Al rescate de Atahualpa Yupanqui

CIPOLLETTI (AC).- Los dos son ingenieros, pero uno se dedica a la agricultura y vive en la provincia de Buenos Aires; y el otro, a las grandes presas desde Cipolletti. Están unidos por una admiración y un cariño común a Atahualpa Yupanqui, uno de cuyos libros acaban de reeditar para sacarlo del olvido y la indiferencia.

Carlos Yema es uno de ellos. Preside el Organismo Regulador de Seguridad de Presas de la Nación (Orsep) y, aunque parezca que entre tanto cálculo, hormigón y planos no hay lugar para la sensibilidad, hay que verlo hablar del «maestro» y de su obra para entender por qué financió la quimera de editar un libro que ni siquiera está pensando en vender porque se distribuirá en escuelas y bibliotecas populares.

Claro que hay razones muy fuertes: este ingeniero fue amigo personal de Yupanqui, con quien lo unía además un cariño común por Gregorio Alvarez.

La reedición de «El canto del viento», uno de los tantos libros que publicó Yupanqui en vida, se hizo bajo el paraguas de Pablo Casamajor, una editorial de Buenos Aires.

En su impecable presentación, Yema y Gustavo Grobocopatel, coautor de la reedición, se dieron el lujo de escribir sus textos a modo de prólogo.

Yema se dio otro gusto: incluyó en el libro un intercambio epistolar con Atahualpa referido a la muerte de Gregorio Alvarez.

«Hablar de Yupanqui es trasladarse a otro cosmos», cuenta, sentado en su despacho de presidente de Orsep. Junto al hijo de Atahualpa, habían intentado interesar a editoriales para la reedición de «El canto del Viento», pero nadie respondió.

«Es un doble compromiso: con Yupanqui porque fue una figura de la cultura argentina, y con el amigo entrañable». Yema se llena de emoción cuando dice esto.

-¿Por qué este libro en especial?

-Porque es uno de los más hermosos y es medio autobiográfico. Tiene mucho de opinión. Yupanqui fue un hombre muy andariego y tiene experiencias muy ricas. En la historia de su vida, es un libro importante.

Otro de los motivos que movió a Yema y «Grobo» -como le dicen sus amigos- «fue tratar de hacer nuestro aporte para rescatar su figura porque el exilio parece que continúa. Primero fue perseguido, torturado, y después, cuando ya no estaba en las listas negras, le llegó la indiferencia, el olvido. Parece un signo de los grandes de Argentina».

A Yupanqui «ni se le conoce la capacidad de pensamiento, que es uno de los más notables, absolutamente original. Fue además el creador de una forma de tocar la guitarra y de cantar. Se sentía un designado por la tierra para hacer lo que hacía».

-¿Era religioso?

-El decía: «Más que creyente, soy dudante». Tuvo un período, cuando estuvo afiliado al partido Comunista, en que el que su poesía tenía un gran contenido social, durante el que escribió «Las preguntitas». Uno podría decir que era un ateo confeso, sin embargo creo que era profundamente religioso, aunque quizás lo interpretaba de otra manera. Decía que el que habla mucho de Dios, está mintiendo; que a «Dios sólo el silencio lo puede nombrar». Estuvo como cuatro años buscando el sonido del silencio en la guitarra. «Abandoné porque, si no, me iban a llevar a Vieytes», decía.


CIPOLLETTI (AC).- Los dos son ingenieros, pero uno se dedica a la agricultura y vive en la provincia de Buenos Aires; y el otro, a las grandes presas desde Cipolletti. Están unidos por una admiración y un cariño común a Atahualpa Yupanqui, uno de cuyos libros acaban de reeditar para sacarlo del olvido y la indiferencia.

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