Bullrich dijo no estar decepcionada con De la Rúa y sigue atacando a Sartor

"No me gusta que haya denuncias alrededor de una persona que se encarga de repartir fondos sociales".

BUENOS AIRES (ABA).- Quiere tomarse vacaciones, pero no sabe dónde ni cuándo. «Me merezco un descanso, hace más de dos años que no paro», dice Patricia Bullrich. Y enumera: colaboró en la campaña presidencial de la Alianza, asumió como directora del Servicio Penitenciario Nacional, fue ministra de Trabajo y de Acción Social.

«No, no estoy decepcionada. Le agradezco a De la Rúa la oportunidad de gestionar», repite, cuando le preguntan como quedó su relación con el Presidente luego de que este, quizá inesperadamente, le aceptara la renuncia.

– ¿Perdió la guerra con los sindicalistas o De la Rúa arbitró a favor de ellos?

– No perdí la guerra, a lo sumo un round. A De la Rúa por ahí no le quedaba otra posibilidad que acordar algunas cosas… No sé.

– ¿Cree que el próximo blanco de sus enemigos será Cavallo?

– Yo creo que van por el Presidente, directamente.

Cuando entra en confianza, Bullrich empieza a sacar algunos trapitos al sol. Le molesta no estar más en el Gobierno. Creía, parece, que De la Rúa le daría mayor respaldo. No quiere decirlo, pero está un poco resentida. Sigue enojada con su sucesor en el ministerio de Trabajo, José Dumón, porque abdicó de pedirles las declaraciones juradas a los jefes sindicales. Pero más enojada está con el Daniel Sartor, porque se resistió a traspasarle los fondos sociales a su cartera. «No lo conozco en detalle, compartimos poco tiempo en el Gabinete. Pero no me gusta que haya denuncias alrededor de una persona que se encarga de repartir fondos sociales», ataca, haciendo referencia al caso que vincula al rionegrino con un escándalo de clientelismo político en General Roca.

Fernando de la Rúa, por su parte, está molesto con ella. En su despacho dicen que «lo traicionó». «Esperaba mayor compromiso de su parte», confesó el Presidente desde Berlín. No le gustó que Patricia Bullrich intentara presionarlo criticando a otros ministros; y decidió reemplazarla, a favor de la «cohesión que necesita el Gobierno en estas épocas de crisis».

En cierta forma, hasta sintió esas presiones como una traición personal. La ex ministra era de las habitués más repetidas de la Quinta de Olivos y se había hecho muy amiga de la primera dama, Inés Pertiné. Además, claro, era una de las funcionarias más importantes que adscribía al Grupo Sushi, el sector interno inorgánico que encabeza Antonio de la Rúa, el hijo presidencial.

Ella se defiende: «Lo único que quise hacer es apurar una decisión del Presidente, para que reacomode su equipo. Si hay duplicación de estructuras, como pasa en el área social, uno puede ser una carga para el Estado. Y yo no quiero ser un gasto burocrático. La plata para hacer asistencia existe, pero hay que sacarle el gasto burocrático. Si manteníamos estos ministerios cruzados, los estábamos multiplicando», le explicó a un colaborador que aún no entiende la medida que tomó la ex ministra.

Un diputado alfonsinista tiene otra teoría: «Se fue para quedar virgen de la crisis. Teme que se venga el derrumbe y se fue para quedar bien parada». Raúl Alfonsín, que la tuvo como adversaria ideológica en los últimos meses, asegura que «es una pena que se haya ido, porque era muy trabajadora». Y avisa: «Cuidado que se lleva las banderas fundamentales: transparentar el manejo de los fondos sociales y atacar a los sindicalistas».

Puede ser cierto. Ahora que ya no tiene despacho oficial, y mientras planifica sus mini-vacaciones, pasa varias horas por día en un coqueto café que queda en la esquina de Beruti y República Arabe Siria, frente al Jardín Botánico. Son muchos los que se acercan a saludarla, a felicitarla. «Fuerza, señora». «Seguí peleando». Se lo dicen los vecinos. A ella ese cariño la hace feliz. Sabe que, al menos para su imagen pública, este renunciamiento le cayó bien.

Será por eso que ya está preparando el lanzamiento para principio del 2002 del Movimiento Nueva Argentina. Aunque disimulado, tendrá el apoyo estratégico del grupo Sushi. No sabe cual será su meta en el futuro. Le gustaría probar suerte con alguna candidatura importante en la Capital Federal. «Pero todavía es demasiado pronto para pensar en eso», machaca para no entusiasmarse.

Gonzalo Alvarez Guerrero


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