Unidos o dominados

Por Arnaldo Paganetti

Hay muchas clases de políticos, pero es una constante que todos – en singular correlación con los ciudadanos comunes que con sus votos los colocan en cargos públicos -, siempre buscan la fisura de los adversarios. Con proverbial desconfianza, que lo hace meditar cada medida o designación, el presidente Fernando De la Rúa, no altera esa regla.

Aprovechándose del desprestigio sindical, mayoritariamente peronista, y de las desafortunadas declaraciones del dirigente camionero Hugo Moyano, quien propuso salir de la convertibilidad a través de una devaluación, dio un mazazo al movimiento obrero organizado en la CGT: le birló de un saque, la participación en la administración de un fondo de obras sociales de 360 millones de dólares anuales, que el ex presidente Carlos Menem, le había repuesto, tras la derrota electoral del PJ, el 24 de octubre pasado.

Consciente, por otro lado, de los frentes abiertos en el justicialismo y de las objeciones al liderazgo absoluto de Menem, apostó De la Rúa a la fragmentación de sus rivales. Afable y moderado, da un lugar privilegiado a tres gobernadores de los estados más poderosos que, con distintos grados de ambición, van armando sus soportes para los próximos años. Así, Carlos Ruckauf, de la provincia de Buenos Aires; José Manuel De la Sota, de Córdoba y Carlos Reutemann, de Santa Fe, juraron no entorpecer los primeros pasos del gobierno aliancista, se diferenciaron del estilo de choque de Menem, y marcaron diferencias entre sí.

Como ocurrió luego de la derrota de Italo Luder ante Raúl Alfonsín, en 1983, trata de sacar réditos la Unión Cívica Radical – en este caso asociada al Frepaso -, de la desorientación y el enojo que anida en el PJ.

Menem, olímpicamente, se hace el desentendido por el traspié de octubre de 1999, y desafía a los gritos a quienes se atreven a cuestionar la presidencia partidaria. “Si alguno quiere ver quien manda, vayamos a elecciones internas. Les gano a todos juntos”, se ufanó.

En la reunión del “gabinete de las luces” de la semana pasada, volvió a mostrarse junto con ex colaboradores que le obedecen ciegamente. Después, se solidarizó con el sector sindical que resiste ser borrado del escenario, y le señaló a De la Rúa que está llevando a la “ingobernabilidad” del país, al permitir los embates “extorsionadores” del vicepresidente Carlos “Chacho” Alvarez.

Será decisivo como resuelva este conflicto De la Rúa, que observa las contradicciones de los peronistas y se alinea con el padre de la paridad cambiaria, Domingo Cavallo, quien explicó de manera didáctica por qué no hay que alterar la ecuación 1 peso = 1 dólar.

“Hay que preocuparse – dijo -, por los problemas que tenemos, no por los que no tenemos. Una devaluación solucionaría los problemas de sólo el 10 por ciento de la población, pero perjudicaría al restante 90 por ciento”.

Mientras se prepara un encuentro del consejo nacional del Partido Justicialista para el 4 de febrero, el trío de gobernadores hace su juego.

• Ruckauf. El gobernador bonaerense, en sintonía con su antecesor y archienemigo de Menem, Eduardo Duhalde (en el exterior), le tendió una alfombra roja a De la Rúa, quien estableció también una carretera de doble vía sin baches. Promueve la sanción de la reforma laboral, apoya las gestiones comerciales ante Brasil y pontifica que Menem ya no puede manejar al peronismo a su antojo. Aboga por una conducción colegiada y repite: “Hay que cuidar a De la Rúa”. No oculta, además, sus ambiciones presidenciales para el 2003.

• De la Sota. El mandatario cordobés es otro de los que brega por los gestos amistosos y aún en la discrepancia – él bajó los impuestos en su provincia -, por no atarle las manos al nuevo gobierno. Opina que este es un mal momento para el peronismo y afirma que no está a dispuesto a pagar los platos rotos por los demás. Sin embargo, critica a Duhalde por no haber tenido una estrategia federal en los pasados comicios y, a diferencia de Ruckauf, no se avergüenza en reconocer que fue Menem el que transformó socialmente a la Argentina y le otorgó la estabilidad. En una entrevista al diario “La Ciudad”, de la localidad bonaerense de Adrogué, reclamó una autocrítica y renovación en el PJ y confesó que no pretenderá ser candidato presidencial hasta el 2007.

• Reutemann. El ex piloto de Fórmula 1, desde el Poder Ejecutivo santafesino, tampoco esconde sus simpatías por la gestión de De la Rúa, pero pide que no se desconozca la conducción de Menem en el PJ. Sospecha de la “carrera mediática” de sus compañeros y se opone a una compulsa doméstica para medir fuerzas. “Nunca diría que Menem fue como hace Ruckauf”, aclaró y se colocó como reservista.

Hasta ahora, sin despegarse de los cuestionados Víctor Alderete y María Julia Alsogaray, Menem no termina de arrastrar al conjunto de su partido. Ha elegido una posición de dureza para buscar mecanismos de acercamiento con el gobierno.

“De la Rúa va a tener que terminar convenciéndose que debe negociar con Menem”, le dijo a “Río Negro” un colaborador del ex Presidente, en tanto el senador Jorge Yoma exponía las molestias del riojano hacia Ruckauf. “Se equivoca si cree que va a ser candidato del peronismo aliado con nuestros rivales”, alertó.

En los próximos días, Menem seguirá avivando la hoguera gremial y recordará la pretensión de Alfonsín, de quitarle poder a los trabajadores a través de la frustrada “ley Mucci”. Hacia adentro, buscará desprenderse de las figuras irritantes, tratará de apaciguar a Ruckauf y hará un encendido llamado a la unidad, incluso aceptando la posibilidad de compartir responsabilidades directivas con los gobernadores y los jefes de los bloques legislativos.

Es así. Menem deberá descender unos escalones, si no quiere fracasar en el propósito de aglutinar a su debilitado partido. Deberá dejar de creer que es un iluminado o un mesías.

Sabe que en el PJ nadie acepta terminar dominado por la Alianza. Los desbordes verbales entre la CGT y Menem, por un lado, y el gobierno, por el otro, por ahora son sólo amagues de una pelea que, de concretarse, podría sacar al país de la senda institucional y llevarlo a un callejón sin salida, como ya ocurrió en el pasado.


Hay muchas clases de políticos, pero es una constante que todos - en singular correlación con los ciudadanos comunes que con sus votos los colocan en cargos públicos -, siempre buscan la fisura de los adversarios. Con proverbial desconfianza, que lo hace meditar cada medida o designación, el presidente Fernando De la Rúa, no altera esa regla.

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