Locos, libres y sin GPS: así es el rally más salvaje del país

Sin reglas, sin premios, sin ruta fija y con autos anteriores a 1991, una caravana desordenada, fraterna y mecánicamente incierta atraviesa la Patagonia.

Redacción

Por Redacción

Por las rutas vacías del sur argentino, a lo largo y ancho de la Patagonia, más de cien vehículos clásicos (de esos que muchos guardarían bajo una lona) recorren durante diez días más de 2.000 kilómetros de ripio, curvas heladas y horizontes infinitos. No hay mapas oficiales, ni cronómetros, ni autoridades. Solo voluntad, ganas de rodar y una regla no escrita: nadie queda atrás.

El Rally Locos de la Patagonia nace de la ausencia de estructura. “La mejor organización es que no la haya”, explica Emiliano, su impulsor, en diálogo con Diario Río Negro. No hay logística profesional, ni asistencia, ni respaldo: cada equipo debe ser autosuficiente. Pero la magia radica justamente ahí. “En estos caminos, con estos vehículos, la incertidumbre es parte del viaje. Dormís donde podés, comés cuando se puede, y ayudás a quien lo necesita. Así de simple”.

Del evento que se desarrolla principalmente en otoño, participan camionetas F100, Citroën 3CV, motos Harley Davidson y camiones antiguos, pero lo importante no es el vehículo: “Los que deben estar preparados son los tripulantes”, dice Emiliano. Porque a la vuelta de cualquier curva puede haber un contratiempo. Y nadie se sorprende: todos saben que en este rally, romperse es parte del guión.

Lejos de los eventos tradicionales, este rally que transcurre no promete trofeos ni prensa ni patrocinadores. El premio es el viaje. Lo que queda son amistades, rescates en medio de la nada, picadas improvisadas sobre el capot, y asados al atardecer en parajes donde no pasa nadie”, cuenta. Cada grupo arma su propio trayecto. A veces, no se ve otro auto en todo el día, más allá de los que forman parte del convoy de locos.

Emiliano, organizadordel Rally Locos de la Patagonia: «Elegimos no saber qué va a pasar mañana. Eso es lo que nos hace libres.»

La solidaridad es la única norma. “Acá no hay turistas. Solo gente que ya sabe que puede pasar lo peor. Y aun así viene”. El frío, la nieve, la falta de señal y la soledad extrema no espantan a estos aventureros. Al contrario: son parte del encanto.
“Este rally es un bálsamo (define Emiliano). En un mundo donde todo está organizado, nosotros elegimos no saber qué va a pasar mañana. Eso es lo que nos hace libres”.


Por las rutas vacías del sur argentino, a lo largo y ancho de la Patagonia, más de cien vehículos clásicos (de esos que muchos guardarían bajo una lona) recorren durante diez días más de 2.000 kilómetros de ripio, curvas heladas y horizontes infinitos. No hay mapas oficiales, ni cronómetros, ni autoridades. Solo voluntad, ganas de rodar y una regla no escrita: nadie queda atrás.

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