Diez Manos: Latinoamérica cocina en Mendoza

Un grupo de amigos que son los más destacados cocineros de nuestro país protagonizaron uno de los grandes eventos culinarios de los últimos años. Ocurrió días atrás, en Mendoza.

La familia Zuccardi desde su bodega Piedra Infinita, en Mendoza, fue la anfitriona del evento Diez Manos que reúne a un grupo de amigos que son, sin lugar a dudas, varios de los más destacados cocineros de nuestro país.

Hace unos días, en la bodega Piedra Infinita en Paraje Altamira la familia Zuccardi fue anfitriona del evento Diez Manos, que no es ni más ni menos que la conjunción de excelentes cocineros que tiene nuestro país. Esta hermosa movida reúne a los amigos Narda Lepes, Fernando Trocca, Germán Martitegui, Guido Tassi y Mauro Colagreco alrededor del fuego y el entorno, en este caso el valle de Uco, Mendoza.

La familia Zuccardi no solo es una de las pocas familias de raíz mendocina “primera mano” en la industria del vino, sino que generacionalmente van avanzando sobre el mapa productivo argentino traccionando y transformando uvas y aceitunas. La filosofía Zuccardi es otro cantar de otro capítulo y en el rol de anfitriones son lo más. Enormes los aportes de José, Ana, Julia, Seba y Miguel para empujar siempre ese espíritu y crear nuevos productos y desafíos.

En un momento Narda dice “a Mendoza no se viaja, a Mendoza se vuelve”, frase que me quedó picando durante todo el día.

Es cierto, si algo tiene Mendoza es una piel en la cual quien se pone debajo se incorpora enseguida y se asimila como del lugar, ya sea en un megaevento, caminando durante la siesta por algún barrio o yendo a la verdulería de la esquina.

Una de las principales promotoras de este encuentro que ya tiene más de una década y se ha realizado en diferentes partes del mundo y por primera vez en el interior de nuestro país ha sido Raquel Rosemberg, personaje indiscutida de la escena gastro periodística argentina y latinoamericana desde hace mucho tiempo y fallecida recientemente, motor fundamental y musa recordada por todos los allí presentes como responsable absoluta en la génesis de Diez Manos. A ella estuvo dedicada la movida.

El sol sobre los viñedos de Piedra Infinita, los vinos realizados por el enólogo fuera de serie Sebastián Zuccardi, y un menú fabuloso hicieron que la jornada sea inolvidable.

Por su parte un invitado recurrente de Diez Manos, bartender y productor de destilados Tato Giovannoni realizó aperitivos con productos de la zona, uno tinto y otro blanco con uvas, membrillos y bases respectivas cabernet franc y semillón. Delicias absolutas. Tato es un verdadero alquimista, un mago itinerante maravilloso.

Todo comenzó con una serie de entradas para abrir el apetito, excelentes.

La primera, berenjenas, granadas, y hierbas orgánicas del lugar.

Luego vino un zapallo calabaza hecho en tempura de miso con alioli, que Narda preparaba en vivo y la tercera fue un rico shawarma de cabrito servido sobre una hoja de lechuga con una salsa impecable que emplató Germán Martitegui mientras las copas se llenaban de Zuccardi Blend de Blancs.

Los aromas iban y venían como los diferentes vinos filosos e inquietantes de la casa.

Afuera donde se desarrollaba todo, el sol iba haciéndose protagonista y la puesta en escena con dos mesones larguísimos recibía en el almuerzo a los comensales, entre los que se encontraban cocineras, cocineros, enólogas y enólogos de las principales casas de Buenos Aires, Mendoza y algunos otros sitios del interior del país.

Se pusieron 4 vinos a lo largo de los pasos: Zuccardi Q Chardonnay; Fósil Chardonnay de San Pablo, Concreto Malbec y Zuccardi Finca Piedra Infinita Malbec.

Los cocineros pusieron play al menú con una sopa hecha en una marmita y con piedras de la zona agregadas al final por cada integrante de Diez Manos para darle entidad a un antiguo cuento europeo que refleja el trabajo en equipo. Un caldo muy rico con hierbas de la zona.

El segundo paso fue un tamal con una pata de codorniz macerada durante un mes en chardonnay de la bodega (Fósil) , servida sobre una piedra laja.

Paso tres. Guido Tassi en todo su esplendor disparó una morcilla grillada y les partió la boca a todos. Le sumó unos porotos y un puré de manzana, apio y rábano. Guido es un animal estacional y es uno de los mejores cocineros que conozco.

Luego vino un cordero hecho por Mauro Colagreco, multipremiado chef y capitán de Mirazur en Francia. Su plato braseado y caramelizado estuvo acompañado de una guarnición con cebollas, nueces, dátiles, batatas y un puré de membrillos que le aportaba una acidez increible. Mauro es Messi, sobre todo por su humildad.

Los dulces fueron en dos etapas. Caqui con una crema de coñac inolvidable y una ricota de cabra con dulce de leche del mismo animal y dátiles. Las copas recibían un chorro de Solería de Malamado, un excelente torrontés de Zuccardi y muy apropiado para ese momento.

Luego la mesa armada dentro del restaurante de la bodega, repleta de frutos y quesos del enorme Mauricio Couly quien viajó con su arsenal de productos desde Neuquén y recibió una ovación constante de su producción.

Mientras el sol caía sobre la cordillera nevada, Mendoza despedía en medio de una fiesta repleta de productos, platos y amigos.

Diez Manos será recordado como uno de los grandes eventos culinarios de los últimos años.


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