Juicio Cárdenas-Carrasco: llega el turno de los familiares de las víctimas

La tercera jornada del juicio contra los exjefes policiales comienza hoy con los testimonios de Karina Riquelme, viuda de Sergio Cárdenas, y de Carmen Curaqueo, madre de Nicolás Carrasco.

Juicio Cárdenas-Carrasco: llega el turno de los familiares de las víctimas

Con las declaraciones de Karina Riquelme, viuda de Sergio Cárdenas, y Carmen Curaqueo, madre de Nicolás Carrasco, comenzará hoy a partir de las 9, la tercera jornada del juicio contra los exjefes policiales imputados por haber actuado de manera negligente y con impericia, sin cumplir los reglamentos ni la ley orgánica de la Policía de Río Negro cuando ocurrió la feroz represión del 17 de junio de 2010, que causó las muertes de Cárdenas y Carrasco.

Riquelme es querellante en la causa y fue una de las que siempre luchó para impulsar la causa y llegar al juicio. La abogada Natalia Araya la asiste desde hace varios años.

La mujer estuvo junto a su esposo la tarde que recibió un perdigón de plomo de rebote, que le causó una hemorragia mortal.

Cárdenas había acompañado a su esposa hasta la casa de su cuñada, en el barrio 169 Viviendas. La hermana de Karina estaba asustada por los disturbios y el accionar policial para reprimir a los jóvenes y adolescentes, que protestaban por el homicidio de Diego Bonefoi, que había sido asesinado de un tiro en la cabeza esa madrugada del 17 de junio de 2010.

Fueron unos segundos que Cárdenas se quedó en la calle para observar lo que pasaba y fue alcanzado por el perdigón de plomo.

La investigación no pudo determinar quién fue el supuesto autor del disparo que causó la muerte de Cárdenas. Por eso, el Ministerio Público Fiscal sólo pudo imputar a los policías Víctor Darío Pil, Marcos Rubén Epuñan y Víctor Hugo Sobarzo por el delito de homicidio en riña, que prevé una pena de entre 2 y 6 años de prisión. El homicidio simple se castiga con un mínimo de 8 años de cárcel.

Los tres policías acusados están en actividad y negaron ayer martes por la mañana cuando declararon ante el tribunal haber usado postas de plomo esa jornada. Rechazaron la acusación en su contra y aseguraron que no dispararon contra personas.

Más información: “el exjefe de la 28 negó haber dado la orden de represión”

Tampoco la investigación pudo determinar a los supuestos autores de los cuatro disparos con postas de plomo que recibió “Nino” Carrasco, que tenía 16 años. Dos tiros fueron letales. También sus padres son querellantes en la causa. Su madre está representada por la abogada Marina Schifrin. Curaqueo declarará hoy miércoles.

Como son testigos en la causa, ni Riquelme ni Curaqueo pudieron escuchar ayer martes las declaraciones del exsecretario de Seguridad y Justicia de la provincia, Víctor Cufré, el exjefe de la Policía de Río Negro, Jorge Villanova y los dos jefes de la Unidad Regional Tercera de Bariloche, Argentino Hermosa y Fidel Veroíza ni del comisario Jorge Carrizo, que estaba a cargo de la comisaría 28, donde se originaron los incidentes.

Cárdenas y Carrasco, víctimas de la feroz represión del 2010

En la madrugada del jueves 17 de junio de 2010, el cabo Sergio Colombil mató con su arma reglamentaria a un chico de 15 años, Diego Bonefoi, durante una persecución. Fue en el barrio 181 Viviendas “Boris Furman”, de la zona del alto de Bariloche.

Familiares y amigos salieron, enfurecidos, a las calles reclamar. Atacaron con piedras la excomisaría 28. Los policías salieron a disparar algunas postas de goma para dispersar a los revoltosos.

Horas después, las calles de los barrios próximos a esa unidad policial fueron el escenario de la mayor represión policial contra un grupo reducido de jóvenes y adolescentes, en la historia de Bariloche.

En ese contexto, ocurrieron los homicidios de Sergio Cárdenas y Nicolás Carrasco. Cárdenas había acompañado a su esposa, Karina Riquelme, hasta la casa de su hermana, en el barrio 169 Viviendas. Se quedó unos segundos en la calle para mirar lo que pasaba y recibió un proyectil de plomo. Carrasco estaba con sus amigos cuando fue alcanzado por cuatro perdigones de plomo. Los dos murieron en el hospital Ramón Carrillo.

Ocho años después, el Poder Judicial logró llevara a juicio a los policías imputados porque algunos familiares nunca dieron la pelea por perdida.


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