. Donde vos llegás y ves poco pero con los días va apareciendo la contundente presencia humana, las historias, las manifestaciones de la naturaleza, las tramas de los trabajos para ser de ahí. Resulta que en ese poco hay mucho, vas interactuando y estando, como el matuasto, ese lagarto amigo de las piedras. Los hermanos Lucero le enseñan algo de esto a Serial cuando van en el falcon hacia su puesto.
Como en esta parte del texto:


“Los Lucero y Serial ya están arriba del Falcon. El camino es agradable y, aunque no charlan, es como si lo hicieran. Serial va a gusto, ventanilla baja, y los hermanos sienten que su invitado está disfrutando y disfrutan. Muy cada tanto una casa, muy cada tanto una alameda que intuye una casa, a veces una alameda con tapera detrás, señal inequívoca del paso humanizante.
—La huella de la gente en el tiempo es la alameda, —dice Lucero menor,—la gente se va y la vida sigue. El tiempo, el viento y el tiempo acuestan la casa pero los árboles ni enterados.
—Eso—afirma Lucero mayor que le ha quedado gustando esto de hablar-, la alameda es la presencia más externa del intento de encarar la vida, hacia adentro las plantas van bajando el tamaño. Todas en lo suyo. Todas dan lo suyo. Más cerquita de la casa más cuidado piden, y en el centro de toda esa resonancia botánica, el más blandito de todos, el ser humano.
Serial sonríe cuando escucha a Lucero mayor que dice “resonancia”. Le gusta que resuene la vida. Lucero menor afirma las palabras de su hermano entusiasmado con la descripción que se ha mandado detallando esa teoría botánico humanista del afuera hacia adentro. De menos necesitado a más necesitado, de menos protección a toda la protección.
—La alameda hacia afuera, le siguen los frutales, la huerta, algunos arbustos con flores, ya rodeando la casa en los canteros, en sus bordes “la farmacia” con las plantas que curan y adentro de la casa recién ahí estamos las personas. Serial entendió y la verdad que es algo que ya sabía, con otras plantas es lo mismo allá en la isla, o por La Cruz o donde sea”.

Rafael Urretabizkaya.


-En tu escritura, hay una voz muy propia, que tiene poesía, que tiene destellos de humor, que juega muchas veces con las palabras y con el sentido de las palabras, pero siempre al servicio de la historia. Cómo fue el trabajo de este libro en particular.
-Creo como dice Rodolfo Walsh, que escribir es escuchar. Y me interesan las personas. He tenido y tengo mucha suerte para estos encuentros. Fijate mi amigo Marcos Parra de Pilo Lil, el último balsero. Éramos vecinos, él tenía un lugar en el galpón de esquila con un banquito para mí y para él un asiento de colectivo larga distancia de esos de El Petróleo de antes, con cenicero y reclinable. Empezaba la charla, poníamos la pava para tomar unos mates y me decía: ¿No va a anotar Don Rafita? Entonces sacaba mi cuaderno y Don Marcos reclinaba dos o tres puntos su butaca y comenzaba. Es esa suerte y la de anotar en el cuaderno para poder volver. Entreverado con algo que puede llamarse “la voz interior”. Es la voz no domesticada, la que no responde a ninguna expectativa. Cuando aparece la voz interior hay que soltarle piola, que diga lo que quiera, lo que necesite. También mesturado con el misterio. Porque quién puede explicar ese asiento de colectivo larga distancia en el galpón de esquila, justo entre una salamandra hechiza y un banquito.


-Sos poeta, narrador, docente rural, no naciste en San Martín pero lo elegiste como lugar. ¿Qué fue lo que te enseñó ese lugar, qué te enseñaron todos esos lugares, con respecto al idioma, a las historias, a lo importante?
-Me enseñaron y enseñan. Don Marcos cuando reclina su asiento de colectivo y se pone a contar, Doralisa de seis años cuando dice que el conejo que me trajo dibujado no lo ha copiado, se lo ha creído; Pepetonio que sabe y me explica que el infinito es amanecerse sentado contando, los caracoles que se encuentran llegando a Zapala para decirnos que ahí estuvo el mar con ballenas y todo es decir; que somos pequeñitos en un tiempo que va rápido. Enseñan porque son acontecimientos con respaldo, con cuerpo. Como el caudillo José Gervasio Artigas, cuando dice su frase “naides es más que naides”, lo hace después de que su padre le ordenara que se compre un esclavo para su servicio. El joven Artigas lo hace, se compra uno llamado Joaquín Lenzina, lo libera, se hacen mejores amigos, pelean espalda con espalda, se exilian juntos en el Paraguay y allá mueren uno con 100 años cumplidos y el otro por ahí. El gaucho Ansina será guerrero y poeta, y ellos tendrán esta maravillosa historia vivida y se podrá decir que “naides es más que naides”. Que no está bien y no conviene. Eso enseña. También la floración temprana de los ciruelos que aconteció el mes pasado entre las flores y los insectos. También Don Herminio, en Pilo Lil, cuando estamos conversando y mete las manos en el vellón de la oveja. Ahí deja los dedos, los remueve un poco. La oveja se impacienta, luego se calma. Mira la nada. Suelta la vista al horizonte. Las manos registran si la lana tiene poco o mucho veri, que es esa condición que tiene la lana, como pegajosa y que hay que lavar varias veces; los dedos se mueven y reconocen si tiene semillas y cuáles, si tiene espinas, qué olor tiene. Don Herminio se los mira, los huele. Mete las manos otra vez en la oveja, hay un libro para él, en el vellón, pero me quedo corto, una enciclopedia. No busca las palabras, se nota que lo encuentran nomás y comienzan a salir de su boca como la novedad del mundo y me dice; Don Rafita va a estar seco el verano. Vamos a salir para la veranada un poco antes o los animales van a rumbear solos. El río va a estar bajo, vamos a levantar temprano la leña que nos trae, si no el trabajo será el doble. Poco ventoso va a estar, los animales grandes van a andar poco resabiados, buen tiempo para amansar un potro y malo para trabajar con el Tengo y el Bandera, la yunta nueva de bueyes.

Foto gentileza de Rafael Urretabizkaya, un hallazgo.


-¿En qué momento se instaló en tu vida la poesía, la literatura?
-Estuvo siempre. Regalo de mis padres que leían. Yo era un pibe que hacía mucho lío, llegaban notitas de la escuela, esas cosas. Y yo, como todo niño, quería que me quieran, así que me puse a escribir. En realidad mis padres eran buenísimos y me querían un montón, pero quería compensar tanta notita y se me apareció hacer esa pirueta, un recurso que ni bien me hice hombre le debo a ese pibito.


-Publicar, en el interior del país, no es tan fácil. Sé que estás o has participado de colectivos que traccionan esa tarea. ¿Cómo vivís y cómo pensás el mundo editorial y literario ?

-Si reviso esos cuadernos donde uno va anotado lo que escucha (y lo que se escucha), si los miro ahora, aparecen notas que se volvieron obras de títeres, canciones, novelas, poesías, cuentos, cartas de amor, o que siguieron notas. Con el tiempo en algún formato se va compartiendo. No hay un interior para esto. Interior desde dónde, podríamos preguntarnos. El otro día escuché a una persona explicar lo de “oriente medio” y “lejano oriente”, así denominaba Inglaterra a esos lugares que eran sus colonias. Cuando un chico analiza un bicho o va al circo siempre está en el centro del universo.


Libros, poesías, títeres y hasta espectáculos musicales



Rafael Urretabizkaya es dueño de una obra diversa y profundamente arraigada en la tradición popular. Además de “Chamamecero Serial”, ha escrito títulos como “El fulgor de Las Ovejas”, un policial criollo editado por Brumana de Rosario y próximamente reeditado por Santa Editora; “Romance del aljibe y la sed”, poema en décimas ilustrado con grabados de Pedro Hasperué, publicado por La Musaranga en su colección Caballito Pinto; y “Bichos”, ilustrado por Marina Mellado -artista de Zapala- y editado por el Cedie de Neuquén para distribución escolar. También reeditará su libro “Circo”.

En el ámbito de los títeres, trabaja junto al grupo La Pelela en una nueva obra, con quienes ya compartió creaciones como “Vairoleto pechito libertario”. Recientemente estrenaron “El genio Eugenio”, pieza realizada para la campaña contra el dengue en Río Negro. Además, junto a Cristian Romera -conocido como Chicho- prepara una obra de títeres sobre el Gauchito Gil.

En teatro, colabora con Tata Cedrón y Frascoli en “Naide es más que naides”, espectáculo que combina diez canciones propias, composiciones de Juan Ramón Giménez y Marechal, y diálogos entre temas, en el teatro Hasta Trilce de Buenos Aires, con función el 22 de noviembre.


Rafael Urretabizkaya es poeta. Y también docente rural, y escritor. Y quizás, más que todo eso, o además de todo eso, alguien que escucha. Escucha a la gente que lo rodea. De esas charlas surgen sus personajes, sus modos de hablar, sus historias. Y aunque vive hace mucho tiempo en San Martín de los Andes, buena parte de la geografía neuquina aparece en sus libros. Por ejemplo Zapala, en “Chamamecero Serial”, una historia que transcurre en la punta de riel que se detuvo en los 90, después de aquella frase, “ramal que para ramal que cierra”, que aparece como epígrafe del libro que acaba de reeditar la nueva editorial neuquina, Santa.

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