Las adicciones impulsan las denuncias por violencia familiar

El 58 por ciento de las presentaciones que se recibieron en la Comisaría de la Familia de Bariloche se originaron por el consumo de sustancias prohibidas y alcohol. En esa dependencia policial se recepcionaron 794 acusaciones desde mayo del año pasado.

Romi durmió durante muchos meses con la luz de su habitación encendida. Sus dos hijos fueron su compañía en esos meses de angustia. También, su gran preocupación. “Cualquier ruido que escuchaba me ponía nerviosa y me levantaba”, recordó. Por eso, evitaba salir sola a la calle. El miedo la paralizaba. Pensaba que se iba a encontrar con su expareja en cualquier rincón de Bariloche.

La joven de 27 años contó a “Río Negro” parte de su historia reciente con la condición de mantener en reserva su identidad para proteger a sus hijos. El caso de Romi se multiplica por cientos en esta ciudad.

Los datos oficiales indican que el año pasado se recibieron 1.477 denuncias de violencia familiar, entre el Juzgado de Paz y la Comisaría de la Familia, que funciona en el Centro Administrativo Provincial, informó la subcomisario Marisol García.

Sólo en la Comisaría de la Familiase recibieron 794 denuncias desde mayo, cuando abrió sus puertas, hasta diciembre pasado. De ese total el 84 % fueron denucias por violencia de género, con mujeres como víctimas. Y el 16% restante las víctimas fueron hombres y otros integrantes de la familia.

Advirtió que el 58 % de los casos de violencia se originaron por problemas de adicción a las drogas y al alcohol. (ver aparte)

Romi contó a “Río Negro” que comenzó a principios de 2013 la relación con su ex, cuya identidad se mantiene en reserva. Durante los seis meses de noviazgo nunca demostró ser violento. La quería a ella y a su hija, que había nacido de otra relación.

En septiembre de 2013 resolvieron iniciar la convivencia. Ella no sabía que su ex consumía drogas. Dijo que primero sufrió la violencia psicológica y, después, física. Recordó que el joven perdía el control, se golpeaba solo y gritaba.

Cuando se calmaba le pedía que lo perdonara, que no lo volvería hacer. Pero no cambiaba y tampoco buscaba ayuda.

La convivencia se hizo insostenible. A mediados de 2014, la joven resolvió huir. “Escapé corriendo y nos refugiamos con mi nena en la casa de una vecina. Estaba embarazada”, rememoró.

Volvió a la casa de sus padres y comenzaron las amenazas hacia ella y su familia. Después, estuvo 3 meses en la Casa de la Mujer, en 2014. Allí, contó que recibió un poco de contención.

Regresó a la casa de su familia con un embarazo de alto riesgo. Pero su ex no la dejaba en paz. Los llamados intimidatorios al teléfono fijo no cesaban. La joven aseguró que hizo unas veinte denuncias penales contra su ex por amenazas.

Nueva mudanza

Resolvió mudarse en busca de algo de paz. En mayo de 2014, su ex le dijo que estaba en tratamiento y prometió hacerse cargo del bebé. “Le di la oportunidad, pero no cambió”, lamentó Romi.

Dijo que a finales de junio de 2015, se encontraba sola con su nena y en la última etapa de su embarazo. Se encontró el 30 de junio con su ex en el supermercado y el joven empezó a gritar. Fueron minutos de tensión y Romi rompió bolsa. Entró a la guardia y nació su bebé por cesárea.

Una señora la contuvo en su casa durante varios meses. Esa mujer la acompañó en ese momento difícil, con sus hijos. Recordó que en una ocasión se lo cruzó a su ex en la calle e intentó llevarse por la fuerza a su bebé.

Después, conoció a las mujeres del grupo Pro Encuentro Nacional de Mujeres que la contuvieron. Dijo que recién el año pasado se sintió fortalecida. Buscó apoyo en otras mujeres que enfrentaron situaciones similares y hoy milita junto a ellas.

“Salí y busqué trabajo. Quería comenzar una vida distinta”, contó. “No quería que mis hijos sufran, que me vean así”. Empezó a salir con sus dos hijos a la placita. “Hacía cinco años que no viajaba por miedo a salir y encontrármelo”, afirmó.

Por eso, cuando fueron hasta El Bolsón, lo disfrutaron a pleno.

“La cuestión es que uno se ponga fuerte”, explicó. Indicó que el quiebre fueron sus dos hijos. “Ellos me fortalecen”, enfatizó, mientras los niños jugaban sobre un sillón.

En noviembre pasado recibió el último mensaje amenazante de su ex dirigido a sus hijos. Pero no la amedrentó. “Mis hijos necesitan de una mamá fuerte”, afirmó. Dijo que su padre ha sido otro puntal para salir adelante.

“Siempre hay una salida, siempre habrá alguien que te tienda una mano”, afirmó. “Hay que hacer la denuncia, que siempre van a encontrar apoyo, alguien las va a ayudar”, sostuvo. Tiene un grupo de amigas que no le pierden pisada y se apoyan mutuamente. Hoy, la joven de 27 años puede dormir con sus hijos más tranquila.


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