Bertha Koessler-Ilg y la escucha de las tradiciones orales mapuches
A 50 años de la muerte de la escritora alemana que vivió en San Martín de los Andes, su obra sigue vigente. Durante 45 años escuchó y registró cuentos, canciones, rezos, refranes, adivinanzas, juegos infantiles, brujerías, creencias religiosas que le contaron las personas que atendía su esposo médico.
SAN MARTÍN DE LOS ANDES
Uno de los significados de la palabra «tradición» -el primero que aparece en el Diccionario de la RAE- es: «transmisión de noticias, composiciones literarias, doctrinas, ritos, costumbres, etc., hecha de generación en generación»; más adelante, ese diccionario agrega otro sentido: «entrega a alguien de algo». Podemos unir ambos significados, para entender por tradición la entrega de algo de generación en generación.
Beatriz Koessler de Pena Lima (*) y Mario A. Koessler (**)
Estas definiciones nos ayudan a comprender la importancia de las tradiciones orales. En nuestra cultura urbana -y fuera del ámbito del idioma y del de la fe- ya casi no hay tradiciones orales; entendemos aquí por tradición oral algo que es entregado a lo largo de las generaciones no por escrito sino verbalmente. Quizá alguno de nosotros recuerde un «cuento» (por ejemplo una fábula) que le fue contado por su abuelo/a y que éste/a a su vez lo haya escuchado de su abuelo/a, pero esto es cada vez menos común; sin embargo, era muy común en otros pueblos, muy especialmente en los que no tenían escritura. En esos pueblos toda la gente conocía bien -casi de memoria- innumerables «cuentos» recibidos por tradición oral de sus ancestros, entendiendo por «cuentos» el contenido de lo transmitido oralmente, que incluye el relato de hechos históricos como así también no históricos (leyendas, mitos, adivinanzas, fábulas, ritos, etc.).
Bertha Koessler-Ilg (27 diciembre 1881-9 agosto 1965), aunque era alemana de nacimiento vivió la mayor parte de su vida en San Martín de los Andes, y ahí se dedicó a recopilar tradiciones orales de los mapuches. Como su esposo -Rodolfo Koessler- era médico, mientras los mapuches estaban en la sala de espera o estaban convalecientes en el improvisado «hospital» que de hecho funcionaba en su casa, ella les pedía que, mientras esperaban al médico, o su curación, le contaran un «cuento». Fue así como, durante cuarenta y cinco años (de 1920 a 1965), recopiló cientos y cientos de cuentos mapuches de todo tipo: canciones, rezos, prácticas mágicas, refranes, adivinanzas, juegos infantiles, brujerías, creencias religiosas, leyendas, fábulas, etc. De a poco empezó a publicar (en alemán y en castellano) parte de lo escuchado a los mapuches: «Cuentan los araucanos» (entonces en editorial Espasa-Calpe, hoy en editorial Del Nuevo Extremo); «Indianer Märchen aus den Kordilleren» (editorial Diederichs, de Alemania); «Tradiciones araucanas», Universidad Nacional de La Plata; «Der Medizinmann am Lanin» (entonces en editorial Lanín, hoy en editorial El Elefante Blanco con el nombre «El Machi del Lanín»). Luego de su muerte, los nietos hicieron publicar buena parte de lo inédito: «Cuenta el pueblo mapuche», en tres volúmenes (editorial Mare Nostrum, de Santiago de Chile), y están trabajando en futuras publicaciones.
Tengamos en cuenta que, en los cuentos mapuches recopilados por Bertha, muchos de los elementos que los componen son de larguísima data, o sea que, aunque fueron relatados a ella en la primera mitad del siglo XX, tienen su origen en el siglo XIX, o en el XVIII, o incluso antes: algunos elementos son prehispánicos. A medida que fue tratando a los mapuches, de a poco fue creciendo en Bertha la admiración por ellos y por su cultura, tan extendida en Chile y en parte de nuestro país: admiró el amor que los mapuches tenían por lo que habían recibido de sus ancestros, porque ellos tenían muy en claro que lo que los constituía como pueblo mapuche no era sólo la sangre y la tierra heredadas de sus antepasados, sino también, y muy especialmente, la cultura -incluyendo los valores- recibida desde varios siglos atrás a través de las tradiciones orales. Llama la atención también que Bertha lograra que los mapuches de aquel entonces de a poco fueran deponiendo ante ella su comprensible reticencia y desconfianza ante los blancos -porque estos les habían quitado su tierra y su libertad-; Bertha ganó la confianza de muchos mapuches, y de algunos de estos fue verdadera amiga.
Podemos preguntarnos por qué Bertha se interesó en las tradiciones orales mapuches, qué la movió a dedicar a la cultura mapuche gran parte de sus días (de día escuchaba a los mapuches que le hablaban en castellano y en mapuche, y de noche pasaba en limpio lo escuchado escribiéndolo en alemán en su máquina de escribir), quitando algo de tiempo a la crianza de sus seis hijos, a la atención de los enfermos (era enfermera) y al andar de la casa. Para comprender esto, hemos de ubicarnos en la Alemania del siglo XIX, en la que nació y cuya cultura mamó, la de los hermanos Grimm: entonces era muy común en muchas familias la existencia de «cuentistas», gente que había escuchado de sus mayores cuentos diversos y que después los narraba a sus hijos y nietos. En muchos pueblos europeos existía la costumbre que ciertas personas se reunieran con niños, ancianos y mujeres al atardecer, una vez terminado el trabajo diario, en un lugar público, o junto a la chimenea, para contarles cuentos y leyendas. Bertha provenía de una familia a la que le encantaba contar cuentos, algunos de cuyos integrantes se dedicaron a lo largo de generaciones a esta tradición de «cuentistas». De soltera, en Alemania, publicó cuentos de su tierra de origen (Baviera), e hizo un importante trabajo de escucha y publicación de tradiciones orales en la isla de Malta, donde vivió varios años antes de casarse.
Fue providencial para la Argentina en general y para el pueblo mapuche en particular que Bertha llegara a nuestra Patagonia y que con increíble tenacidad haya puesto sus habilidades al servicio de los mapuches, salvando de esta manera un gran tesoro cultural que, de otro modo, seguramente se hubiera perdido para siempre; tenemos así a nuestra disposición tradiciones orales gestadas en el seno del pueblo mapuche a lo largo de siglos, pacientemente escuchadas por Bertha. Tres calles llevan hoy su nombre: en San Martín de los Andes, en la ciudad de Neuquén y en La Valeta (capital de Malta).
(*) Profesora de Literatura Inglesa y (**) sacerdote católico, nietos de Bertha Koessler.
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